Desafiando las críticas tradicionalistas a san Josemaría

San Josemaría Misa Tradicional
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(Eric Sammons en Crisis Magazine)-¿Qué es lo primero que piensa cuando oye «Opus Dei»? «¿Es el infame retrato de un monje albino asesino del Opus Dei representado en la inexacta historia presentada en El Código Da Vinci? ¿O quizás acusaciones sobre la naturaleza secreta del apostolado? O, lo que es más grave, ¿acusaciones de comportamiento sectario dentro del grupo? Tal vez lo vea como un club para católicos adinerados.

Para mucha gente, tanto católica como no católica, el Opus Dei causa una impresión negativa, ya sea justa o injustamente. Esto también es cierto entre muchos católicos tradicionalistas, y sus críticas se dirigen también al fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá. Normalmente se centran en dos cuestiones principales: el supuesto hiperpapalismo de san Josemaría y la aparente despreocupación del Opus Dei por la liturgia y la falta de apoyo a la Misa tradicional en latín.

Que san Josemaría era un firme defensor del papado y de la necesidad de que los católicos fueran obedientes al papa es cierto. En una ocasión escribió: Para mí, después de la Trinidad Santísima y de nuestra Madre la Virgen, en la Jerarquía del amor, viene el Papa» (Conversaciones con Josemaría Escrivá, 46) y «Ama, venera, reza, mortifícate —cada día con más cariño— por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia» (Forja, 134). Estas citas pueden entenderse de un modo que siga reconociendo que los papas pueden fallar y fallan a veces en su ministerio apostólico, pero a primera vista elevan claramente el papado a cotas ultramontanas. No hay duda de que san Josemaría apoyaba firmemente un seguimiento casi ciego del papa. 

Esta obediencia incuestionable, que hoy practica el Opus Dei, incomoda a muchos católicos tradicionales. Tal incomodidad es irónica, ya que un fuerte sentido de obediencia al papa era una parte indeleble del ethos de la Iglesia católica anterior al Vaticano II. Pero los tiempos han cambiado. Ahora la mayoría de los tradicionalistas ven (con razón) que los papas pueden cometer errores y que los católicos bajo su mando -tanto el clero como los laicos- tienen el derecho, y a veces incluso el deber, de denunciar esos errores si la salvación de las almas está en peligro. Esto no significa que los tradicionalistas hayan abandonado la obediencia, pero ahora entienden que no puede ser incuestionable ante los escándalos y errores que emanan del Vaticano.

La otra área de crítica tradicionalista es que el Opus Dei no se preocupa de la liturgia y no apoya la Misa tradicional en latín. Es cierto que los sacerdotes del Opus Dei celebran exclusivamente el Novus Ordo y no entran públicamente en las «guerras litúrgicas» ni abogan en modo alguno por la Misa tradicional en latín. Por ejemplo, que yo sepa, ningún sacerdote del Opus Dei presentó críticas a Traditionis Custodes, el motu proprio del papa Francisco que pretendía restringir la celebración de la misa tradicional.

Como autor de un libro libro sobre la espiritualidad de san Josemaría Escrivá, pero que también se considera un católico tradicional, me tomo en serio estas críticas. Escribí la primera edición de mi libro Holiness for Everyone: The Practical Spirituality of St. Josemaría Escrivá antes de ser tradicionalista, y mucha gente me ha preguntado si he cambiado mi visión sobre san Josemaría desde que escribí el libro. La respuesta corta es no. Pero, ¿qué opino de estas críticas al santo español y al apostolado que engendró?

Yo diría que ambas críticas tradicionalistas a san Josemaría Escrivá adolecen de anacronismo. No podemos sacar a alguien de su tiempo, insertarlo en el nuestro, y luego juzgarlo a partir de nuestra realidad actual. Cuando san Josemaría vivía, la inmensa, inmensa mayoría de los católicos tenía una visión hiperpapalista del papado, habiendo vivido en una época en la que todos los papas que se recuerdan eran firmes defensores de la fe católica tal y como nos ha sido transmitida. 

Por consiguiente, la actitud de san Josemaría hacia el papado le convirtió en un hombre de su tiempo. Un conocido contemporáneo del santo español fue el arzobispo Marcel Lefevre, fundador de la tradicionalista Sociedad de San Pío X. También él tenía opiniones fuertemente ultramontanas, quizá incluso más que san Josemaría. Sin embargo, en los años 80 (una década después de la muerte de san Josemaría) Lefevre desobedecería al papa Juan Pablo II a pesar de esas firmes convicciones sobre el papado.

¿Qué haría san Josemaría si viviera en la época del papa Francisco? No podemos saberlo con certeza.

La segunda crítica -que el Opus Dei no apoya la misa tradicional en latín- ignora la realidad de la Iglesia actual. Casi todas las órdenes religiosas y apostolados católicos del mundo celebran hoy exclusivamente el Novus Ordo, y muy pocos entran en las polémicas guerras litúrgicas. Además, la gran mayoría de los sacerdotes del Opus Dei celebran la misa del Novus Ordo con mucha más reverencia que la típica parroquia católica. Así, aunque el Opus Dei no defienda explícitamente una determinada posición litúrgica, la forma en que sus sacerdotes celebran la misa se inclina hacia una manera más tradicional.

Además, aunque el Opus Dei no defiende públicamente la misa tradicional en latín, no sabemos si san Josemaría lo haría si viviera hoy. Amaba profundamente la misa tradicional en latín. Fue la misa con la que creció, la que le formó y la que celebró toda su vida sacerdotal. De hecho, tras la implantación del Novus Ordo en 1969, obtuvo el permiso para seguir celebrando la misa tradicional en latín, lo que hizo durante los últimos cinco años de su vida (murió en 1975). 

No cabe duda de que Traditionis Custodes le habría entristecido profundamente, pero ¿se habría quejado públicamente? Es una hipótesis que no tiene respuesta.

Pero hay algo que sí sabemos: su espiritualidad, desarrollada décadas antes del Vaticano II, es aplicable a todos los católicos. Aunque muchos piensan que la «llamada universal a la santidad» es una invención del Vaticano II, fue el núcleo de la predicación de san Josemaría y tiene una profunda historia en la Iglesia. El propio san Josemaría, que defendió y popularizó apasionadamente el concepto, reconoció sin reparos que no fue su inventor. Es algo que se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia, y luego fue promovido por figuras como san Francisco de Sales y santa Teresa de Lisieux.

 

Publicado por Eric Sammons en Crisis Magazine

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana