Virgen del Carmen: «Stella Maris»

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La advocación mariana de la Virgen del Carmen tiene su origen bíblico en la vocación de Elías y la defensa del monoteísmo israelita que el profeta llevó a cabo contra la veneración idolátrica de los dioses baales, cuyo culto tuvo una penetración importante en Israel durante el reinado de Ajab (734-715 a. C.), influido en su tolerancia de la idolatría por su esposa la reina Jezabel, de origen fenicio.

El celo por el Dios único y verdadero que lleva a Elías al Monte Horeb (Sinaí) para encontrarse con Dios (1 Re 19,14) le sostiene en su lucha contra la idolatría enfrentado a los sacerdotes de Baal protegidos pro la reina (1Re 18,20-40).

El nombre del Monte Carmelo, jardín o vergel de Dios (en hebrero Har ha’ Karm-El), alude a hermosura de los viñedos plantados en su superficie, o a su flora silvestre, que deja a Isaías contemplar «la belleza del Carmelo y del Sarón» (Is 35,2), símbolo del florecimiento de vida del pueblo de Dios tras el destierro.

Siguiendo las huellas de Elías y de su discípulo Eliseo, que según piadosa tradición se habrían apartado al Monte Carmelo para vivir como eremitas sólo centrados en el Dios de Israel, probablemente ya en el siglo III d. C., la moderna arqueología testimonia la presencia de cristianos eremitas griegos que se retiraron a la contemplación divina.

Este asentamiento dará lugar a una tradición que desemboca en el siglo XII en los primeros pasos de ordenación regulada de vida comunitaria de los ermitaños, origen de la orden de Santa María del Monte Carmelo. Simbolizada en la nubecilla que vio el siervo del profeta Elías levantarse sobre el mar y aproximarse a la costa mediterránea para regar la tierra agostada por la sequía, los eremitas vieron en la Virgen María el rocío vivificador de fe y de la pasión por el seguimiento estrecho de los discípulos de Cristo, que «dejándolo todo, le siguieron» (Lc 5,11).

Asentados en el Wadi es-Siah del Monte Carmelo, los monjes eremitas verán aprobada a comienzos del siglo XIII por el patriarca Alberto de Jerusalén, ya instalado en Acre, la primera regla de la orden. En 1226 el Papa Honorio III aprueba la Norma de vida de los carmelitas. Los carmelitas de aquella primera época todavía conservaban las grutas de los eremitas del Monte Carmelo, pero empujados por el avance musulmán en Tierra Santa los monjes se ven obligados a emigrar a Europa. A finales del siglo XIII, tras la caída Antioquía y la derrota en Acre de los cruzados el 18 de mayo de 1291, es destruido el asentamiento cristiano de los monjes en el Monte Carmelo, que se ven obligados a la emigración, no sin que algunos sufran el martirio.

A mediados del siglo, en 1247 Inocencio IV había aprobado la nueva andadura de la orden más cercana al estilo conventual de los frailes mendicantes que al estilo eremita anterior. Los carmelitas seguirán una tradición mariana que acompañará la historia de la orden, dando cauce a la expansión de la devoción a la Virgen el Carmen, “flor del Carmelo” y “viña florecida” del Señor. Mucho debe la nueva andadura carmelitana al prior inglés san Simón Stock, sexto general de la orden, que según la piadosa tradición carmelitana recibió de la Virgen María el 16 de julio de 1251 las promesas del Santo Escapulario.

Desde el siglo XIII al siglo XVI se expande la devoción carmelitana a la Madre de Dios del título de la Santa María del Monte Carmelo. La devoción mariana adornada con la promesa de salvación hecha por la Virgen a los portadores del santo Escapulario, es simbólicamente contemplada en el escudo de la orden. Lleva dos estrellas sobre el Monte Carmelo, estas dos luminarias son aquellos que ya han superado la cima del monte y han alcanzado el reino de Dios iniciado en sus corazones, mientras la estrella que cae dentro del campo del Monte representa a aquellos que peregrinan y van ascendiendo hacia la cima del Monte que se delinea sobre el blanco del campo superior coronado por la cruz.

La devoción carmelitana pone su esperanza en la Nuestra Señora, porque ella intercede y protege la vida sobrenatural de los discípulos de Jesús, y extiende el manto de su maternal protección, más allá de la vida terrena, sobre las almas del Purgatorio. No es el escapulario un talismán que garantiza la salvación, sino el signo externo de quienes poniendo en Dios su confianza se saben auxiliados por la intercesión de la Madre de Dios en esta vida, en el tránsito de la muerte y en el estado de purificación que dispone el alma para en encuentro con Dios en Cristo glorificado. Prolongación del santo escapulario, la devoción carmelitana se expresa en una de las medallas más tradicionales de nuestra cultura religiosa que adornan el cuello de quien la lleva, humilde confesión de fe en la redención de Cristo y la intercesión de María, manifestada sin ocultamiento en el suave bajorrelieve del Corazón de Jesús y de la Virgen del Carmen.

La devoción del pueblo cristiano a la Virgen del Carmen se manifiesta con gran intensidad en la extensión de su patrocinio sobre poblaciones y colectivos sociales, algunos de gran significado institucional. Es patrona de las gentes del mar, pescadores, mercantes y viajeros. Los marineros ven en la Stella Maris, la estrella del Mar que es Santa María del Monte Carmelo, la luz que ilumina su navegación al puerto seguro que es Cristo, como el ascenso al monte de la salvación que tierra adentro ilumina la peregrinación de la vida cristiana.

Es así en las naciones católicas de Europa, pero con singular presencia en España y Portugal. La devoción a la Virgen del Carmen es hondamente popular y tiene un singular eco en las más de cien poblaciones que en España tienen a la Madre de Dios en la advocación del Carmen como Patrona ante Dios. Con la evangelización del Nuevo Mundo la devoción carmelitana pasó a los países iberoamericanos, que la invocan con el mismo amor.

En España la Armada Española la tiene como Patrona, patrocinio que vino precedido en el tiempo por ser la Virgen del Carmen patrona de las cofradías pesqueras y agrupaciones marineras que protagonizan las procesiones marítimas del 16 de julio, fiesta de la Virgen del Carmen, a lo largo de toda la costa de la península y en las islas baleares y canarias.

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Comentarios
2 comentarios en “Virgen del Carmen: «Stella Maris»
  1. Que la Santísima Madre de Dios nos ampare en estos momentos, pues necesitamos de su auxilio y protección.
    Defiende nuestra FE, Señora.

    Ven, Señor Jesús

    1. Virgen del Carmen, se nuestro auxilio en esta tempestad planetaria que amenaza con hundir la cristiandad en el más oscuro olvido y desprecio.
      Sabemos que no prevalecerán nuestros enemigos, pero el mal creciente se contagia cual peste por medio de los medios de comunicación, se expanden más y más los vicios y las maldades variopintas…Y las gentes en su mayoría no creen en Tu amado Hijo y Redentor nuestro…
      Ven en nuestro auxilio, Señora y Madre de nuestras almas, Corredentora y Reina de todo lo creado, que reinas a la derecha de Aquel que es nuestro Dios y Señor, ven en nuestro auxilio, amén.

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