(Catholic Herald/Gavin Ashenden)-Hay pocos momentos más dramáticos en la vida de la Iglesia que la elección de un nuevo Papa. Hasta la dimisión del Papa Benedicto, solía venir precedido de algún aviso; a menudo una enfermedad que anunciaba la muerte de un Pontífice anciano.
Pero dado el lugar que ocupa el precedente en la vida de la Iglesia, el hecho de que el Papa Francisco haya planteado recientemente la posibilidad de su renuncia ha alimentado un torrente de especulaciones.
En primer lugar, ¿lo dice en serio? Y luego, de forma igualmente dramática, ¿por quién sería sustituido?
¿Lo dice en serio?
Parece que a Francisco le gusta mantener a la gente en vilo. Cuando planteó la posibilidad de retirarse antes de tiempo por problemas de salud y movilidad, las opiniones estuvieron divididas. Algunos lo interpretaron como una señal de que quería preparar a la Iglesia para dar un paso monumental, ofreciendo una oportunidad de comenzar discretamente los complejos preparativos para encontrar a su sucesor; otros lo vieron como la expresión de su sentido del humor, burlándose de aquellos que aceptaban con dificultad la obra de su pontificado con algo que era más una posibilidad que una probabilidad.
Pero esta ambigüedad ha sido precisamente una de las señas de identidad de este pontificado. Es un aspecto del carácter del Papa Francisco que ha jugado un papel importante en la forma en que ha actuado como Papa. Desde el lenguaje matizado de Amoris Laetitia hasta su ya célebre frase («¿quién soy yo para juzgar?»), el Papa ha deleitado al mundo liberal, secularista y mediático, al tiempo que saltaban todas las alarmas entre los conservadores. Los liberales han tomado el margen de maniobra que Francisco ha introducido en el catolicismo como una señal de que el Papa favorece discretamente el laicismo liberal frente a la inflexible enseñanza moral que caracterizó a la Iglesia «en todo tiempo y lugar».
La iconografía de sus apariciones públicas ha seguido el mismo patrón. Desde la dramática inclusión de la Pachamama acompañando el Sínodo de la Amazonia, hasta su inmersión en las ceremonias indígenas norteamericanas de difamación a manos de un chamán de las Naciones Primeras, sus actuaciones han vuelto a dividir al mundo católico.
Por un lado, tenemos la cultura jesuita y liberal. Por un lado, en el mejor de los casos, los esfuerzos que en el pasado los católicos estaban dispuestos a realizar para comprender la cultura y la espiritualidad indígenas se consideraban signo de lo serios que eran sus intentos de trasladar a ese nuevo lenguaje la autenticidad evangélica y así convertir a las personas a una relación con Jesús y la Iglesia; es lo que resume bien la trillada frase «encontrar a la gente donde está».
En el otro extremo interpretativo estaba el catolicismo tradicional, con su aguda conciencia de que no era oro todo lo que brillaba en el mundo espiritual, y de que uno de los mayores peligros a los que se enfrentaba la Iglesia era el venderse en una traición sincrética a otras culturas con las que compite, abandonando todo lo que era objetivamente exigente en el cristianismo por un relativismo vacuo.
La emergencia de una guerra cultural muy particular en el seno de la Iglesia, que se presenta como una disputa sobre la liturgia y la misa tridentina, pero que encarna de manera particular la lucha más amplia a «vida o muerte» entre los progresistas, creyentes en el progreso y la inclusión, por un lado, y los tradicionalistas y defensores del Magisterio, por otro, ha intensificado lo que ambos bandos consideran que está en juego en este pontificado.
Inmanencia frente a trascendencia, rigidez frente a fidelidad, subjetividad frente a objetividad, el choque de la liturgia ha polarizado aún más las reacciones a este pontificado.
Galvanizados por la insinuación del Papa Francisco de una posible renuncia, los dos bandos opuestos en las guerras culturales dentro de la iglesia han pasado a planear el papado post-Francisco.
¿Quién le sustituirá?
¿Puede la Iglesia confiar en el movimiento del péndulo para restablecer algún tipo de equilibrio integrador en un catolicismo que se tambalea entre las ambiciones abiertamente protestantes del Camino Sinodal alemán y la intensa revitalización de los jóvenes católicos que acuden a la misa en latín?
¿Salvará la regla instintiva de «papa gordo, papa flaco» a la Iglesia de los cismas que la amenazan?
