Cardenal Cantalamessa: «Renovación continua no es otra cosa que la necesidad de conversión continua»

cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia
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(Vatican News)-Con la intención de “poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales”, se dio inicio la mañana de este viernes, 3 de marzo, a la Primera predicación de Cuaresma para el Papa y los miembros de la Curia Romana, dirigidos por el cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia.

“La fuerza del amor cristiano reside en el hecho de que es capaz de cambiar el signo incluso del juicio y, de un acto de desamor, convertirlo en un acto de amor. No con nuestras propias fuerzas, sino gracias al amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”, lo dijo el cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia, en la Primera predicación de Cuaresma para el Papa y los miembros de la Curia Romana, la mañana de este viernes, 3 de marzo de 2023, en el Aula Pablo VI del Vaticano.

La Iglesia y la crisis del Modernismo

Al inicio de las meditaciones para el Papa y los miembros de la Curia Romana, el cardenal Cantalamessa recordó la “amarga lección” que nos ha dejado la historia de la Iglesia a finales del siglo XIX y principios del XX, es decir, el retraso, más aún al rechazo, de tomar nota de los cambios que se estaban produciendo en la sociedad, y de la crisis del Modernismo que fue su consecuencia.

“La falta de diálogo, por un lado, empujó a algunos de los modernistas más conocidos a posiciones cada vez más extremas y, finalmente, heréticas; por otro, privó a la Iglesia de una enorme energía, provocando en ella laceraciones y sufrimientos sin fin, haciéndola que la hicieron retraerse, cada vez más, en sí misma, perdiendo de este modo el ritmo de los tiempos”.

“Ipsa novitas innovanda est”

A pesar de ello, señaló el Predicador, gracias al Concilio Vaticano II la historia y la vida de la Iglesia no se detuvieron. Si la vida de la Iglesia se detuviera, sucedería como un río que llega a una barrera: inevitablemente se convierte en un lodazal o en un pantano.

“No penséis –escribía Orígenes en el siglo III– que basta con renovarse una sola vez; necesitamos renovar la misma novedad: ‘Ipsa novitas innovanda est’. Antes que él, el nuevo Doctor de la Iglesia San Ireneo había escrito: La verdad revelada es como un licor precioso contenido en un vaso valioso. Por obra del Espíritu Santo, rejuvenece continuamente y también hace rejuvenecer la vasija que la contiene. El ‘vaso’ que contiene la verdad revelada es la tradición viva de la Iglesia”.

La necesidad de renovación continua

En este sentido, el cardenal Cantalamessa dijo que, esta necesidad de renovación continua no es otra cosa que la necesidad de conversión continua, extendida desde el creyente individual a toda la Iglesia en su componente humano e histórico: la “Ecclesia semper reformanda”.

“Nosotros tenemos un medio infalible para emprender siempre de nuevo el camino de la vida y de la luz: el Espíritu Santo… Antes de dejarlos definitivamente, en el momento de la Ascensión, el Resucitado asegura a sus discípulos la asistencia del Paráclito: «Recibiréis -dice- la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.

Poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia

Por ello, la intención de los cinco sermones de Cuaresma que comenzamos hoy, indicó el Predicador de la Casa Pontificia, es animarnos a poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales.

“En otras palabras, retomar la apremiante invitación que el Resucitado dirige, en el Apocalipsis, a cada una de las siete Iglesias de Asia Menor: ‘El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias’ (Ap 2, 7). Es la única manera, entre otras cosas, que tengo para no permanecer completamente ajeno al compromiso en curso con el sínodo”.

El Espíritu Santo guía a los apóstoles y a la comunidad cristiana

En este primer sermón, precisó el cardenal Cantalamessa, me limito a recoger la lección que nos llega de la Iglesia naciente. En otras palabras, quisiera mostrar cómo el Espíritu Santo guio a los apóstoles y a la comunidad cristiana a dar sus primeros pasos en la historia. Cuando las palabras de Jesús antes citadas sobre la asistencia del Paráclito fueron escritas por Juan, la Iglesia ya había tenido experiencia práctica de ella, y es precisamente esta experiencia, nos dicen los exegetas, la que se refleja en las palabras del evangelista.

“Los Hechos de los Apóstoles nos muestran una Iglesia que es, paso a paso, ‘guiada por el Espíritu’. Su guía se ejerce no sólo en las grandes decisiones, sino también en las cosas menores. No es un camino recto y suave, el de la Iglesia naciente. La primera gran crisis es la relativa a la admisión de gentiles en la Iglesia. No hay necesidad de recordar su desarrollo. Sólo nos interesa recordar cómo se resuelve la crisis”.

No se trata de hacer arqueología de la Iglesia, sino de sacar a la luz, siempre de nuevo, el paradigma de toda elección eclesial. De hecho, no cuesta mucho ver la analogía entre la apertura que entonces se tomaba hacia los gentiles, con la que se impone hoy hacia los laicos, especialmente a las mujeres, y a otras categorías de personas.

El papel de los laicos en la Iglesia

Si miramos con detenimiento, es la misma motivación que impulsó a los Padres del Concilio Vaticano II a redefinir el papel de los laicos en la Iglesia, es decir, la doctrina de los carismas.

Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia (LG 12).

La naturaleza jerárquica y también carismática de la Iglesia

Estamos ante el redescubrimiento de la naturaleza no sólo jerárquica sino también carismática de la Iglesia. San Juan Pablo II, en la «Novo millennio ineunte» (n. 45) lo hará aún más explícito al definir a la Iglesia como jerarquía y como koinonía.

“En una primera lectura, la reciente constitución sobre la reforma de la Curia ‘Praedicate Evangelium’ (aparte de todos los aspectos jurídicos y técnicos que desconozco por completo) me dio la impresión de estar dando un paso adelante en esta misma dirección: es decir, en aplicar el principio sancionado por el Concilio a un sector particular de la Iglesia que es su gobierno y a una mayor implicación en él de los laicos y las mujeres”.

Principios inspiradores sobre la práctica eclesial

Pero ahora tenemos que dar todavía un paso más. El ejemplo de la Iglesia apostólica nos ilumina no sólo sobre los principios inspiradores, es decir, sobre la doctrina, sino también sobre la práctica eclesial.

“Nos dice que no todo se resuelve con las decisiones tomadas en un sínodo, o con un decreto. Existe la necesidad de llevar estas decisiones a la práctica, la llamada «recepción» de los dogmas. Y para eso necesitamos tiempo, paciencia, diálogo, tolerancia; a veces incluso compromiso. Cuando se hace en el Espíritu Santo, el compromiso no es ceder, ni rebajar la verdad, sino llevarlo a cabo con caridad y obediencia a las situaciones. ¡Cuánta paciencia y tolerancia tuvo Dios después de dar el Decálogo a su pueblo! ¡Cuánto tiempo tuvo que esperar, y todavía tiene que esperar, para su recepción!”.

Las realidades políticas, sociales y eclesiales

Ante los acontecimientos y las realidades políticas, sociales y eclesiales, nosotros estamos listos para tomar inmediatamente partido por un lado y demonizar, al contrario, a desear el triunfo de nuestra elección sobre la de nuestros adversarios.

“No digo que esté prohibido tener preferencias: en el campo político, social, teológico, etc., o que sea posible no tenerlas. Sin embargo, nunca debemos esperar que Dios se ponga de nuestro lado contra el adversario. Tampoco debemos preguntárselo a quienes nos gobiernan. Es cómo pedirle a un padre que elija entre dos hijos; cómo decirle: “Elige: yo o mi oponente; ¡muestra claramente con quien estás!” ¡Dios está con todos y por eso no está contra nadie! Es el padre de todos”.

La amabilidad y la bondad

Hay una prerrogativa de Dios en la Biblia que a los Padres les encantaba subrayar: la synkatabasis, es decir, la condescendencia. Para San Juan Crisóstomo es una especie de clave para comprender toda la Biblia.

