Francisco: «La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas»

Papa Francisco Papa Francisco durante la audiencia (Vatican Media)
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En la audiencia general, el Papa Francisco continuó con su ciclo de catequesis sobre el discernimiento: «La vida espiritual tiene sus contraseñas: palabras que se refieren a lo que somos más sensibles. Es importante conocerlas para protegernos de quienes se presentan con palabras persuasivas para manipularnos y presentan con excesiva importancia cosas bellas pero ilusorias».

«El olvido de la presencia de Dios en nuestra vida va a la par que la ignorancia sobre nosotros mismos —ignorar a Dios e ignorarnos a nosotros—, la ignorancia sobre las características de nuestra personalidad y sobre nuestros deseos más profundos», ha señalado el Santo Padre.

El obispo de Roma ha afirmado que «La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas, presentadas con una importancia excesiva. De esta manera nos hipnotiza con lo atractivo que estas cosas suscitan en nosotros, cosas bellas pero ilusorias, que no pueden mantener lo que prometen, y así nos dejan al final con un sentido de vacío y de tristeza».

Les ofrecemos la catequesis completa pronunciada por el Papa Francisco sobre el discernimiento:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Seguimos tratando el tema del discernimiento. La vez pasada consideramos la oración como su elemento indispensable, entendida como familiaridad y confidencia con Dios. Oración, no como los loros, sino como familiaridad y confidencia con Dios; oración de los hijos al Padre; oración con el corazón abierto. Esto lo vimos en la última catequesis. Hoy quisiera, de forma casi complementaria, subrayar que un buen discernimiento requiere también el conocimiento de uno mismo. Conocerse a sí mismo. Y esto no es fácil. El discernimiento de hecho involucra a nuestras facultades humanas: la memoria, el intelecto, la voluntad, los afectos. A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficiente, y así no sabemos qué queremos realmente. Habéis escuchado muchas veces: “Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca ha sabido lo que quiere…”. Sin llegar a ese extremo, pero a nosotros también nos sucede que no sabemos bien qué queremos, no nos conocemos bien.

En la base de dudas espirituales y crisis vocacionales suele haber un diálogo insuficiente entre la vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva. Un autor de espiritualidad señaló que muchas dificultades en materia de discernimiento remiten a problemas de otro tipo, que deben ser reconocidos y explorados. Así escribe este autor: «He llegado a la convicción de que el obstáculo más grande al verdadero discernimiento (y a un verdadero crecimiento en la oración) no es la naturaleza intangible de Dios, sino el hecho de que no nos conocemos suficientemente a nosotros mismos, y no queremos ni siquiera conocernos por cómo somos verdaderamente. Casi todos nosotros nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los otros, sino también cuando nos miramos al espejo» (Th. Green, La cizaña entre el trigo, Roma, 1992, 25). Todos tenemos la tentación de enmascararnos también delante de nosotros mismos.

El olvido de la presencia de Dios en nuestra vida va a la par que la ignorancia sobre nosotros mismos —ignorar a Dios e ignorarnos a nosotros—, la ignorancia sobre las características de nuestra personalidad y sobre nuestros deseos más profundos.

Conocerse a uno mismo no es difícil, pero es fatigoso: implica un paciente trabajo de excavación interior. Requiere la capacidad de detenerse, de “apagar el piloto automático”, para adquirir conciencia sobre nuestra forma de hacer, sobre los sentimientos que nos habitan, sobre los pensamientos recurrentes que nos condicionan, y a menudo sin darnos cuenta. Requiere también distinguir entre las emociones y las facultades espirituales. “Siento” no es lo mismo que “estoy convencido”; “tengo ganas de” no es lo mismos que “quiero”. Así se llega a reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad a veces está un poco distorsionada. ¡Darse cuenta de esto es una gracia! De hecho, muchas veces puede suceder que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias del pasado, nos influyen fuertemente, limitando nuestra libertad de jugárnosla por lo que realmente cuenta en nuestra vida.

