(James McMillan/The Spectator)-Uno de los grupos encantados con el papado de Benedicto XVI fue el de los músicos. Él era uno de los nuestros. Tenía un piano de cola en su apartamento del Vaticano y tocaba (sobre todo su amado Mozart) con regularidad. Su amor por la música no se limitaba a la música litúrgica. También era capaz de ver la dimensión numinosa de la música en sus formas profanas. Cuando, dos años después de su renuncia, recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Pontificia Juan Pablo II de Cracovia, decidió pronunciar su discurso sobre la música. Me llaman la atención estas palabras: “En ningún otro ámbito cultural existe una música de igual grandeza que la nacida en el ámbito de la fe cristiana: desde Palestrina a Bach, pasando por Haendel, hasta Mozart, Beethoven y Bruckner. La música occidental es algo único, que no tiene igual en otras culturas”. Es vergonzoso que algunos profesores de música de nuestras universidades más prestigiosas duden en afirmar esto hoy en día.
Benedicto creía que las grandes obras de los compositores cristianos no podían haber aparecido por azar, sino que “sólo podían venir del cielo; música en la que se nos revela el júbilo de los ángeles por la belleza de Dios”. Una vez contó la experiencia de escuchar a Leonard Bernstein dirigir a Bach en un concierto en Munich. Se dirigió a su amigo, el obispo luterano Hanselmann, y le dijo: “Cualquiera que haya oído esto sabe que la fe es verdadera”.
A Benedicto XVI debió dolerle mucho que la música se convirtiera en un campo de batalla en la Iglesia católica tras las convulsiones de los años sesenta. El liturgista radical holandés Bernard Huijbers (1922-2003) fue el precursor de las nuevas ideas sobre la música litúrgica tras el Concilio Vaticano II. Defendió que el nuevo principio de «participación activa» requería un nuevo tipo de música litúrgica y un nuevo tipo de compositor litúrgico. Aconsejó que se abandonara el repertorio histórico de música sacra de la Iglesia y sus tradiciones interpretativas asociadas. Era un ejemplo típico de la creciente moda ideológica en la Iglesia que consideraba que la música sacra ya no tenía un lugar legítimo. Huijbers y sus muchos acólitos se refieren hoy a los músicos y a las tradiciones sacras de la Iglesia como si fueran una especie de “colonialismo musical”. Benedicto representó una valiente resistencia a esta revolución embrutecedora y una defensa del patrimonio y la tradición.
Sir James MacMillan es un compositor y director de orquesta escocés. Fue compositor y director de la BBC Philharmonic de 2000 a 2009 y de la Netherlands Radio Chamber Philharmonie de 2009 a 2013.
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Grande Benedicto XVI, tocar la musica de Mozart al piano no es facil. Pero hoy en dia son mas de musica satanica, que tambien la hay
¡Buenisimo artículo! Gracias.
Por favor, que nadie me malinterprete. Como anécdota está bien; pero dicen de Nerón que también tocaba la lira, y yo, que algo entiendo de pintura, he visto cuadros de Hitler que no estaban nada mal. La cuestión que subyace, y algunos han dejado entrever, es que están preparando la subida a los altares, a toda prisa, de Benedicto (los procesos de otros, con menos sombras, duermen el sueño de los justos). Yo no digo que un Pablo VI, por ejemplo, por sus virtudes personales no esté gozando de la visión beatífica de Dios, lo cual no quita que haya podido churrascarse o no en el purgatorio (una beata del siglo XIX vio a Salomón salir del purgatorio después de 3000 años), pero nombrarle Santo con el destrozo que hizo en la Iglesia… Creo que Benedicto debe de ser valorado por todo lo que ha sido su aportación a la iglesia, además de su virtudes personales, no por comparación con la mediocridad general de la jerarquía de la Iglesia a día de hoy.
Donde dice nombrarle Santo, entiéndase: declararle Santo.
Quién como… ¿Como quiere que nadie le malinterprete con la cantidad de necedades que dice usted en su comentario?