La amabilidad -hoy diríamos también cortesía- es algo distinto de la simple bondad; es ser bueno con los demás. Dios es bueno en sí mismo y es bondadoso con nosotros. Es uno de los frutos del Espíritu (Gal 5,22); es un componente esencial de la caridad (1 Cor 13, 4) y es el marco de un alma noble y superior. Ocupa un lugar central en la exhortación apostólica.

Hacia una Iglesia, un poco más condescendientes y tolerantes

Este año celebramos el cuarto centenario de la muerte de un santo que fue un excelente modelo de esta virtud, en una época también marcada por amargas controversias: San Francisco de Sales. Todos deberíamos volvernos, en la Iglesia, un poco más condescendientes y tolerantes, menos colgados de nuestras certezas personales, conscientes de cuántas veces hemos tenido que reconocer dentro de nosotros mismos que estábamos equivocados sobre una persona o una situación, y cuántas veces nosotros también hemos tenido que adaptarnos a las situaciones. En nuestras relaciones eclesiales, afortunadamente, no existe -ni debe existir- esa propensión a insultar y vilipendiar al adversario que se advierte en ciertos debates políticos y que tanto daño hace a la pacífica convivencia civil.

No condenéis y no seréis condenados

Jesús dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados… ¿Cómo es que ves la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?  (Mt 7, 1-3). ¿Es posible vivir, nos preguntamos, sin juzgar nunca? ¿No es la capacidad de juzgar parte de nuestra estructura mental y no es un don de Dios? En la versión de Lucas, al mandato de Jesús: «no juzguéis y no seréis juzgados» le sigue inmediatamente, como para aclarar el sentido de estas palabras, el mandato: «no condenéis y no seréis condenados» (Lc 6, 37). Por lo tanto, no se trata de eliminar el juicio de nuestro corazón, ¡sino de eliminar el veneno de nuestro juicio! Eso es el odio, la condena, el ostracismo.

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Comentarios
25 comentarios en “Cardenal Cantalamessa: «Renovación continua no es otra cosa que la necesidad de conversión continua»
    1. Basta leer este discurso, para darse cuenta que contiene diversos errores y muy graves, lo cual es normal, pues Francisco no lo tendría en el cargo que lo tiene si fuera de buena doctrina.

      1. Dada tu docta y reconocido doctrina, ¿puedes hacernos el favor de glosar todos y tan graves errores que ha cometido?, ¿esos que, según tú, no son «buena doctrina?. Gracias,

        1. Por una vez estoy de acuerdo con el Troll, Cantalamessa fue predicador con Juan Pablo y Benedicto y no fue removido de su cargo nunca. Tal vez no me gustaron sus coqueteos con los carismáticos, pero fuera de eso, no veo error doctrinal por ninguna parte

          1. Perdona. Yo no soy ningún troll, sino un comentador de este blog.
            Un poco de respeto, no me compares.

        2. Pues aquí mismo, en esta noticia, tiene uno:

          «¡Dios está con todos y por eso no está contra nadie! Es el padre de todos”.

          Y sobre que no le destituyera ni JPII ni BXVI, no es garantía de absolutamente nada. Acabo de darle la prueba: lanza un disparate teológico PESE a no haber sido destituido antes. ¿Ve como un hecho no se deriva ni protege del otro hecho?

          Además, como si no hubiera prelados, a día de hoy, totalmente heterodoxos que no sólo no fueron destituidos por los Papas anteriores, sino que están donde están porque ellos les pusieron ahí. Lo cual no convierte en herejes a quienes les nombraron (no les nombraron por decir herejías ni para que las dijeran, además de que el único responsable por sostener herejías o errores teológicos es la persona que hace tal cosa).

          1. A todos los obispos los ha nombrado alguien. Y lo que dicen esos obispos es exclusiva responsabilidad suya, no de quien los ha nombrado, que no les obliga a decirlo apuntándoles con una pistola en la sien.

          2. Ah, y a los cardenales no se les nombra: un Papa los crea cardenales (esa es la expresión correcta). Y ellos, como los obispos, también son responsables de sus palabras y de sus silencios.

