«Elena, víctima del pecado y de un mundo que excluye a Dios»

Elena del Pozzo
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La madre de Elena Del Pozzo confiesa haberla matado. «Ya no sabemos gestionar las fragilidades parentales. En las separaciones y los divorcios los que salen perjudicados siempre son los pequeños». Los niños son tratados cada vez más como «propiedad» y no como «regalo de Dios». La Bussola entrevista a Don Fortunato Di Noto.

Italia está conmocionada por la noticia de la muerte de la pequeña Elena Del Pozzo, asesinada el lunes 13 de junio en Mascalucia (provincia de Catania) por su joven madre, Martina Patti, según ella misma confesó a los investigadores. El interrogatorio no sirvió para aclarar qué pudo llevar a la mujer a matar a su hija, que habría cumplido cinco años en julio. Los investigadores especulan con la posibilidad de que los celos fueran el desencadenante, tanto hacia la pareja de su exmarido Alessandro, como por el cariño que su hija sentía hacia la pareja de este.

Lo cierto es que Elena se suma, por desgracia, a una larga lista de casos similares. Según un informe del Eures, 473 niños, ya nacidos, fueron asesinados por sus padres entre 2002 y 2019, a los que hay que sumar los filicidios de los últimos tres años, al menos una docena. Casos de crónica que llenan las páginas de los periódicos y alimentan las especulaciones, pero sin que se analicen las causas más profundas y los remedios para prevenir este tipo de delitos. La Nuova Bussola habla de todo esto con don Fortunato Di Noto, fundador de Meter, una asociación que, desde 1989, trabaja para proteger a los menores.

Don Di Noto: usted ha hecho una declaración sobre el asesinato de la pequeña Elena en la que alude a la «inhumana locura» de un mundo adulto desorientado.
La cuestión es que en un asunto tan trágico como el asesinato de una niña, no sólo existe el factor emocional. He visto que se ha hablado del mito de Medea y también de los cambios culturales. Soy un sacerdote práctico, que mira a la realidad. He leído que la madre a veces golpeaba a la niña, incluso brutalmente. Probablemente, si alguien hubiera informado de ello a los servicios sociales la vida de Elena se podría haber salvado. De todas formas, esta no es la manera de ejercer la patria potestad y la corrección educativa. El hecho de que un padre o una madre vea a su hijo como una propiedad indica que hay algo que no funciona. Además, hoy en día, en general, los niños son considerados cada vez más como objetos y esto agrava la situación.

¿Cuál es el principio-guía para detener semejante deriva?
La vida de un niño siempre es un regalo, que hay que agradecer al Señor. Lo que no podemos hacer es limitarnos a decir que estas son cosas que ocurren en la sociedad moderna. Debemos llamar las cosas por su nombre. Gaudium et spes, en el n, 51, define el infanticidio como un «crimen abominable», junto con el aborto. Es un pecado gravísimo. Es justo tener misericordia con la madre, pero debe ser una misericordia verdadera, que no prescinde de la justicia. Hay que tomar conciencia de la abominación, sentir el rubor de la vergüenza y después arrepentirse.

El abogado de Martina Patti la describe como «una mujer rota, muy afectada» que «ha hecho algo que ni ella misma pensaba que podía hacer» y que actuó «como si alguien se hubiera apoderado» de ella. ¿Qué reflexión puede hacer basándose en su experiencia en la asociación Meter?
El mal es el mal. Aunque todavía las autoridades tienen que hacer sus comprobaciones y garantizar un juicio justo, creo que aquí hay conciencia del acto cometido. El juicio tendrá que averiguar las motivaciones. Sin embargo, por otro lado, más allá de las dinámicas, lo que me inquieta como hombre y sacerdote es que se haya truncado la vida de una niña. No es un fenómeno nuevo, como ya he dicho, y hay una causa subyacente.

¿Cuál es?
Existe un malestar social, un malestar parental. Ya no sabemos gestionar las fragilidades parentales. Hay una situación de gran pobreza de relaciones y de gran desazón en las separaciones y en los divorcios, y los que sufren -suena a tópico, pero es cierto- siempre son los pequeños, los niños.

En su comunicado habla de «un fracaso que nos interpela para ofrecer puntos de referencia seguros». ¿Puede ponernos un ejemplo?
Esta semana se ha presentado el informe del Defensor del Menor. Habla de 1.384.000 menores en Italia que viven en la pobreza absoluta. Ahora bien, la pobreza absoluta no es sólo la falta de dinero. La pobreza absoluta suele ir acompañada también de pobreza educativa, pobreza de relaciones, pobreza en la gestión de conflictos, etc. Tener puntos de referencia significa tener recursos en la ciudad, reforzar los centros de escucha, los centros de asesoramiento, los servicios pedagógicos y psicológicos en las escuelas. No se trata de aumentar el aparato burocrático, sino de asegurar que haya centinelas en el territorio, capaces de vigilar y prevenir. No podemos, cada año, por cada caso, repetir lo mismo, sin cambiar nada.

