Los votantes del estado de Montana rechazan proteger la vida del niño ya nacido

batalla final aborto Estados Unidos
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En el estado norteamericano de Montana, en las elecciones del martes, se presentaba una propuesta de ley para que se diera a los niños nacidos vivos tras un aborto fallido la misma atención que es obligada para cualquier ser humano. La propuesta fue rechazada por una mayoría de votos.

Ya no vale siquiera esa falacia de “mi cuerpo, mi decisión” (nunca se trató de una decisión sobre el cuerpo de la madre, sino del hijo). Aquí hablamos de un niño fuera del vientre de su madre, es decir, de alguien como cualquiera de nosotros después de nacer.

Esto tan terrible, en infanticidio sin más excusas, es, en un sentido siniestro, una buena noticia: ya no hay argumentos ni excusas ni coartadas falaces. Quieren tener libertad para deshacerse de un hijo, incluso si ya está en el mundo, separado de la madre.

Es común, en columnas y análisis, presentar la malhadada situación de nuestras sociedades como imposiciones de ciertas élites indefinidas, y no digo que no haya nada de esto, pero el drama de nuestro tiempo no es el de un pueblo sano oprimido por oligarquías malvadas, ni asegurar la forma más perfecta de representación política puede remediar por sí sola esta decadencia.

Muchos pretenden que la teoría de la ‘pendiente resbaladiza’ es una falacia, pero todos tenemos experiencia inmediata de cuál es la ruta, de cómo se aprueban leyes inicuas contra la vida o la familia recurriendo a casos dramáticos, para acabar abriendo la mano y convirtiendo a los médicos en matarifes y los hospitales en mataderos. Lo vemos con la eutanasia en los países que la aplican desde hace más tiempo, como Bélgica y Holanda, y sucede igual con el aborto que, como vemos en Montana (y, próximamente, en más estados), ya está desembocando en el infanticidio. Y, todo, con el sagrado marchamo de la ‘voluntad popular’.

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Comentarios
11 comentarios en “Los votantes del estado de Montana rechazan proteger la vida del niño ya nacido
  1. La democracia no es excusa para el crimen. Aunque lo diga la mayoría, eso no justifica leyes inicuas. Hay que combatir esas infamias con todos los recursos posibles.

  2. Esto de que todo pueda ser votado por el pueblo es una perversión muy antigua. Luego te enteras que los votos los cuenta además una maquinita mágica con algoritmos igualmente mágicos.
    Al final va a quedar claro que el orden social cristiano no había que quitarlo en una reunión ecuménica de obispos en nombre de una falsa libertad sin verdad, porque ese ya era el orden natural querido por Dios. ¿No será que a lo mejor esto de adulterar la iglesia tiene algo que ver con el famoso katejón que iba a ser quitado porque contenía al maligno? Parece que sí.

  3. Ya les advertí ante el exceso de optimismo por la resolución del Tribunal Supremo, que la soberanía popular envilecida ha hablado, y lo ha hecho como no podía ser de otra forma, a favor del derecho de las mujeres a cargarse al bebé que llevan dentro de su cuerpo. Desde la Revolución Francesa, la Verdad revelada por Dios y los Mandamientos es papel mojado, solo vale lo que decida el hombre endiosado por encima del derecho natural. La única verdad que vale en occidente es la de la mayoría democrática del pueblo soberano. Desde el concilio inicuo, la iglesia se apuntó al mismo criterio, y echó al cesto de los papeles los mandamientos de la Ley de Dios, declarados obsoletos, al decretar la libertad religiosa y que cualquier opinión era perfectamente válida para la salvación que ya no pasaba por Cristo Redentor. Dios no existe por que lo ha votado la mayoría de los ciudadanos y punto final a esta triste historia.

  4. ¿Cómo hemos de fiarnos de médicos que prometen defender la vida humana y se la cargan tan despiadadamente?
    ¿Un médico que le importa un pepino matar a un bebé indefenso, acaso va a esmerarse en curar al enfermo?

  5. El argumento de ir contra Dios no vale pues esta gente no cree en Dios y cuando no se cree en Dios, se cree en cualquier cosa, especialmente si los medios lo dicen.

    Supongo que la sociedad pagará las consecuencias, pero eso no es un consuelo demasiado bueno, porque serán los nietos de estos malvados los que paguen.

    1. Y por cierto, la mayoría de la jerarquía de la Iglesia (empezando por el Papa y siguiendo por gran parte de la Conferencia Episcopal de EEUU), está muy callada sobre estos temas, y prefiere hablar de ecología, racismo, inmigración y otras cuestiones.

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