        3. Yo también veo errores en Cantalamessa. Sin ánimo de ser exhaustivo, destaco diez errores en esta predicación:
          1- Hablar de “amarga lección que nos ha dejado la historia de la Iglesia a finales del siglo XIX y principios del XX, es decir, el retraso, más aún el rechazo, de tomar nota de los cambios que se estaban produciendo en la sociedad, y de la crisis del Modernismo que fue su consecuencia.” Cuando en contra de lo que dice el predicador, precisamente buenos papas de la época descubrieron los inicuos cambios y los combatieron con inteligencia.

          1. 2- Decir: “La falta de diálogo, empujó a modernistas …a posiciones… h e r é t i c a s; privó a la Iglesia de una enorme energía, provocando en ella … retraerse, cada vez más, en sí misma, perdiendo de este modo el ritmo de los tiempos.” Cuando contra lo que dice Cantalamessa, las h e r e j í a s modernistas no fueron inducidas por la Iglesia, y además la Iglesia no perdió el ritmo de los tiempos, sino que mantuvo la luz en los tiempos novedosos. También debemos considerar que el diálogo no convierte, sino la enseñanza de la verdad, cosa que la Iglesia no dejó de promover.
            3- Afirmar: “Gracias al Concilio Vaticano II la historia y la vida de la Iglesia no se detuvieron.” Cuando en contra de lo dicho por el cardenal, antes del Vaticano II la Iglesia no se había detenido, sino que se mostraba muy activa y fecunda, mientras que lo que supuso un freno fue precisamente el último concilio.

          2. 4- Cantalamessa dice: “Necesitamos renovar la misma novedad”, pero el estilo de renovación que él propone es rupturista, mientras que toda renovación debe conservar el depósito de la Tradición.
            5- El predicador afirma que hay que: “Poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales.” Lo cual es una forma de manipular a los fieles, haciéndoles creer que los cambios erráticos que promueve el sínodo de la sinodalidad son por inspiración del Espíritu Santo, cosa que no es posible, pues el Espíritu no puede contradecirse a sí mismo.

          3. 6- El cardenal dice: “No cuesta mucho ver la analogía entre la apertura que entonces se tomaba hacia los gentiles, con la que se impone hoy hacia los laicos, especialmente a las mujeres, y a otras categorías de personas.” Lo cual significa que Cantalamessa tergiversa la realidad y parece apoyar la ideología de género que quiere ser “inclusiva” favoreciendo diversas formas de ser persona (supuestamente distintas de hombre y mujer).
            7- El predicador dice: “Existe la necesidad de llevar estas decisiones a la práctica, la llamada «recepción» de los dogmas. Y para eso necesitamos tiempo, paciencia, diálogo, tolerancia; a veces incluso compromiso.” Cuando lo que diga ese sínodo no puede considerarse como dogma, y lo que sí es dogma, debe enseñarse sin compromisos con el mundo.

          4. 8- El cardenal señala: “Ante las realidades políticas, sociales y eclesiales, nosotros estamos listos para tomar inmediatamente partido por un lado y demonizar al contrario… nunca debemos esperar que Dios se ponga de nuestro lado contra el adversario… ¡Dios está con todos y por eso no está contra nadie! Es el padre de todos.” Cuando en contra de lo que dice Cantalamessa, el bien y la verdad son realidades objetivas, y por lo tanto sólo hay un lado correcto, que es el único que Dios apoya. Además, como enseña el Concilio de Florencia, Dios es Padre de los que adopta en el bautismo, pero no lo es de los no bautizados.

          5. 9- Manipulando la biografía de San Francisco de Sales, que pretende poner como un condescendiente con el error (cuando precisamente fue amable pero firme contra los que se habían separado de la doctrina), el predicador afirma: “Todos deberíamos volvernos, en la Iglesia, un poco más condescendientes y tolerantes.” Cuando en contra de lo dicho por Cantalamessa, no se puede condescender con el error. Una cosa es corregir con caridad, y otra muy distinta permitir el mal.
            10- El predicador se equivoca en la forma que dice: “Se trata de eliminar… el odio, la condena, el ostracismo.” Aquí está mezclando conceptos distintos, ya que cuando la Iglesia condena el pecado, no lo hace con odio, sino con y por caridad. Precisamente por amor al pecador, para que se convierta y se salve.

