Radiografía de la Iglesia vasca

Iglesia vasca
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«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Es una da las frases que escuchamos el domingo pasado en el Evangelio de la Misa.

Entre San Sebastián y la frontera con Francia, un sacerdote africano era el encargado de oficiar el Santo Sacrificio a media mañana. Aquí ya se puede sacar una primera consideración. El problema de las vocaciones, aunque esta agonía puede extenderse más allá de la Iglesia vasca y española. En estos momentos, África se ha convertido en el gran semillero de vocaciones y también de índice de natalidad. Mientras tanto, en Occidente seguimos empeñados en no querer ver la realidad.

Otro vistazo rápido al entrar a esa iglesia de barrio llama poderosamente la atención. Un aforo de mitad de la iglesia. De ellos, el 70% mayores de 65 años. El otro tanto % corresponde a cuatro familias con niños y no tan niños.

El envejecimiento de la población española repercute en todos los ámbitos. Si bien es cierto, el clero vasco es actualmente uno de los más envejecidos. Como en la gran mayoría de diócesis, las vocaciones proceden de movimientos alejados de nacionalismos y de grupos «progres».

En esta iglesia donostiarra quedó patente un aspecto importante. La inexistencia de gente de mediana edad. Jóvenes estudiantes, jóvenes profesionales, y matrimonios jóvenes son prácticamente inexistentes fuera de determinados grupos o asociaciones católicas. Quizá muchos hayan visto en la causa independentista esa «religión» cómoda y mayoritaria a la que aferrarse. No es de extrañar, que según los datos estadísticos, las regiones vascas y catalanas sean las que se consideran menos católicas.

A pesar de ese vacío en las iglesias de población entre los 25 y 55 años hay un aspecto positivo a destacar. En un más que correcto español, el sacerdote africano predicó una homilía con contenido y sustancia.

El párroco destacó en su predicación la importancia de llevar una vida de oración. El sacerdote recordó que es el camino marcado por el Señor, recordando la frase del Evangelio que citábamos al principio.

Junto a la oración, el cura dijo que «no hay cristianismo sin cruz». Recordó que se puede ser feliz a pesar de las dificultades y problemas del día a día. La cruz, insistía el sacerdote, ha de estar presente en nuestra vida.

Con esta homilía, resumida a grandes rasgos, queda la esperanza de saber que viene generaciones de buenos sacerdotes y bien formados. Sigamos por tanto pidiendo al Señor «que envié obreros a su mies».

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