Viviendo en la era de la informática, sabemos lo importante que es conocer las “contraseñas” para poder entrar en los programas donde se encuentran las informaciones más personales y valiosas. Pero también la vida espiritual tiene sus “contraseñas”: hay palabras que tocan el corazón porque remiten a aquello por lo que somos más sensibles. El tentador, es decir el diablo, conoce bien estas palabras-clave, y es importante que las conozcamos también nosotros, para no encontrarnos ahí donde no quisiéramos. La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas, presentadas con una importancia excesiva. De esta manera nos hipnotiza con lo atractivo que estas cosas suscitan en nosotros, cosas bellas pero ilusorias, que no pueden mantener lo que prometen, y así nos dejan al final con un sentido de vacío y de tristeza. Ese sentido de vacío y de tristeza es una señal de que hemos tomado un camino que no era justo, que nos ha desorientado. Pueden ser, por ejemplo, el título de estudio, la carrera, las relaciones, todas cosas en sí loables, pero hacia las cuales, si no somos libres, corremos el riesgo de nutrir expectativas irreales, como por ejemplo la confirmación de nuestro valor. Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿lo piensas solamente para promoverte a ti mismo, por tu interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros. De este malentendido derivan a menudo los sufrimientos más grandes, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, es importante conocerse, conocer las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes llamativos y superficiales. Muchas veces lo que se dice en un programa en televisión, en alguna publicidad que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir a esa parte sin libertad. Estad atentos a eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o por las provocaciones del momento?

Una ayuda para esto es el examen de conciencia, pero no hablo del examen de conciencia que todos hacemos cuando vamos a la confesión, no. Esto es: “He pecado de esto, eso…”. No. Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día? “Han pasado muchas cosas…”. ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón? Hacer el examen de conciencia, es decir, la buena costumbre de releer con calma lo que sucede en nuestra jornada, aprendiendo a notar en las valoraciones y en las decisiones aquello a lo que damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué hemos encontrado al final. Sobre todo aprendiendo a reconocer qué sacia mi corazón. Porque solo el Señor puede darnos confirmación de lo que valemos. Nos lo dice cada día desde la cruz: ha muerto por nosotros, para mostrarnos cuánto somos valiosos a sus ojos. No hay obstáculo o fracaso que pueda impedir su tierno abrazo. El examen de conciencia ayuda mucho, porque así vemos que nuestro corazón no es un camino donde pasa de todo y nosotros no sabemos. No. Ver: ¿qué ha pasado hoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué me ha hecho reaccionar? ¿Qué me ha puesto triste? ¿Qué me ha puesto contento? Qué ha sido malo y si he hecho mal a los otros. Se trata de ver el recorrido de los sentimientos, de las atracciones en mi corazón durante la jornada. ¡No os olvidéis! El otro día hablamos de la oración; hoy hablamos del conocimiento de uno mismo.

La oración y el conocimiento de uno mismo consienten crecer en la libertad. ¡Esto es para crecer en la libertad! Son elementos básicos de la existencia cristiana, elementos preciosos para encontrar el propio lugar en la vida. Gracias.

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Comentarios
23 comentarios en “Francisco: «La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas»
    1. Se refiere a que a veces tenemos tentaciones por hacer algo que es malo, por ejemplo que alguien tenga la tentación de robar y a veces tenemos tentaciones por hacer cosas que en sí no son malas, como irnos de excursión, pero se convierten en malas si lo anteponemos a cuidar a nuestra madre que está enferma en cama, le damos a ir de excursión una importancia demasiado grande, algo así entendí yo.

      1. «Se refiere a…»

        Cómo no iba a faltar el «interprete» oficial de lo que Francisco quiere decir o dejar de decir… ¿Se lo ha dicho a usted personalmente? No, ¿verdad? Pues los demás sabemos leer y no precisamos de su «interpretación» (que como sea como las que hace de las Sagradas Escrituras, apañados vamos). En ninguna parte dice nada parecido a lo que usted presuntamente «interpreta», ni tampoco se deduce de nada de toda la cháchara. En español sólo existe un significado de la palabra «tentación» cuando refiere al ámbito religioso: «Solicitación al pecado inducida por el demonio». Punto. Reclamaciones a la Real Academia Española (sobre la que Francisco carece de autoridad de cualquier tipo).

