El nuevo obispo de Plasencia asume su ministerio «como una verdadera diaconía»

Ernesto Brotons
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Más aficionado a la corbata que al cleryman, el sacerdote maño Ernesto Brotons, fue nombrado el sábado obispo de Plasencia.

Detrás del nombramiento de Brotons, se esconde la mano del cardenal Omella. ¿Dónde queda el Nuncio en el proceso de selección de obispos? Parece que la comisión paralela sigue ganando peso.

Ernesto Brotons se ha dirigido a través de una carta a sus nuevos feligreses. En su misiva asegura que llega a Plasencia «con la «L», nuevo en esta tierra y en el ministerio episcopal, un ministerio que asumo como una verdadera diaconía».

Compartimos la carta del nuevo obispo de Plasencia, Ernesto Brotons:

Queridos hermanos y hermanas de esta Iglesia de Plasencia

Lo primero un afectuoso saludo a todos y a cada uno de vosotros, a todas vuestras comunidades parroquiales, a las comunidades religiosas, tanto de vida activa como contemplativa, Seminario, Caritas, movimientos, cofradías, asociaciones, centros educativos… un abrazo grande para todos.

El pasado 28 de junio, el sr. Nuncio me comunicó la decisión del Santo Padre de confiarme el pastoreo de esta diócesis. Le agradezco de corazón al papa Francisco su inmerecida confianza y asumo confiado y en comunión con él y con toda la Iglesia la responsabilidad que ello supone.

He orado mi respuesta a orillas del Ebro, junto al Pilar de la Virgen, a la que con vosotros me dirijo ya como Ntra. Sra. del Puerto, del Castañar, de la Victoria, de las Cruces, de Guadalupe, y me encantará hacerlo, pronto, con tantas advocaciones entrañables de vuestros pueblos que espero que me enseñéis. Acepto con cierto temor y temblor, muy consciente y sabedor de mi historia, de mis luces y de mis sombras, pero también con ilusión y una inmensa confianza en Dios y en vosotros. Gracias, de verdad, por vuestra segura acogida y confianza.

No nos conocemos, pero he empezado a quereros y a querer a esta Iglesia y a esta tierra extremeña y salmantina, de las que ya me siento parte y espero conocer bien y servir lo mejor que sepa y pueda. Desde el primer momento, he rezado y rezo por vosotros. Espero que nos encontremos pronto y podamos ya ponernos rostro y compartir fe y vida. Mi oración, mi afecto y mi mano tendida, especialmente, para todos a quienes el dolor, de una forma u otra, en estos tiempos recios, golpee sus vidas y hogares.

Tenemos una misión hermosa entre manos, en la que lleváis más de ocho siglos inmersos, y a la que me uno con vosotros, seglares, religiosos, diáconos y sacerdotes, niños, jóvenes, mayores y ancianos, como condiscípulo y pastor. Sabemos bien que la Iglesia no existe para sí misma. De la mano del Espíritu, nuestro ser y nuestra existencia son para Dios y para los demás, en esta doble fidelidad, en sencillez, diaconía y entrega, como Jesús y con Él. El momento actual que vive la Iglesia de conversión pastoral y misionera nos lo recuerda una y otra vez. Pertenecemos, genialmente, sin merecerlo, al modo en el que Dios uno y trino ama este mundo del que formamos parte, como hermanos y servidores de los más pequeños, siendo signos e instrumentos de comunión y de fraternidad, al servicio del Reino de Dios y del anuncio de Jesús y su Evangelio.

En este cambio de época que vivimos, con demasiados sueños rotos, pero también con muchas luces y kilos de amor derrochado, tenemos una palabra significativa y «pro-vocativa» que decir, una experiencia que ofrecer, fuente de sentido, gozo y esperanza. “Para que todos tengan vida y vida en abundancia” (cf. Jn 10,10), decía Jesús. Sabemos que no es fácil, pero contamos con su Espíritu. La oración, el trabajo y la ilusión de estos últimos meses de camino sinodal, y las directrices ya del sínodo diocesano de 2005 y del reciente Plan Pastoral de nuestra diócesis, nos orientan en esta dirección.

La realidad de Extremadura y de Castilla-León tiene rasgos en común con mi Aragón natal. Aunque es cierto que luego el Señor me ha conducido por otros lares, comencé mi ministerio sacerdotal en el mundo rural, en la comarca del Campo Romanos, pueblos ya entonces muy pequeños, algunos prácticamente vacíos, pero no por ello menores ni en dignidad, ni en derechos, y mucho menos en grandeza humana y evangélica. Nazaret, recordaban hace poco los obispos de Aragón, era un pueblo pequeño. Fueron años muy felices que espero que me ayuden a sintonizar con los gozos, esperanzas y fatigas de la gente y los pueblos de esta tierra que me adopta. A este respecto, saludo con respeto a las distintas autoridades y entidades civiles de todos y cada uno de los pueblos, provincias y comunidades autónomas que abraza la diócesis, y les presento mi disposición a arrimar el hombro con todas las personas de buena voluntad, independientemente de su credo o ideología, en todo lo que sirva al bien común, defienda la dignidad de la persona y construya una sociedad más justa, humana y fraterna, atenta, especialmente, a los más pobres y necesitados.