Es del todo imposible interpretarle de otro modo.
«con la cantidad de necedades que dice usted…»
Gracias por la flor, pero me estercolo en el tiesto. ¡Cretino!
Señale alguna de las necedades que según usted he dicho. ¡Estoy hasta las riñones de payasos faltones y meapilas!
Pues, comparar a Benedicto con Nerón no es ninguna barbaridad que digamos, jajajaja.
1) Nadie cuestiona que comparar a Bergoglio con Benedicto es comparar el atún con el betún.
2) Las alabanzas a Benedicto están llegando a un punto que tal parece que meaba colonia. Podrá ser admirado por su conducta, por su «doctrina» (entre comillas pues, que yo sepa, nunca se retractó públicamente de las desviaciones teológicas de sus libros, que seguramente se siguen publicando y llevando a error a quienes los leen), pero por ser un virtuoso del piano, de la flauta o de la zambomba… ¡ya nos vale! Si tanto le gustaba la música clásica, ¿por qué no quitó los guitarreros sentados en las escaleras de los presbiterios y las canciones profanas con letras adaptadas? 3) Se intenta canonizar el Concilio a través de la canonización, por vía rápida, de todos los papas posteriores a él, como le plazca a Bergoglio, que si sigue así acabará declarando Santo a su gato, como Calígula senador a su caballo.
Sigue…
Está paralizada la beatificación de Pío XII (el último papa que ha proclamado un dogma, el de la Asunción de Nuestra Señora), según dicen porque no hay milagro (tampoco hubo milagro para la canonización de Juan XXIII y no fue obstáculo), y la canonización del Beato Pío IX; estos dos cometieron un error, mantener la ortodoxia y no protestantizar la Iglesia como hizo Pablo VI, al que solo le faltó decir lo que Alfonso Guerra de España: «no la va a conocer ni la madre que la parió». A pesar de que no es dogma de fe, sino solo el parecer mayoritario de los teólogos, siempre tuve por cierto que aquellos que la Iglesia declaraba santos lo eran; a día de hoy, tengo dudas de que alguno de los que han canonizado últimamente lo sea.
«Pues, comparar a Benedicto con Nerón no es ninguna barbaridad que digamos’.
Señora, no de pellizquitos de monja que me ha entendido usted a la primera.
Ha entendido usted perfectamente lo que quería decir: el dominio de las bellas artes no es patrimonio de las personas buenas.
Patrimonio exclusivo, quise decir.
Estoy de acuerdo contigo.
Pero qusiera agregar que ya es hora de dejarlo en paz a Benedicto XVI. Los papas, así como vienen, se van.
¿Por qué nunca se habló de esto mientras vivió?
Ciertamente, leí un pequeñísimo libro de Stefan Zweig llamado » El Mesías de Hëndel» y luego oí la obra como nunca antes la había oído. Hëndel estaba convencido de que él fue un instrumento del Espíritu Santo y no el autor de la obra, razón por lo que nunca cobró por ella mientras vivió, los ingresos iban a una fundación caritativa. El Mesias está lleno de la Gloria de Dios desde el principio al final y eso es tan ostensible que nadie lo puede negar.
Vamos a ver,que eso no es nada nuevo
Al menos desde Platón quedó claro el nexo inexplicable que hay entre Verdad,Bondad y Belleza,dado que son las credenciales del Ser.
El último gran metafísico, Heidegger,desbordado por la enormidad del Ser,con humildad llega a decir que los que él tilda como «poetas esenciales»,están mejor capacitados para contemplar las verdades esenciales que los filósofos.
Desde la antiguedad se habla de «inspiración» en cualquier arte que de verdad lo sea,como algo recibido «de arriba»;los cristianos diríamos como una Gracia.
Y cómo bien dice Benedicto XVI no es casual que el Catolicismo haya engendrado tanta belleza.
Inextricable *
El santo de los que renuncian y dejan todo en manos del demonio. Amén.
Calla,demonio.
Que apestas a azufre¡!