El español Luis Marín de San Martín, O.S.A, obispo subsecretario del Sínodo de los Obispos ha escrito un artículo en Ecclesia, medio de COPE para la información religiosa, en donde carga contra aquellos que advierten de los peligros de este procesos sinodal.
«Nos hemos abierto a la unidad pluriforme de la Iglesia. No hay un único camino para seguir a Cristo, sino tantos como personas existen, ya que cada uno es llamado a seguirle según una vocación específica», afirma Luis Marín. Puede resultar paradójica esta afirmación del sacerdote español cuando habla de un camino pluriforme cuando lo que llega de Roma es precisamente lo contrario. Si no hay un único camino para seguir a Cristo, ¿a qué viene tanta obsesión por uniformar a aquellos que prefieren asistir a Misa con el antiguo misal?
En su escrito, alerta sobre aquellos que insisten «en la irrelevancia del proceso sinodal. Otros en su peligro. Algunos otros en su ineficacia». A los hechos nos remitimos, don Luis Marín. La participación en el Sínodo en España ha sido escasa y pobre. Pensar en el peligro de este proceso también es lícito, tan solo hay que ver cómo muchas diócesis de España han planteado propuestas relacionadas con el sacerdocio o diaconado femenino, celibato opcional o adaptar la moral en materia de homosexualidad.
El subsecretario del Sínodo insiste y sostiene que «una mentira varias veces repetida no se convierte en verdad. No fomentemos las caricaturas ni trivialicemos algo serio, una posibilidad que Dios nos ofrece. La soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone. Esta oferta de gracia debe ser acogida con humildad y gratitud, con disponibilidad. A través de nuestra participación, puede llegar a otros y contribuir a revitalizar la Iglesia. A los que miran con suspicacia, a los que se limitan a criticar desde sus atalayas ideologizadas, a los que ven siempre el vaso medio vacío, a los que tienen miedo a dejar seguridades, yo les digo, de corazón: participa, dialoga, aporta luz, no tinieblas; ya está bien de individualismo y soledad; superemos el anonimato y la indiferencia; vamos a ayudarnos unos a otros como hermanos que somos: tenemos necesidad unos de otros para poder vivir a Cristo».
Además argumenta que «el proceso sinodal está abierto a todas las voces, a todas las sensibilidades», algo que también ha sido motivo de crítica y discrepancia. ¿Qué sentido tiene implicar a quienes no forman parte de la Iglesia en un proceso que la concierne a ella? Pedir opinión a quien no sabe o no cree o carece de la formación suficiente es abrir la puerta, como está sucediendo, a que intenten colar propuestas protestantes.