De los 128 cardenales electores, 73 fueron creados por el Papa Francisco. Es normal que los comentaristas supongan que ha conseguido dejar atado que su sucesor reproduzca sus valores particulares. Edward Pentin ha escrito un excelente libro The next Pope, que ofrece perfiles teológicos y biográficos de los principales candidatos a la sucesión. Documenta acertadamente las posturas que estos han adoptado sobre liturgia y sexualidad en particular y las preferencias políticas y teológicas de cada uno de ellos en general.
¿Qué criterios llevarán los cardenales a sus oraciones cuando el momento de la muerte (o la renuncia) del Papa Francisco los ponga a todos de rodillas?
La inminente sensación de crisis debería significar que es poco probable que se limiten a replicar las distintivas y a veces enigmáticas preferencias del actual titular.
La cuestión que tendrán que abordar es la relación de la Iglesia con la cultura. El Vaticano I dio una respuesta a los desafíos del clima cultural e intelectual que la Ilustración hizo nacer, buscando y encontrando un fortalecimiento de la unidad eclesial en la expresión de la doctrina de la infalibilidad papal. El Vaticano II respondió a la aceleración del secularismo con un intento de crear un puente de transacción y apoyo mutuo que permitiera a los católicos una especie de «doble nacionalidad» en las culturas en las que vivían.
Pero la pregunta que deberían plantearse los cardenales al buscar un sucesor de Francisco es si ese «comprensivo enigma» es suficiente o no. ¿Qué se necesitará para hacer frente al asalto a gran escala que la rápida intensificación del cambio cultural e ideológico ha desatado en todo Occidente?
Hubo un momento crítico en la historia de Inglaterra durante el siglo IX. Los daneses realizaban lentas pero constantes incursiones en el este del país, y la práctica había sido comprarlos con el argumento de que podrían ser controlados si se les daba suficiente oro y plata. Pero el «Danegeld» no funcionó. Resultaron no ser tan dóciles como se esperaba. No se puede comprar a un adversario cuya intención es tu destrucción.
Los compromisos culturales que la Iglesia ha asumido en los últimos setenta años podrían haber tenido sentido mientras la cultura estuviera dispuesta al diálogo y a la interacción creativa con la fe cristiana y su exponente más sustancial, la Iglesia Católica. Pero si la experiencia del experimento que ha sido el Camino Sinodal Alemán enseña algo a la Iglesia, más allá del clamor contra la identidad católica y la integridad ética, es que el ethos del consumismo secularizado autoindulgente que prevalece en todo Occidente ha desarrollado una aguda antipatía hacia el cristianismo.
Lo podemos llamar cultura woke, marxismo cultural o «nuevo globalismo», pero en cualquier caso las amenazas a la libertad de expresión y a la libertad de pensamiento enmascaran una intensa antipatía hacia la fe.
El tipo de Papa que mejor servirá a la Iglesia tras la marcha del Papa Francisco tendrá que ser alguien que tenga el calibre intelectual y la integridad espiritual para defender a la Iglesia contra los asaltos políticos y metafísicos de los que las últimas décadas han sido sólo el preludio.
El cardenal Francis George de Chicago estaba casi seguro en lo cierto cuando predijo la persecución anticristiana que está empezando a aflorar:
«Espero morir en la cama, mi sucesor morirá en la cárcel y su sucesor morirá como mártir en la plaza pública. Su sucesor recogerá los fragmentos de una sociedad arruinada y ayudará lentamente a reconstruir la civilización, como la Iglesia ha hecho tantas veces en la historia de la humanidad»
El Danegeld cultural y teológico ya no funciona, si es que alguna vez lo ha hecho. Necesitaremos un Papa que encarne tanto la autenticidad profética como la perspicacia política.
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No creo que haya sucesor. Sería otro anti papa en todo caso, elegido por falsos cardenales elegidos por este anti papa. Lo más probable es que sea el fals0 profeta del [email protected] Lo sabremos cuando cambie la fórmula de la consagración para hacerla inválida.
Y Juan Pablo II de Asís es el Anticristo. Léase las profecías del Apocalipsis sobre esa figuras y veras como todas ellas se cumplen en la biografía de dicho papa.
Alex, una buena definición del anticristo es: aquel que destruye el «ordo»(orden) y fomenta la «confusio»(confusión). Y éste es claramente el muy viejo y cojo bergoglio.