En los análisis de los medios de comunicación, la relación entre el mal y el pecado es prácticamente un tabú que ni siquiera se menciona. Pero, al fin y al cabo, ¿no son estas situaciones hijas de una sociedad que vive como si Dios no existiera y no entiende que Él es la solución al mal?
San Pablo nos transmitió una frase fundamental: «La paga del pecado es la muerte» (Rm 6,23). Puede que a los no creyentes no les guste la palabra «pecado», pero aunque lo llamemos de otra forma -desorden moral, vida irresponsable, etc.-, las consecuencias son las mismas. El número de personas vulnerables es cada vez mayor. La vulnerabilidad, si no se contiene, está en todas partes. Y lo vemos. Vemos la violencia gratuita de los jóvenes que ya no tienen puntos de referencia, el mundo desgarrado por la discordia, y muchas cosas más. Sólo pongo un ejemplo. En Meter tenemos un centro de escucha de psicología y psicoterapia. He tenido que aumentar los psicoterapeutas y los psicólogos porque ahora tenemos una avalancha de solicitudes de ayuda de menores, pero sobre todo de parejas jóvenes que están totalmente desorientadas.

En su camino de ayuda y recuperación también hay mucha oración, ¿cierto?
Por supuesto. Nuestra oración se eleva a Dios, dador de todo bien, que no quiere que el pecador muera, sino que se convierta y viva. La fe cristiana nos lleva a creer en la eficacia de la oración porque es, si queremos usar términos seculares, un proceso terapéutico. Y añadiría que la Eucaristía es una medicina para la vida del que cree y quiere vivir una conversión del corazón. A raíz de que, hace más de cinco años, con el obispo detectáramos estas situaciones de fragilidad, soy el vicario episcopal de la diócesis de Noto para esta necesidad. La gente necesita que la Iglesia esté presente para escuchar, guiar y orientar a los más frágiles.

 

Publicado por Ermes Dovico en la Nuova Bussola Quotidiana

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

 

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Comentarios
7 comentarios en “«Elena, víctima del pecado y de un mundo que excluye a Dios»
  1. Parece de ésos ángeles de un cuadro. Está risueña. La madre jamás podrá olvidar la tierna e inocente sonrisa de su hijita.
    La verá continuamente, ése es ya una expiación a su tremendo pecado.
    Ni qué decir. Fué la locura de alejarse de Dios de manera tan violenta.
    Que esa niñita esté llena de la felicidad que aquí en la tierra no recibió.

  2. El tipo de asesinato más frecuente en nuestro tiempo es el que practican las madres contra sus hijos, ya que si bien el filicidio de nacidos no es muy frecuente, el aborto dispara las estadísticas.
    Y eso es algo nuevo, ya que en el pasado no se daba tanto como ahora.
    Semejante atrocidad encuentra, entre sus principales causas, la pérdida de la recta relación con Dios, así como el deterioro de la percepción de la realidad por la ofuscación que provoca la ideología dominante.
    Hay que ayudar a estas madres que son las primeras que sufren la consecuencia de su propio pecado, y hay que levantarlas, recordándoles que no hay pecado, por grave que sea, que no pueda ser perdonado en la confesión , en la que Cristo las espera para poder decirles (si se arrepienten): «No te condeno, vete y no peques más.» (Jn 8,11).

    1. Cierto, pero no olvidemos la principal responsabilidad del Pater familias, aunque no tenga el hijo en su vientre, y de las madres de las madres que tanto presionan a sus hijas para matas a sus nietos

      1. Y recordemos que en la perfección de la redención la Santísima Virgen quedó embarazada tan jovencita para indicar el camino a las jovencitas que quedan embarazadas, especialmente por violación, que pueden concebir a un alter Christus, a un santo sacerdote, que santificara a quienes estén a su alrededor especialmente a su madres, no es infrecuente que les salgan sacerdotes.

  3. Pobre pequeñita, 4 añitos, probablemente geniuda, más indefensa ante la ira y las pasiones destadas de su propia madre…
    Dale Señor el dolor de su pecado y la fe en Ti que necesita para hallar Tu Perdón misericordioso y Tu Gracia.

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