Queridos hermanos. Acudo a vosotros, como me decía un joven al inicio de mi sacerdocio, con la «L», nuevo en esta tierra y en el ministerio episcopal, un ministerio que asumo como una verdadera diaconía. Sé que es mucho lo que debo aprender. Le pido al Señor entrañas de pastor, sabiduría y humildad, capacidad de discernimiento y coraje para, con su fuerza, poder confirmaros en la fe, la misión y la comunión. Cuento con vuestra oración, también con vuestra paciencia, comprensión y vuestra ayuda. Sé de vuestra acogida y de la fecundidad y buen ser y hacer de esta Iglesia y eso conforta.

Permitidme que dirija unas palabras de agradecimiento, en primer lugar, a la Iglesia de Zaragoza en la que he crecido y he vivido mi fe y mi vocación, y, en especial, a mis amigos y a mi familia. Siempre se hace duro amar «en la distancia» y sé que, para mi familia más cercana, mis padres, mis hermanos, mi sobrino, no es un sacrificio baladí. Gracias, de corazón. Mi reconocimiento y mi gratitud, por último, a mi antecesor, D. José Luis, y al actual Administrador Apostólico, D. Ciriaco, pastores buenos y solícitos que han caminado y velado con y por vosotros. Gracias, D. Ciriaco, por su entrañable acogida y cercanía. Tomo su testigo en comunión con D. Celso y D. Jesús, obispos de esta provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz a los que saludo con afecto.

Desde ahora mismo pongo mi ministerio pastoral bajo la protección de nuestra Madre, en este día de la Virgen del Carmen, y de los santos hermanos Fulgencio y Florentina. Rezad, por favor, para que el Señor haga fecundo este ministerio, como sucesor de los apóstoles, que acojo humildemente como un don y tarea, y pueda ser, con y para vosotros, un pastor bueno según el corazón de Dios. Un cordial abrazo para todos.

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Comentarios
15 comentarios en “El nuevo obispo de Plasencia asume su ministerio «como una verdadera diaconía»
  1. ¿Qué hará monseñor Brotóns con la multitud de corbatas que guarda en su armario? Le sugiero que las venda en Milanuncios, aunque por lo que he visto, están un poco anticuadas. Quizá lo mejor sea regalárselas a Fernando Arregui, hasta que Su Eminencia don Juanjo lo coloque en alguna diócesis, las puede usar en san Gil un tiempo…

  2. Oremos por el Obispo electo y por su Diócesis, que sea un instrumento de Dios, un pastor inspirado en Jesús el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Dios bendiga su ministerio.

    1. Sí, sí: mucho orar, mucho orar, pero… ¿cuándo va a pedir perdón a todos los comentaristas por llamarles «perros y perras rígidos», o al sacerdote al que llamó «rata» y «subnormal», o a la comentarista a la que llamó «puta»? Igual se cree que su ‘pío’ y repentino fingimiento va a engañar a alguien, o que sufrimos todos de amnesia súbita… Pues va a ser que no.

      1. Si esto es cierto, entonces este obispo ha cometido una inmoralidad y un pecado, y no ha mostrado perdón y arrepentimiento públicos…

      2. Espero que esos comentarios de catholicvs sean ciertos; porque los laicos, que leemos a veces infovaticana y no estamos al día de todas las noticias, nos producen escándalo. Y ya sabemos lo que dice el Señor: «El que escandalice…»

  3. el ministerio episcopal, un ministerio que asumo como una verdadera diaconía…

    No, un obispo no es como un diácono, y tampoco sólo ejerce la diakonía (Jesús se refiere a sí mismo “ como el que no ha venido a ser servido sino a servir” ( Mt 20,28)…

    Es un obispo con plenos poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, que desempeña el munus docendi, santificandi y regendi (Justicia, represión y sanción), y que tiene las funciones de liturgia, koinonia, kerigma, didaché, martiria, diakonía y kenosis, además de vigilar por la lex orandi, lex credendi, lex celebrandi y lex vivendi…

    La verdad por delante, luego estos obispos que vienen diciendo que son «servidores», más tarde se olvidan de ello y empiezan a venir mal dadas…

    1. Pues entonces tú también tendrías problemas para ordenarte, así que menos mal . Y encima te saltaste la catequesis el día que estudiaban eso de «no juzguéis y no seréis juzgados» o eso de «amaros los unos a los otros»… etc etc. ..Pseudocatólicos de pacotilla. La fealdad se puede disimular con photoshop o cirugía estética. Con la estupidez y la maldad te entierran. Te compadezco .

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