Los cinco elementos clave del Papa para la tarea de la evangelización

Papa audiencia (Vatican Media)
|

El Papa Francisco ha pronunciado esta mañana en el Aula Pablo VI su tercera catequesis sobre La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. Jesús, maestro del anuncio.

La catequesis ha girado sobre cinco aspectos que el Papa considera especialmente importantes para llevar a cabo la tarea de la evangelización: alegría, liberación, luz, sanación y asombro.

Les ofrecemos la catequesis completa pronunciada por Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El miércoles pasado reflexionamos sobre Jesús como modelo de anuncio, sobre su corazón pastoral siempre tendido hacia los demás. Hoy lo contemplamos como el maestro de la proclamación. Dejémonos guiar por el episodio en el que predica en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Jesús lee un pasaje del profeta Isaías (cf. 61,1-2) y luego sorprende a todos con un «sermón» muy breve, de una sola frase.

Dice: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído» (Lc 4,21). Este fue el sermón de Jesús: ‘Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído’. Esto significa que para Jesús ese pasaje profético contiene la esencia de lo que quiere decir sobre sí mismo. Por eso, siempre que hablemos de Jesús, debemos remontarnos a ese primer anuncio suyo. Veamos pues en qué consiste este primer anuncio. Se pueden identificar cinco elementos esenciales.

El primer elemento es la alegría. Jesús proclama: «El Espíritu del Señor está sobre mí, […] me ha enviado a dar buenas nuevas a los pobres» (v. 18), es decir, un anuncio de alegría. Alegría: no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una maravillosa historia de amor que hay que compartir.

Dar testimonio de Jesús, hacer algo por los demás en su nombre, es decir entre líneas de la vida que uno ha recibido un don tan hermoso que no hay palabras suficientes para expresarlo. En cambio, cuando falta la alegría, el Evangelio no pasa, porque él -lo dice la misma palabra- es buen anuncio, y Evangelio significa buen anuncio, anuncio de alegría. Un cristiano triste puede hablar de cosas bellas, pero todo es en vano si el anuncio que transmite no es alegre. Un pensador dijo: «un cristiano triste es un cristiano triste»: no lo olvides.

Pasemos al segundo aspecto: la liberación. Jesús dice que fue enviado «a proclamar la liberación a los cautivos» (ibíd.). Esto significa que el que anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no, no puede presionar a los demás, sino aliviarlos: no imponer cargas, sino aliviar de ellas; traer paz, no traer culpa.

Por supuesto, seguir a Jesús implica ascesis, implica sacrificio; al fin y al cabo, si toda cosa buena lo requiere, ¡cuánto más la realidad decisiva de la vida! Pero los que dan testimonio de Cristo muestran la belleza de la meta, más que la fatiga del camino. Nos habrá ocurrido contarle a alguien un hermoso viaje que hemos hecho. Por ejemplo, habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que vimos y experimentamos, no del tiempo que tardamos en llegar y de las colas en el aeropuerto, ¡no! Así pues, todo anuncio digno del Redentor debe comunicar la liberación. Como la de Jesús. Hoy hay alegría, porque he venido a liberar.

Tercer aspecto: la luz. Jesús dice que vino a «dar la vista a los ciegos» (ibid.). Llama la atención que en toda la Biblia, antes de Cristo, no aparezca nunca, jamás, la curación de un ciego. Era, en efecto, una señal prometida que vendría con el Mesías. Pero aquí no se trata sólo de la vista física, sino de una luz que hace ver la vida de una manera nueva. Hay una «venida a la luz», un renacimiento que sólo ocurre con Jesús.

Si lo pensamos bien, así empezó para nosotros la vida cristiana: con el Bautismo, que en la antigüedad se llamaba «iluminación». ¿Y qué luz nos da Jesús? Él nos trae la luz de la filiación: Él es el Hijo amado del Padre, que vive para siempre; y con Él también nosotros somos hijos de Dios, amados para siempre, a pesar de nuestros errores y faltas. Entonces la vida ya no es un avance ciego hacia la nada, no: no es una cuestión de destino o suerte. No es algo que dependa del azar o de los astros, ni de la salud o las finanzas, no.

