El 28 de noviembre de 1982, san Juan Pablo II erigió el Opus Dei en Prelatura Personal con la Constitución Apostólica «Ut sit».
Este año, se cumplirá el cuarenta aniversario de ese momento tan importante para la historia del Opus Dei. Ahora, tras el Motu Proprio del Papa Francisco “Ad charisma tuendum” que obliga a retocar varios puntos de Ut sit, ese aniversario tendrá un sabor distinto.
El Santo Padre, escribió en este último Motu Proprio que afecta a la única Prelatura, que «es necesaria una forma de gobierno basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica». Un principio que choca con lo que quiso san Juan Pablo II sobre el Opus Dei. A nadie debería sorprender que la naturaleza jerárquica está a la orden del día en la misma Iglesia católica. Esto mismo se ve ahora bien reflejado: el Papa manda y el prelado obedece. No hay más.
Congreso Novo millennio ineunte
En el año 2001, el Papa polaco dio un discurso con motivo del Congreso Novo millennio ineunte organizado por el Opus Dei.
«Estáis aquí en representación de los diversos componentes con los que la Prelatura está orgánicamente estructurada, es decir, de los sacerdotes y los fieles laicos, hombres y mujeres, encabezados por su prelado. Esta naturaleza jerárquica del Opus Dei, establecida en la constitución apostólica con la que erigí la Prelatura, nos puede servir de punto de partida para consideraciones pastorales ricas en aplicaciones prácticas», dijo Juan Pablo II quien desde el principio entendió a la perfección el espíritu de la Obra fundada por Escrivá.
En ese discurso, Juan Pablo II quiso subrayar que «la pertenencia de los fieles laicos tanto a su Iglesia particular como a la Prelatura, a la que están incorporados, hace que la misión peculiar de la Prelatura confluya en el compromiso evangelizador de toda Iglesia particular, tal como previó el concilio Vaticano II al plantear la figura de las prelaturas personales».
Es decir, Juan Pablo II asumió y dispuso que el Opus Dei estaba formado por sacerdotes y laicos. De ahí nace la explicación y el sentido de que la prelatura dependiese desde el principio del Dicasterio de los obispos. Ahora, con este movimiento de cambio de Congregación a la del Clero, hay quienes interpretan que en Roma hay una visión de la Obra, por parte de algunos, simplemente como una fraternidad sacerdotal en la que los laicos no pintan demasiado.
En esa misma línea, Juan Pablo II aseguró que «la convergencia orgánica de sacerdotes y laicos es uno de los campos privilegiados en los que surgirá y se consolidará una pastoral centrada en el «dinamismo nuevo» al que todos nos sentimos impulsados después del gran jubileo. En este marco conviene recordar la importancia de la «espiritualidad de comunión» subrayada por la carta apostólica».
La reflexión del Juan Pablo II sobre el papel de los laicos y sacerdotes
«Los laicos, en cuanto cristianos, están comprometidos a realizar un apostolado misionero. Sus competencias específicas en las diversas actividades humanas son, en primer lugar, un instrumento que Dios les ha confiado para hacer que «el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura», escribió Juan Pablo II.
Sobre los sacerdotes, afirmó que «desempeñan una función primaria insustituible: la de ayudar a las almas, una a una, por medio de los sacramentos, la predicación y la dirección espiritual, a abrirse al don de la gracia. Una espiritualidad de comunión valorará al máximo el papel de cada componente eclesial».
Por último, san Juan Pablo II concluyó recordando a los fieles de la Obra que «el apostolado siempre es el desbordamiento de la vida interior. Ciertamente, también es acción, pero sostenida por la caridad. Y la fuente de la caridad está siempre en la dimensión más íntima de la persona, donde se escucha la voz de Cristo que nos llama a remar con él mar adentro. Que cada uno de vosotros acoja esta invitación de Cristo a corresponderle con generosidad renovada cada día».