El Papa Francisco comentó en el día de ayer, en el segundo Domingo de Cuaresma, el Evangelio de la Transfiguración.
El Santo Padre comenzó preguntándose «¿En qué consiste esta belleza? ¿Qué ven los discípulos? ¿Un efecto especial? No, no es eso. Ven la luz de la santidad de Dios resplandecer en el rostro y en los vestidos de Jesús, imagen perfecta del Padre. Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios. Pero Dios es Amor, y, por lo tanto, los discípulos han visto con sus ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. ¡Tuvieron un anticipo del paraíso! ¡Qué sorpresa para los discípulos! ¡Habían tenido ante sus ojos durante tanto tiempo el rostro del Amor y no se habían dado cuenta de lo hermoso que era! Solo ahora se dan cuenta y con tanta alegría, con inmensa alegría».
«Jesús, en realidad, con esta experiencia los está formando, los está preparando para un paso todavía más importante. Poco después, en efecto, deberán saber reconocer en Él la misma belleza, cuando suba a la cruz y su rostro sea desfigurado», explicaba el Pontífice.
El Obispo de Roma subrayaba que «a Pedro le cuesta entender: quisiera detener el tiempo, poner la escena en “pausa”, estar allí y alargar esta experiencia maravillosa; pero Jesús no lo permite. Su luz, de hecho, no se puede reducir a un “momento mágico”. Así se convertiría en algo falso, artificial, que se disuelve en la niebla de los sentimientos pasajeros. Al contrario, Cristo es la luz que orienta el camino, como la columna de fuego para el pueblo en el desierto (cf. Ex 13,21). La belleza de Jesús no aparta a los discípulos de la realidad de la vida, sino que les da la fuerza para seguirlo hasta Jerusalén, hasta la cruz. La belleza de Cristo no es alienante, te lleva siempre adelante, no hace que te escondas».
El Papa incidió en que «este Evangelio traza también para nosotros un camino: nos enseña lo importante que es estar con Jesús, incluso cuando no es fácil entender todo lo que dice y lo que hace por nosotros. De hecho, es estando con él como aprendemos a reconocer en su rostro la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz. Y es en su escuela donde aprendemos a captar la misma belleza en los rostros de las personas que cada día caminan junto a nosotros: los familiares, los amigos, los colegas, quienes en diversos modos cuidan de nosotros».
«¡Cuántos rostros luminosos, cuántas sonrisas, cuántas arrugas, cuántas lágrimas y cicatrices hablan de amor en torno a nosotros! Aprendamos a reconocerlos y a llenarnos el corazón con ellos. Y después pongámonos en marcha, para llevar también a los demás la luz que hemos recibido, con las obras concretas del amor (cf. 1 Jn 3,18), sumergiéndonos con más generosidad en las tareas cotidianas, amando, sirviendo y perdonando con más entusiasmo y disponibilidad. La contemplación de las maravillas de Dios, la contemplación del rostro de Dios, de la cara del Señor, nos debe empujar al servicio a los demás», exhortó Francisco.
Como es habitual, el Papa concluyó su comentario del evangelio con una batería de preguntas para invitar a la reflexión personal: «¿Sabemos reconocer la luz del amor de Dios en nuestra vida? ¿La reconocemos con alegría y gratitud en los rostros de las personas que nos quieren? ¿Buscamos en torno a nosotros las señales de esta luz, que nos llena el corazón y lo abre al amor y al servicio? ¿O preferimos los fuegos fatuos de los ídolos, que nos alienan y nos cierran en nosotros mismos? La gran luz del Señor y la luz falsa, artificial de los ídolos. ¿Qué prefiero yo?»
Víctimas de Grecia y Crotone
Tras el rezo del ángelus, Francisco añadió que «en estos días el pensamiento ha ido a menudo a las víctimas del accidente ferroviario ocurrido en Grecia: muchos eran jóvenes estudiantes. Rezo por los difuntos; estoy cerca de los heridos y de los familiares, que la Virgen los consuele».
El Papa también expresó su dolor por la tragedia ocurrida en las aguas de Cutro, en Crotone. «Rezo por las numerosas víctimas del naufragio, por sus familiares y por quienes han sobrevivido. Manifiesto mi reconocimiento y gratitud a la población local y a las instituciones por la solidaridad y la acogida hacia estos hermanos y hermanas nuestros y renuevo a todos mi llamamiento para que no se repitan tragedias similares. ¡Que se detenga a los traficantes de seres humanos, que no sigan disponiendo de la vida de tantos inocentes! ¡Que los viajes de la esperanza no se transformen nunca más en viajes de la muerte! ¡Que las aguas límpidas del Mediterráneo no se llenen más de sangre con incidentes tan dramáticos! Que el Señor nos dé la fuerza de entender y de llorar», agregó el Pontífice.
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El discurso de Francisco es pobre en contenido, y sus recordatorios se olvidan, como siempre, de muchos otros.
Nos debe empujar al servicio de los demas y a infinidad de cosas mas. Quienes se han quedado anclados en los dias del concilio, sólo ven el culto a Dios a travès de los pobres lo cual es una fase sesgada de lo que debe ser el amor a Dios. Esta obsesion y exclusividad de tener presente a los pobres, ya cansa y puede llegar a ser contraproducente y, a mi, con tan solo oir la palabra «pobre» ya pierdo interes de todo lo que afirmen porque ya nos lo sabemos.
¡¡¡Demasiado «sudamericano» para europa…!!!
La manipulación de siempre en sus discursos, que no son verdaderamente católicos, sino una forma de retorcer el mensaje de Cristo: 1º) venga a hablar de la «belleza» de Cristo, como si eso fuera un factor relevante, qué más da la belleza, lo que importa es la progresión del alma hacia Dios, y 2º) de nuevo el mensaje masónico de supuesto amor al prójimo, pero se olvida convenientemente de que ese amor únicamente tiene plenitud desde el amor a Dios. De otra forma se convierte en un proselitismo humano para adoctrinar sobre la hermandad humana universal, hombres amando a otros hombres, relegando a Dios que es el foco. Con estos mensajes torticeros, que suenan muy bonitos, pero que esconden una auténtica deformación de la Revelación, Francisco sigue apuntalando su falsa iglesia, mientras los millones de fieles durmientes se dejan adoctrinar y aplauden como focas.