El Papa «triste» por el encarcelamiento del obispo Rolando Álvarez, pide rezar por él

Papa ángelus (Vatican Va)
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La reciente noticia del encarcelamiento a 26 años de prisión de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, por parte del dictatorial y opresivo régimen de Daniel Ortega, hacia esperar un comentario del Papa sobre la grave situación que atraviesa la Iglesia en Nicaragua.

A pesar de que en muchas otras ocasiones, cuando la situación ya era especialmente tensa, Roma daba silencio como respuesta, en esta ocasión el Papa aprovechó al final del ángelus para tratar este asunto.

«Las noticias que llegan desde Nicaragua me han entristecido no poco, y no puedo dejar de recordar aquí con preocupación al obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, a quien tanto quiero, condenado a 26 años de cárcel, y también a las personas que han sido deportadas a Estados Unidos», dijo el Papa desde el balcón.

El Santo Padre afirmó que reza «por ellos y por todos los que sufren en esa querida Nación, y pido sus oraciones. Pidamos también al Señor, por intercesión de la Inmaculada Virgen María, que abra el corazón de los responsables políticos y de todos los ciudadanos a la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor, y se alcanza mediante el ejercicio paciente del diálogo». A continuación, se rezó un Ave María.

Francisco también pidió seguir «estando cerca, con la oración y el apoyo concreto, de las víctimas del terremoto en Siria y Turquía» e invitió a no olvidar «a la atormentada Ucrania».

Comentario del Evangelio del día

En cuanto a la reflexión dominical antes del rezo del ángelus, el Obispo de Roma leyó el pasaje del  Evangelio de la liturgia que Jesús dice: «No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17).

«Dar cumplimiento: ésta es una palabra clave para entender a Jesús y su mensaje. ¿Pero qué significa este “dar cumplimiento”? Para explicarlo, el Señor comienza diciendo lo que no es cumplimiento. La Escritura dice «no matarás», pero para Jesús esto no basta si luego se hiere a los hermanos con las palabras; la Escritura dice «no cometerás adulterio», pero esto no basta si luego se vive un amor salpicado por la doblez y la falsedad; la Escritura dice «no jurarás en falso», pero no basta hacer un juramento solemne si luego se actúa con hipocresía (cf. Mt 5,21-37). Así no hay cumplimiento», señaló el Pontífice.

El Papa subrayó que «el mensaje es claro: Dios nos ama primero, gratuitamente, dando el primer paso hacia nosotros sin que lo merezcamos; y, por ende, nosotros no podemos celebrar su amor sin dar a nuestra vez el primer paso para reconciliarnos con quienes nos han herido. Así hay cumplimientos a los ojos de Dios, de lo contrario la observancia externa, puramente ritualista, es inútil se convierte en una ficción».

«Los mandamientos que Dios nos ha dado no deben encerrarse en las cajas fuertes asfixiantes de la observancia formal, pues de lo contrario nos quedamos en una religiosidad externa y desapegada, siervos de un «dios amo» en lugar de hijos de Dios Padre. Jesús quiere esto: que no tengamos la idea de servir a un Dios amo, sino al Padre, y por esto es necesario ir más allá de la letra», agregó el Sucesor de Pedro.

El Papa recordó que «Dios no razona con cálculos y tablas; Él nos ama como un enamorado: ¡no hasta el mínimo, sino hasta el máximo! No nos dice: «Te amo hasta cierto punto». No, el verdadero amor nunca llega hasta un punto determinado y nunca se siente satisfecho; el amor va siempre más allá, no puede hacer menos. El Señor nos lo mostró dando su vida en la cruz y perdonando a sus asesinos. Y nos ha confiado el mandamiento que más aprecia: que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. ¡Este es el amor que da cumplimiento a la Ley, a la fe, a la verdadera vida!»

Francisco lanzó varias preguntas a los fieles invitándoles a la reflexionar: «¿cómo vivo yo mi fe? ¿Es una cuestión de cálculo, de formalismo, o es una historia de amor con Dios? ¿Me conformo solo con no hacer el mal, con mantener «la fachada», o intento crecer en el amor a Dios y a los demás? Y de vez en cuando ¿me confronto a mí mismo con el gran mandamiento de Jesús, me pregunto si amo a mi prójimo como Él me ama? Porque tal vez somos inflexibles para juzgar a los demás y nos olvidamos de ser misericordiosos, como Dios lo es con nosotros».