En una entrevista concedida a un medio mexicano, el Santo Padre ha vuelto a referirse al espinoso asunto de un Joe Biden, ‘católico devoto’, luchando por ampliar el derecho a matar niños en el vientre de sus madres al tiempo que recibe la sagrada comunión. Tirando balones fuera.
Su Santidad no puede parar. En las últimas semanas ha concedido tantas entrevistas y hecho tantas declaraciones a la prensa que uno se asombra recordando que con Juan Pablo II y Benedicto XVI, conseguir una entrevista del Vicario de Cristo era una proeza periodística y, antes, algo absolutamente inaudito. Pero el actual pontífice parece decidido a compensar la negligencia mediática de sus sucesores desde San Pedro.
La última (al tiempo de escribir este artículo, se entiende) la ha concedido a las periodistas mexicanas María Antonieta Collins y Valentina Alazraki por el canal de streaming ‘ViX de «Noticias Univision 24/7’, y en ella ha tratado del espinoso asunto de ofrecer o no la Sagrada Comunión a los gobernantes que promueven el aborto. Lo que hace noticioso el asunto es, por una parte, la valiente orden dada por el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, a sus sacerdotes para que nieguen la Comunión a la presidente de la Cámara, sedicente ‘católica devota’ y furiosa proabortista, Nancy Pelosi; y, por otro, la reacción del presidente Biden, también ‘devoto católico’, a la reversión del ‘derecho constitucional’ al aborto, redactando una orden ejecutiva para ‘proteger’ ese ‘derecho’.
La respuesta a ese dilema ya existe en el Código de Derecho Canónico, que manda negar la comunión al perpetrador del escándalo. Pero eso, al parecer, es “doctrina”, y luego está otra cosa, aparentemente opuesta, que es la “pastoralidad”, y que siempre parece contradecir la primera.
En esta ocasión, preguntado por este mismo asunto, Francisco señaló que «lo deja» a su «conciencia»: «Que hable con su pastor sobre esa incoherencia», subrayó. Segundos antes, había insistido en condenar el aborto, argumentando que los «datos científicos» comprueban que, «al mes de la concepción, ya está el ADN del feto y alineados los órganos. Hay vida humana. ¿Es justo eliminar una vida humana?». ¿Al mes?
Bien, en cualquier caso podemos responder al Papa con certeza: no, no es justo eliminar una vida humana. Pero si el derecho canónico prevé la medida de prudencia citada no es solo por evitar un sacrilegio y colaborar en la condenación eterna del alma de Joe Biden, sino porque no hacerlo es contribuir a la confusión de los católicos corrientes en este asunto. Y si alguien sugiere que los católicos no necesitan que nadie les recuerde que el aborto es un crimen y un pecado mortal de especial gravedad, habrá que recordar las estadísticas, el asustante número de católicos que se declara partidario del aborto.
Por otra parte, el Papa es, sobre todo, pastor, el pastor de pastores, el pastor en última instancia, el que no puede escamotear ningún asunto ‘pasándoselo’ a una instancia superior. Esa es la cuestión. Y no deja de ser curioso que Francisco no tuviera problema alguno para declarar que “no es cristiano” construir un muro (dicho desde el único país totalmente amurallado del mundo) cuando lo propuso Trump, mientras que luchar por ampliar el número de niños muertos en el útero por decisión de sus madres es un asunto que prefiere dejar “a la conciencia” de Joe Biden.