        4. Claro que es de docta doctrina, puesto que en muchas ocasiones, ambos, Sacerdote Católico y Sacerdote Mariano han señalado los errores tanto de algunos jerarcas como del mismo Papa siempre fundamentados en la recta Doctrina de la Iglesia y jamás han expresado su opinión personal…. Que tú te hagas tonto o no leas es otra cosa.

  1. 8- El cardenal señala: “Ante las realidades políticas, sociales y eclesiales, nosotros estamos listos para tomar inmediatamente partido por un lado y demonizar al contrario… nunca debemos esperar que Dios se ponga de nuestro lado contra el adversario… ¡Dios está con todos y por eso no está contra nadie! Es el padre de todos.” Cuando en contra de lo que dice Cantalamessa, el bien y la verdad son realidades objetivas, y por lo tanto sólo hay un lado correcto, que es el único que Dios apoya. Además, como enseña el Concilio de Florencia, Dios es Padre de los que adopta en el bautismo, pero no lo es de los no bautizados.

      1. Joder, Cantamañanas tiene razón, para que tanta resistencia al mundo, para qué tantas guerras carlistas y otras en defensa de la Tradición, hay que adaptarse al mundo como se hizo finalmente, pero tarde, en el glorioso concilio que tantos y abundantes frutos nos ha dado. Para que murieron tantos mártires, por nada, si al final lo que cuenta es ir a favor del mundo, del progreso, del modernismo, no en contra. No a la guerra. Hay que ser flexibles, libertinos, nada de rígidos, misericordiosos con todas las religiones, por que todos van a ir al cielo, qué mas da la religión que sea, Dios no puede castigar a nadie, eso son visiones reaccionarias del pasado. Viva el amor, si hay amor que importa el sexo, viva el orgullo y el arcoiris.Y viva por último la revolución sinodal y la democracia del pueblo dirigiendo los designios de la iglesia. El espíritu nos sopla como bien dice nuestro hermano Renovado.

  2. Según San Pío X los modernistas dicen que la Tradición es una experiencia.
    El pentecostalismo carismatico consiste precisamente en experiencias sensibles que son supuestamente el Espíritu Santo revelando novedades.
    Cantalamesa piensa que los modernistas sólo son los modernistas radicales, los otros como él no.
    Tiene una forma muy cutre de justificar la sinodalidad aludiendo al Apocalipsis. Al final el sínodo va a ser un corrillo de brujas y mediums hablando en lenguas sus nuevas experiencias.
    Todo lo que dice es una ida de olla pero sin excesos progresistas.

  3. La misma base del mensaje está viciada. «La Iglesia perdió el ritmo de los tiempos». Esta y no otra es la base de la desgracia de la Iglesia actual: «decidió ir con los tiempos», el famoso «aggiornamento» originario del Concilio catastrófico. La Iglesia debía «seguir» al mundo, ponerse al día con «el mundo», con lo cual pasaba de ser «luz del mundo» a «seguidora del mundo» y de «sus tiempos». Otro error de monseñor es la afirmación lapidaria sobre la filiación divina: «¡Dios es el padre de todos!». Pues no monseñor, el catecismo nos dice que es el bautismo es el que nos hace «Hijos de Dios», de hecho, la expresión de que los cristianos somos el «Pueblo de Dios», el «Nuevo Israel», es rebajarnos un grado, porque nosotros somos la familia de Dios, sus hijos. Y sólo nosotros, no todos.

  4. Este es un hereje de libro, Cantalamessa, su aspecto engaña, es un adorador del mundo. El mundo el principal enemigo del hombre y de Cristo, ya dijo Él, yo he vencido al mundo. Pues bien, estos renegados en vez de seguir a Cristo, se entregaron y abrazaron al mundo, y encima lo justifica con que la iglesia perdió el tren que la llevaba al cielo, menos mal que en el concilio cambió de rumbo y ahora va a toda marcha rumbo al averno. Mal dito seas tu y todos los de tu ralea modernista des graciado. Te reto en el cielo, prepárate, soy un requeté. NADA SIN DIOS

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