La vida depende del amor, del amor del Padre, que cuida de nosotros, sus hijos predilectos. ¡Qué maravilloso es compartir esta luz con los demás! ¿Se te ha ocurrido pensar que la vida de cada uno de nosotros -mi vida, tu vida, nuestra vida- es un acto de amor? ¿Es una invitación al amor? ¡Esto es maravilloso! Pero tantas veces lo olvidamos, ante las dificultades, ante las malas noticias, incluso ante -y esto es malo- la mundanidad, el modo de vida mundano.

Cuarto aspecto de la proclamación: la curación. Jesús dice que vino «a poner en libertad a los oprimidos» (ibid.). Oprimidos son aquellos que en la vida se sienten aplastados por algo que sucede: enfermedades, fatigas, cargas en el corazón, culpas, errores, vicios, pecados… Oprimidos por esto: piensa por ejemplo en la culpa. ¿Cuántos de nosotros hemos sufrido esto? Pensemos un poco en una culpa de eso, de lo otro… Oprimirnos, sobre todo, es ese mal que ninguna medicina ni remedio humano puede curar: el pecado. Y si uno tiene culpa por algo que ha hecho, y eso sienta mal… Pero la buena noticia es que con Jesús este antiguo mal, el pecado, que parece invencible, ya no tiene la última palabra. Puedo pecar porque soy débil.

Cada uno de nosotros puede hacerlo, pero esa no es la última palabra. La última palabra es la mano tendida de Jesús que te levanta del pecado. Y Padre, ¿cuándo ocurre esto? ¿Una vez? No. ¿Dos veces? No. ¿Tres veces? No. Siempre. Siempre que estés enfermo, el Señor tiene la mano tendida. Sólo tienes que agarrarte y dejar que Él te lleve. La buena noticia es que con Jesús este antiguo mal ya no tiene la última palabra: la última palabra es la mano tendida de Jesús que te lleva.

Del pecado Jesús siempre nos cura. ¿Y cuánto tengo que pagar por la curación? Nada. Él siempre nos cura gratuitamente. Invita a los que están «cansados y oprimidos» -lo dice el Evangelio-, los invita a venir a Él (cf. Mt 11,28). Por eso, acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevarlo al médico del corazón, que eleva su vida. Es decir: «Hermano, hermana, yo no tengo respuestas a tantos de tus problemas, pero Jesús te conoce, Jesús te ama, Él puede curarte y aliviar tu corazón». Los que llevan cargas necesitan una caricia en el pasado. Tantas veces oímos: «Pero necesitaría sanar mi pasado… Necesito una caricia a ese pasado que tanto me pesa…». Necesita perdón. Y los que creen en Jesús tienen precisamente esto para dar a los demás: el poder del perdón, que libera al alma de toda deuda. Hermanos, hermanas, no lo olvidéis: Dios lo olvida todo. ¿Por qué? Sí, olvida todos nuestros pecados, no tiene memoria de ellos. Dios perdona todo porque olvida nuestros pecados. Sólo tenemos que acercarnos al Señor y Él nos perdona todo. Piensa en algo del Evangelio, en aquel que empezó a hablar: «¡Señor, he pecado!». Ese hijo… Y el papá le pone la mano en la boca.

«No, está bien, nada…» No le deja terminar… Y eso está bien. Jesús nos espera para perdonarnos, para restaurarnos. ¿Y cuánto? ¿Una vez? ¿Dos veces? No. Siempre. «Pero Padre, siempre hago lo mismo…» Y también hará siempre lo mismo: perdonarte, abrazarte. Por favor, no desconfiemos. Así es como se ama al Señor. Quien lleva cargas y necesita una caricia en el pasado, necesita perdón, sepa que eso lo hace Jesús. Y eso es lo que da Jesús: liberar el alma de toda deuda. La Biblia habla de un año en el que uno se liberaba de la carga de la deuda: el Jubileo, el año de gracia. Como si fuera el último punto de la proclamación.

En efecto, Jesús dice que ha venido «a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,19). No fue un jubileo planeado, como los que estamos haciendo ahora, que todo está planeado y pensamos cómo hacer qué no hacer… No. Pero con Cristo, la gracia que hace nueva la vida siempre llega y asombra. Cristo es el Jubileo de cada día, de cada hora, que se acerca a ti, para acariciarte, para perdonarte. Y el anuncio de Jesús debe traer siempre el asombro de la gracia.

Este asombro… «No puedo creer, he sido perdonado, he sido perdonado» ¡Pero tan grande es nuestro Dios! Porque no somos nosotros los que hacemos grandes cosas, sino que es la gracia del Señor la que, incluso a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles. Y éstas son las sorpresas de Dios. Dios es un maestro de las sorpresas. Siempre nos sorprende, siempre nos espera. Venimos, y Él está esperando. Siempre. El Evangelio va acompañado de un sentimiento de asombro y novedad que tiene un nombre: Jesús.

Que nos ayude a proclamarla como Él quiere, comunicando alegría, liberación, luz, curación y maravilla. Así se comunica a Jesús.

Una última cosa: esta buena nueva, dice el Evangelio, se dirige «a los pobres» (v. 18). A menudo nos olvidamos de ellos, y sin embargo son los destinatarios explícitamente mencionados, porque son los amados de Dios. Hagamos memoria de ellos y recordemos que, para acoger al Señor, cada uno de nosotros debe hacerse «pobre por dentro».

Con esa pobreza que le hace a uno decir… «Señor necesito perdón, necesito ayuda, necesito fuerza». Esta pobreza que todos tenemos: hacernos pobres desde dentro. Se trata de superar toda pretensión de autosuficiencia para entenderse necesitado de la gracia, y siempre necesitado de Él. Si alguien me dice: Padre, ¿cuál es el camino más corto para conocer a Jesús? Hazte el necesitado. Hazte necesitado de gracia, necesitado de perdón, necesitado de alegría. Y Él vendrá a ti.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
12 comentarios en “Los cinco elementos clave del Papa para la tarea de la evangelización
  1. El lenguaje de Francisco parece el de un animador de la nueva era, que propone sentimientos supuestamente positivos, pero no porta un contenido sólido.
    Lo que requiere la evangelización es intentar convencer con argumentos para atraer almas a la Iglesia. Así lo hizo San Francisco de Sales cuando redactaba y distribuía por las casas sus controversias , y así logró convertir a miles de calvinistas.
    Si San Francisco de Sales hubiera hecho caso a Francisco y hubiera renunciado al proselitismo, no hubiera logrado esas conversiones.

  2. La alegria, liberación, luz, curación, perdón , pero se le ha olvidado mencionar la resiliencia, la solidaridad, el acompañamiento, la calefacción y el agua corriente

  3. Tienes 86 años y 10 años de pontificado, ya deberías de retirarse para dar paso al cónclave con el fin de discutir la situación de la Iglesia y nombrar otro papa de acuerdo con las necesidades actuales.

    La evangelización no sirve de nada si vas contra el proselitismo. Tampoco si aprobaste la Amoris laetitia con la comunión y absolución de los adúlteros impenitentes, dado que aboliste los actos morales católicos intrinsece malum y los substituiste por los actos morales luteranos bonum imperfectum et incompletum, gracias a los cuales, cuando hay un bien posible (amor, fidelidad, asistencia) presente en un acto moral intrinsece malum (adulterio, homosexualidad), entonces este intrinsece malum no es pecado grave y sí es un acto salvífico y santificable.

    ¿No te das cuenta de ello, Bergoglio, que tú has relativizado desde el 2016 toda la moral católica hasta hacerla luterana?