Bergoglio y su camarilla lo tienen todo atado y bien. Cuentan además con su propio «Batallón Azov» de papólatras en sus medios, en los portales beaturrones y en las redes.
Servidor da por hecho que los dos próximos pontífices serán modelo Francisco, por la sencilla razón de que no se monta un Saint Gallo para un único pontífice. La destrucción de la Iglesia requiere más de una persona. El plan tiene que ser a largo plazo: tres pontífices.
Alex, JPII no puede ser el anticristo por la sencilla razón de que, si lo hubiera sido, la Escritura no se cumpliría. Por Esta sabemos que el reinado del anticristo será de tres años y medio, que durante el mismo se suprimirá el perpetuo sacrificio (la Eucaristía), y que habrá una feroz persecución sobre los católicos que no apostaten. Y que finalizado el reinado de ese falso profeta, sobrevendrá la gran tribulación. Nada de eso aconteció hasta ahora, por ende JPII no pudo ser ni fue el anticristo.
Interpetar las Escrituas siempre ha sido muy difícil y arriesgado. De hecho su recta interpretación pertenece a la Iglesia y no a los individuos, frente a lo que dicen los protestantes. Pero si la interpretación siempre ha sido difícil, más todavía la del Apocalipsis, lleno de símbología y oscuro donde los haya. Tomar al pie de la letra siempre lo que la Escritura dice (que no significa que no haya cosas que sí que hay que tomar al pie de la letra) tiene muchos peligros de error.
Y no será un papa.
San Juan Pablo II el Grande, no de Asís.
A mi parecer habrá al menos dos Bergoglios más. No sé monta un contubernio Saint Gallo para jugarselo todo a un sólo pontífice. Hay que asegurar la continuidad.
Bergoglio no es para nada ambiguo. Siempre fue mentiroso. Es lo que dicen aquellos que le frecuentaron en Argentina.
Recién elegido «papa», dijo que su pontificado duraría muy poco tiempo y que después renunciaría. Ya lleva el muy viejo baboso diez años y como le gusta el poder cualquiera le saca de allí. De cuando en cuando para llamar la atención, da una entrevista y habla de una posible renuncia.
Pero tiempo al tiempo : en su debido tiempo, el Señor, único dueño de la Iglesia, sacará fuera al muy mentiroso.
Yo sí creo que después de este nefasto pontificado vendrá un verdadero Papa de la línea de San Juan Pablo II y Benedicto XVI.
No es solo el baboso, es todo el Vaticano el que está lleno de masones desde hace décadas incluyendo todos los Cardenales de Bergoglio y muchos de los anteriores. De donde va a venir ese Papa? Tendría que ser por una acción de Dios. Pero donde está profetizado eso? La acción de Dios más lógica es cerrar el chiringuito, porque es lo profetizado. Señor, ven pronto.
Pensaba precisamente en la intervención de nuestro Dios. La Iglesia es suya y no de bergoglio y de sus camaradas. El Señor sabrá poner allí a un Papa según su corazón.
Puese que haya sorpresas. Dios suele sorprender los cálculos humanos en situaciones críticas. De hecho, todo apunta a que no habrá solución para la Iglesia según cálculos humanos, como los de Infovaticana.
Dios te oiga!
Al menos, debería. Pero me temo que su sucesor puede que hasta le haga bueno, porque la inmensa mayoría de cardenales electores, han sido creados cardenales por él y naturalmente, ha ido eligiendo lo mejor de cada casa, por lo que no soy nada optimista acerca de su sucesor.
Pero no debemos olvidar que en el capítulo 11 del apocalipsis se habla de dos testigos que vendrán a la tierra, y es probable que ayuden al resurgimiento de la Iglesia, y puede que también sea el momento predicho por San Pablo, es decir, el de la conversión de los judíos.
El Papa Laxo que derogará toda la sana doctrina está anunciado en todas las profecías y apariciones.
Sería bueno que pusieras algún enlace a dichas profecías para ilustración de todos, si es que puedes y sino al menos las citaras.
Libros cardenal Billot. Libros Mons. Delassus. Escritos cardenal Manning. Libros y Youtube de Rafael Arango. Apariciones de La Salette…
León XIII tuvo la visión de la destrucción de la Iglesia Romana y por eso puso el exorcismo suyo al final de la Misa. Pablo VI suprimió ese exorcismo y suprimió el Juramento Antimodernista y el Índice de Libros Prohibidos. El cardenal Manning sabía en su época que Roma caería en la fe. Pero recordemos que quedan en la Tradición las Iglesias Orientales.