          1. ¿Dónde ha leído en mi comentario que usted necesite mi permiso? En ninguna parte. Si no quiere que le repliquen, no es riba públicamente. Si no, apechugue. Y cuando no sepa o no pueda responder, no invente. ¿Ve cómo tenía razón? Sus «interpretaciones» son siempre falsas; puras invenciones.

          2. A veces no se si es usted así de corto o le gusta hacer el ridículo, pero ahora creo que ambas cosas son ciertas

          3. Que usted, que no sabe nada de casi nada, comience una frase con: «A veces no se…» (y encima mal escrito, porque como tampoco sabe ortografía, confunde el pronombre personal «se» con la segunda persona del presente de Indicativo del verbo «saber»), es un auténtico chiste. ¿De verdad no le da vergüenza presumir de zoquete? Porque eso es lo que hace: demostrar su incultura e ignorancia en todos los ámbitos, y encima sacando pecho. ¿No sé ha dado cuenta de que todos los temas de los qué opina le vienen grandes? ¡Enormes! Y además de hacer el ridículo demostrando públicamente que no sabe nada, encima lo que escribe lo escribe mal. Y todavía se permite el lujo de corregir a otros, ¡Con un par! Lo que yo no SÉ (del verbo «saber»; con tilde), es si sus intervenciones son más cómicas que tristes o viceversa, pues dan ganas de llorar ante tanta burricie, al tiempo que generan desternille involuntario por tanta y tan osada ignorancia y…

          4. …desconocimiento en todos los ámbitos, expuesto además con tanta soltura (vamos, sin que se le mueva un pelo mientras presume de inepcia).

          5. Donde dice: «¿No sé ha dado cuenta de que todos los temas de los qué opina…»,

            debe decir: «¿No se ha dado cuenta de que todos los temas de los que opina…».

            Como ve, rapidita la corrección tras comprobar que el corrector ortográfico ha añadido tildes indebidas (usted, como no sabe cuándo una palabra la debe llevar o no, no hay peligro de que corrija nada, ni aun suponiendo que fuera un error al teclear o jugarretas del móvil). Y hago esta innecesaria corrección porque se le ve venir y así no lo emplea para salirse por la tangente y tapar sus vergüenzas.

  1. Para Sacerdote Mariano; presento mis mas humildes disculpas por mi comentario criticando su trato personal con Francisco por diversos motivos que ya están agotados. Solo quiero hacerle una indicación que creo no es anecdótica, la iglesia modernista desde el concilio cambió la forma de expresarse en los documentos oficiales, cambiándolo por lo que yo he llamado el idioma masonés, liberal o democrático. Esto no es una broma, utilizan los mismos términos que los de las tenidas masónicas, a las que yo he asistido alguna por motivos que no vienen al caso. Como ejemplo palmario cambiaron la palabra caridad que quedó proscrita en el concilio por fraternidad, que no hay otra que la del trilema de la Revolución francesa. Hablemos en cristiano y no en el idioma modernista del enemigo que son los que nos persiguen.

    1. Apreciado EP: Por mi parte no tengo nada que disculpar. Su comentario lo percibí como respetuoso y agradezco sus palabras. Coincido con usted, en que a partir del Concilio Vaticano II, en gran medida se ha cambiado el lenguaje especialmente en la teolog´ía y en la liturgia, perdiéndose muchas veces precisión y asumiendo los estilos y contenidos del mundo (especialmente de la masonería) en detrimento de la verdad.

      1. En cuanto a mi actitud sobre el Papa, me adhiero a lo que enseña San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia: “Así como es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, es también lícito resistir al Papa que ataca a las almas o que perturba el orden civil, y a fortiori, al Papa que intenta destruir la Iglesia. Yo digo que es lícito resistirle no haciendo lo que él ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad. No es sin embargo admisible, juzgarle, sancionarle o destituirle.” (De Romano Pontifice, Tomo I, Libro II, Capítulo 29).

