El arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, ha vuelto a escribir otra carta pastoral magistral, alejada de palabras huecas y temas poco importantes.
Monseñor Pérez titula su última carta «con el pecado ni se convive ni se confraterniza». En ella, advierte que «tal vez atrapado el ser humano por tantas ideologías y estilos de vida, parece ya casi normal convivir y confraternizar con el pecado».
El también Administrador apostólico de San Sebastián, remarca que «los sicólogos afirman que uno de los grandes problemas de nuestra época es el haber perdido el sentido de la trascendencia. Sin esto la vida se queda pendiente por un hilo muy fino que cualquier adversidad lo rompe. De ahí la frágil existencia y el modo de vivir absurdo que se convierte en un tormento tan agresivo que provoca abandonar la vida con el fácil método del suicidio».
«Cuando falta el sentido de que la vida es un don que Dios nos ha regalado, falta la alegría de vivir y se convierte en un infierno existencial. Si a esto añadimos que la vida se puede utilizar sin reconocer la debilidad y el pecado que, muchas veces, cometemos entonces la misma vida se endiosa tanto que “todo vale” con tal que se apetezca, sin criterio, y se ejercitan todos los deseos sin llegar a discernir donde está el bien y donde está el mal», advierte el arzobispo al mismo tiempo que recuerda que «el principio de la autentica ética y moral es el saber reconocer y distinguir el bien y el mal».
Monseñor Francisco Pérez lamenta que «se ha creado un ambiente ideológico en el que se afirma que el pecado es cosa de tiempos antiguos y ahora en el siglo XXI no solo suena mal, esta palabra, sino que hasta usar o hablar de la palabra pecado es signo de retroceso y contraviene todo progreso humano y cultural».
A pesar de ello, insiste el arzobispo de Pamplona, «la realidad es tozuda y por mucho que se quiera edulcorar o endulzar la experiencia humana afirmando que el pecado ya ha pasado de moda, es un engaño gravísimo que produce frutos muy amargos».
«Por eso la Iglesia afirma que el pecado es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo. Hiere la naturaleza del ser humano y atenta contra la solidaridad humana. El pecado es una ofensa a Dios. Es muy nocivo afirmar que el pecado ha sido en la historia un invento de la Iglesia para amedrentar a los creyentes», subraya Francisco Pérez.
Además, afirma que «en estos momentos de la historia se afirma la libertad y, todo lo más, no hay ni pecadores ni culpables; sólo hay, en todo caso, enfermos o desequilibrados. El pecado es la enfermedad del alma que conviene curar con la misericordia de Dios. De ahí el Sacramento de la Penitencia que cura y da la salud espiritual».
El Obispo de Tudela concluye su carta pastoral citando a San Pablo: «La fornicación, la impureza, la lujuria, la idolatría, la hechicería, las enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las riñas, las discusiones, las divisiones, las envidias, las embriagueces, las orgías y cosas semejantes. Sobre ellas os prevengo, como ya he dicho, que los que hacen esas cosas no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5, 18-21). En cambio los frutos del Espíritu son: «La caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia…” (Ga 5, 22-23). Al final de todo se cumple el refrán: “Dime con quién andas, y te diré quién eres”.
Afortunadamente, son varios los obispos españoles que dotan a sus cartas pastorales de contenido espiritual, evitando discursos vacíos o políticamente correctos. Es el caso de obispos como Munilla, Francisco Pérez, Antonio Cañizares, Demetrio Fernández o Sebastián Chico, entre otros.
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El obispo ha hablado muy bien, aunque la traducción que ha escogido de Gal 5,18-21 no es la mejor, pues el versículo 19 menciona explícitamente «adulterio», cosa que no hace monseñor.
Es posible que haya escogido la traducción de la Conferencia Episcopal (la que usamos en la misa), que es malísima, y siempre que puede cambia las palabras de la Biblia que no son políticamente correctas.
Pecado es -y grande- promover para cargos tan importantes a personas tan incapaces como D. Francisco Pérez