La Misa Tridentina triunfará. A todos los que la han perseguido caerá sobre ellos la Historia, el castigo y la vergüenza.
El sucesor del Papa Francisco deberá declarar a n t i p a p a a Francisco.
Sí señor.
Mucho me temo que el próximo en ocupar el trono de San Pedro no sea Papa, sino el «segundo cuerno» de la «bestia que se levanta de la tierra». Los tiempos que San Pablo profetiza en 2 Tes 2:2 y siguientes están más cerca de lo que pensamos.
Conforme a interpretación de la Virgen dada a don Gobbi, los dos cuernos de la bestia pequeña simbolizan los dos vértices o puntas de la mitra. Aunque en sí en un buen sentido, la mitra viene a representar al sacrificador litúrgico, que debe sacrificarse a su vez. Curiosamente la altura física de la mitra aumentó al doble a partir del siglo XIX.
Si la Iglesia o una parte de la Iglesia sigue siendo la Iglesia de Cristo y si en esa Iglesia hay un sucesor legítimo, es imposible que NO declare a Bergoglio anti-papa.
Por esa irrefutable razón se puede decir que el multi-hereje, enemigo de la fe, destructor de la Iglesia Bergoglio es de hecho, YA, anti papa.
Con todos los respetos, no existe secularismo, sino ateísmo. Llamemos a las cosas por su nombre. Como tampoco existe proceso de secularización, sino de ateización, de apostasía. El mundo es de suyo secular, porque está en el siglo, es decir, en el tiempo. No puede ser de otra manera. Otra cosa es que lo sacro esté en el tiempo, como, por ejemplo la Iglesia o el mismo Jesucristo. El secularismo/secularización es el eufemismo que los enemigos de Dios usan para desacralizar el mundo y atizarlo, sólo que llamarlo así es demasiado crudo y evidente. La pena es que este lenguaje falaz haya calado en la Iglesia.
Mientras sigamos como espectadores como si el futuro de la iglesia no fuera con nosotros nada podemos esperar. Ha llegado la hora, no podemos seguir permitiendo ni un minuto mas, el secuestro de la iglesia de Cristo en manos de esta secta a las órdenes de la masonería internacional. Ha 200 años los carlistas les llamaban la canalla liberal, ahora son los mismos o peores, pero antes estaban fuera y ahora están ya dentro de la iglesia. Entraron en manifestación en la estafa del concilio con escasa oposición tradicionalista, solo algunos visionarios lo advirtieron y se rieron de ellos. Aquello se tomó por el modernismo eclesial como el inicio de la toma de la Bastilla, y ahí están los jacobinos en el Vaticano enarbolando los estandartes del Lucifer y sin máscaras ya, a las claras. Ha llegado la hora de luchar por Cristo con todas las armas disponibles, ahora, no hay mas plazos por que ya estamos derrotados. Ciego es el que no lo vea.
Cómo me recuerda a S.Pedro…sacando la espada 🤗🤗🤗
¿Y a Cristo diciendo «no he venido a traer paz, sino espada» no se lo recuerda? Qué selectiva es usted, para variar. Cosas del modernismo relativista y su religión a la carta, que coge lo que quiere y desecha lo que le da la gana. E incluso lo que coge se lo cocina a su gusto porque tampoco le gusta tal cual lo ha cogido. En fin…
No era el momento, ahora sí lo es. O en todo caso en el Apocalipsis. Álzate, oh Dios a defender tu Causa. S. 74.
Con todo respeto, partimos de dos situaciones que se presume subsistirán, 1. que el Papa que siga sea elegido en un Cónclave Clásico y cerrado a los Cardenales Electores y de entre ellos y 2. que hay una «sucesión» que deja el anterior.
Sobre esos temas hay que traer el Canon 332 § 1. El Romano Pontífice obtiene la potestad plena y suprema en la Iglesia mediante la elección legítima por él aceptada juntamente con la consagración episcopal. Por lo tanto, el elegido para el pontificado supremo que ya ostenta el carácter episcopal, obtiene esa potestad desde el momento mismo de su aceptación. Pero si el elegido carece del carácter episcopal, ha de ser ordenado Obispo inmediatamente».
Se admite una designación más amplia, debe ser Obispo máximo grado del Orden Sagrado y puede no serlo en ese momento de la elección.
Con relación a la sucesión, la única existente es la Sucesión Apostólica.