        1. Por eso yo no juzgo al Papa Francisco (por eso no le llamo h e r e j e ) ni le combato personalmente, pero sí resisto frente a sus errores corrigiéndole con caridad cristiana, para que no haga daño a las almas.
          Por amor a la Santísima Trinidad, por amor a la Iglesia, y para defender su unidad, estoy convencido de que ésta es la mejor actitud que podemos adoptar.
          Una posible c o n d e n a contra Francisco sólo podrá hacerla un pontífice posterior, como hizo por ejemplo el Papa San León II que confirmó los decretos del Concilio de Constantinopla III, declarando el a n a t e m a sobre el Papa Honorio I.

          1. Si tenemos que esperar a que sea elegido un papa que desautorice a Francisco, nos pueden dar las uvas. Para entonces me temo ya no habrá iglesia tal y como la hemos conocido siempre, algunos estaremos en las catacumbas, o en el mas allá, esa será la única iglesia válida de aquí a pocos años. Antes las cosas van a empeorar, y lo que se prepara atención, es una revolución feminista dentro de la iglesia al estilo iraní, No sé que se cortarán si el pelo, o lo que sea, pero los del orgullo gay infiltrados en la iglesia, por desgracia no se van a cortar nada siguiendo el consejo bíblico, pues ya no se escandalizan de nada siguiendo las inmensas tragaderas del modernismo eclesial. Yo a los sacerdotes de este foro, les recomendaría que fueran creando una iglesia en la clandestinidad que va a ser inevitable y necesaria en una iglesia tradicional que ya está siendo perseguida. Viva Cristo Rey

    1. Paco el trilero, Vete!

      Con todo lo que los católicos rezamos por usted, tiene usted que estar recibiendo, Dios mediante, mociones de gracia eficaz continuas del Espíritu Santo que usted a todas luces resiste. ¿Por qué no te callas Paco? ¿Por qué no te vas? ¿Por no se va usted y sus jefes y fundan su propia religión?

  2. Si al mal lo llamamos «algo desordenado», entonces estamos rebajado el mal, para que no parezca tan malo.
    Es como llamar «interrupcion de embarazo», al aborto .
    Cambiando el lenguaje se cambia la percepcion de la realidad, para adaptarla a nuestros gustos y pasiones.
    Los progres son unos expertos en manipular el lenguaje.

  3. El Papa Francisco acierta al decir: “la mirada que tenemos…sobre la realidad a veces está un poco distorsionada.” En este sentido, los hechos confirman que Francisco tiene una visión distorsionada de la realidad, y por ello fomenta ideologías perniciosas en vez de centrarse en la doctrina católica que no puede equivocarse, y que precisamente es la base del auténtico discernimiento, de modo que al equivocarse Francisco en temas doctrinales, se equivoca en el discernimiento.
    Esta catequesis me parece muy simple y con un exceso de subjetivismo y psicologicismo.
    El Papa habla de la importancia de conocerse a sí mismo, pero no menciona lo que los santos siempre han recomendado en esta materia, la dirección espiritual, como mejor medio para hacer ese discernimiento del propio conocimiento.

    1. En cuanto a lo de la tentación, la Enciclopedia Católica dice sobre ella:
      “En la traducción Católica de la Biblia, la palabra “tentación” se utiliza con varios sentidos, siendo los principales los siguientes:
      -El acto de probar (Dt 4, 34; Tob 2 12; Lc 22, 28; etc.).
      -Incitación al mal (Mt 26, 41; 1 Cor 10,13; etc.).
      -El estar siendo tentado (Mt 6,13; Lc 4,13; etc.).
      -Aquello que tienta o incita al mal (St 1, 12; 2 Pe 2, 9; etc.).”

  4. Es la religión del Confusionismo. La esencia del pecado es precisamente eso: el desorden en las preferencias. Y si la llamamos tentación es precisamente por que es cierta «incitación al mal».

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