  4. Esta «catequesis» del Papa (por llamarla de alguna manera), está plagada de errores contra la doctrina católica. Oremos al Papa Benedicto XVI para que interceda a fin de que Dios nos libre pronto de este pontificado.

  5. Mi comentario va dirigido en primer lugar a INFOVATICANA para darle las gracias por la publicación de esta hermosa catequesis del papa FRANCISCO. La leo con admiración, provecho y gratitud. Realmente es un padre y un pastor que va sacando del baúl lo nuevo y lo viejo.

    1. «…va sacando del baúl lo nuevo y lo viejo»

      Sobre todo lo viejo: los errores sesenteros que usted comparte. Y lo nuevo, aquello que contradice a todos sus predecesores y que se da de tortas con la doctrina y moral católicas. De ahí su alborozo. Mejor conviértase a la fe católica y deje de alabar a quien no le va a salvar a usted, pues no será su abogado defensor el día de su juicio particular, ni servirán de eximente los errores compartidos, cuando ha tenido la posibilidad de no incurrir en ellos y usted ha elegido voluntariamente hacerlo. No me gustaría estar en sus zapatos entonces.

    2. Vete a dar el tostón a la calle y déjanos en paz. El tal Francisco considera la evangelización o proselitismo un veneno del que hay que huir, cuando es la misión principal del católico.

  6. La «sanación»….
    Qué Dios me perdone si estoy equivocado y por este comentario pero me parece que en la Iglesia Católica hay siete sacramentos cada uno con su especificidad y a través de los cuales nos llega la Gracia, uno de ellos es el sacramento de la penitencia; confesión o perdón de Dios, como quiera llamarsele.
    Me parece que era Lutero quién negó la existencia del Sacramento de la confesión, si estoy equivocado corregirme

  7. Toda evangelización necesita oración previamente antes de evangelizar. El E.S. vendrá en ayuda del evangelizador y por supuesto se manifestará en alegría, liberalización, luz, curación y perdón.

    Realmente si el papa Francisco no indica las características del proselitismo, quedan como huérfanas estas palabras del papa. Pero ha quedado claro qué es evangelizar para el Santo Padre.

    1. Y tan claro: lo mismo que para todo el mundo. La diferencia con lo que al respecto cree y enseña la Iglesia es que a él no le gusta porque «Dios quiere las religiones falsas (documento de Abu Dabi) y se salvan «todos, todos». En vez de confirmar a sus hermanos en la fe recibida, que debe conservar y transmitir, sustituye a ésta por sus ideas erróneas.

      1. Esas palabras del Santo Padre, «Dios quiere las religiones falsas», fue explicado más tarde por el mismo Papa.
        Al decir «quiere» es porque las permite.

        Aquí el problema está en que el papa Francisco no explica las diferencias que hay con el proselitismo; porque, podría ser, que las mismas características que tiene la evangelización para el Papa, las tuviera el proselitismo.

        1. «Esas palabras del Santo Padre […] fue explicado más tarde por el mismo Papa»

          Sí, explicó una cosa y su contraria: cuando Mons. Schneider, en audiencia privada, le puso contra las cuerdas, le dijo lo que quería oír, para, a los pocos días, contradecirse y afirmar justo lo contrario. No defienda lo indefendible, ande.

          «Aquí el problema está en que el papa Francisco no explica las diferencias que hay con el proselitismo»

          Eso no es problema. De hecho, no existen diferencias: son sinónimos, como ya le he explicado tropecientas veces (como también le he explicado que entre las atribuciones pontificias no se encuentra definir el significado de las palabras, que en nuestro caso corresponde a la RAE). Su falta de comprensión lectora no sólo se ve en este caso, sino en la evidente falta de entendimiento de un mandato tan sencillo como «apacienta a Mis corderos», que él entiende (o lo finge) como «manipula a los borregos», que no es lo mismo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles