(La Nuova Bussola/Stefano Fontana)-Nace en Italia el partido Demos, que se inspira en «la democracia y la solidaridad«, hace referencia al «catolicismo democrático y al progresismo católico» y se posiciona en el centro-izquierda, junto al Partido Demócrata. Sus dirigentes, el origen de sus primeros militantes y las ideas subyacentes son las de la comunidad de San Egidio, por lo que los periódicos italianos ya lo han bautizado como «El partido de San Egidio».
La entrada en acción de Demos, sus motivos inspiradores y su claro posicionamiento político, ya experimentado en diferentes administraciones locales y destinado a ser puesto a prueba en las próximas elecciones, obligan a plantear la pregunta ya habitual: ¿saben los católicos en política hacer otra cosa que apoyar al Partido Demócrata y su cultura política? Al primer congreso de Demos asistió, obviamente, Enrico Letta, que volvió a proponer su idea del ius soli y el ius culturae, es decir, un fuerte incremento en la concesión de la ciudadanía a los inmigrantes. En este terreno, no habrá oposición alguna por parte de Demos-San Egidio, es más, llegará un fuerte apoyo, ya que para la comunidad de Trastevere la multirreligiosidad es el fin principal, por encima incluso del bien común.
Esta es la última pieza de una larga historia. Primero Dossetti dijo que el Partido Comunista Italiano tenía que integrarse en la democracia para hacerla verdaderamente «completa». Luego Fanfani y Moro hicieron el giro a la izquierda. Después, Raniero La Valle, Mario Gozzini y otros se presentaron a las elecciones locales de 1975 en las listas del PCI. Luego, la Liga Democrática de Achille Ardigò, Pietro Scoppola y Ermanno Gorrieri movilizó a las élites católicas en la cultura del progresismo de izquierdas. Después Gorrieri y Carniti fueron más allá con los «cristianos sociales». Luego, el dossettismo apoyó la transformación del PCI en el PdS y más tarde en el PD, considerando conveniente favorecer la entrada de los católicos en ese partido, que se había convertido en su referencia política. Gianni Baget Bozzo escribió que el dossettismo había obtenido la hegemonía en el Partido Demócrata, pero yo pienso lo contrario, el Partido Demócrata había obtenido la hegemonía sobre los católicos. El Ulivo de Romano Prodi fue la coronación de este largo proceso de rehabilitación a los ojos de los católicos de la vieja izquierda comunista. Después del Ulivo vinieron Napolitano y Mattarella.
Demos es la última y pequeña (muy pequeña…) pieza de esta historia. Una pieza que se añade a la historia cuando ésta ya casi ha terminado, cuando ya no hay católicos en el Parlamento, excepto los del PD. ¿Para qué se necesitarían hoye en día? En los últimos seis años el Parlamento ha aprobado una impresionante serie de leyes destructoras de la familia y la dignidad de los más indefensos, todas ellas votadas por los católicos integrados en el PD o que gravitan en su ámbito político. Los eventuales diputados de Demos también harán lo mismo, representando su papel en una obra de teatro sobre la que ya se ha bajado el telón.
El Partido Demócrata está hoy perdiendo políticamente y ganando culturalmente. [Por otro lado, la oposición pierde políticamente porque está perdiendo culturalmente.] En los últimos diez años el PD ha perdido sistemáticamente votos y elecciones. Sin embargo, la cultura tentacular de su «gramscismo» congénito sigue muy viva y dicta la ley: en la judicatura, en los ministerios, en las escuelas, en las asociaciones profesionales, en la prensa… hasta el punto de que un director general de educación organiza una jornada pro ideología de género en todas las escuelas del país sin que nada en la legislación vigente se lo permita. Incluso con un PD electoralmente débil, el aparato cultural funciona. Demos, pues, puede ser útil, dado que no es una alternativa en el plano de la cultura política, sino que de hecho se inscribe en el sistema del «gramscismo» hegemónico que, como es bien sabido, consideraba como intelectuales a conquistar incluso a los párrocos.
Así que volvamos a la pregunta inicial: ¿saben los católicos en política hacer algo más que apoyar al Partido Demócrata y su cultura política? Tal como están las cosas, parece que no, y Demos lo confirma. Para demostrar lo contrario, el nuevo partido debería hacer una cosa muy sencilla: declarar que quiere la derogación de la ley estatal del aborto 194. La solidaridad puesta en el corazón del programa político de Demos debe extenderse en primer lugar a los más indefensos, o sea, a los niños concebidos y no nacidos, que son los más pobres entre los pobres, más pobres incluso que los inmigrantes o los refugiados. Pero si lo hiciera, ¿podría Demos seguir posicionándose al lado del PD y conectarse con una historia ahora incapaz de nada nuevo? A un progresismo privado de futuro, como decía Chesterton de todo progresismo.
Con estas consideraciones uno llega al verdadero problema. Si no se cree que la fe católica sea capaz de generar civilización, si se la entiende como auxiliar de la cultura política secular y nunca decisiva para establecer una visión propia y alternativa, siempre se acabará expresando una posición de apoyo, que suele beneficiar a quienes, en ese momento de la historia, han conseguido más que otros presentarse no ya como católicos, pero sí al menos como convergentes con la fe católica en determinados presuntos valores humanos. Es la trampa del humanismo.
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Siendo la comunidad de San Egidio un «caballo de Troya», ya podemos imaginar lo que será su partido. Previsiblemente la política de Demos será afín a la de Francisco y la del NOM.
En Europa, lo que hay es oligarquía de partidos, no democracia, por lo demás, el mejor sistema es el de separación de estamentos, para evitar abusos, como por ejemplo las cortes de León, con leyes y gobiernos, teniendo como guía la ley de Dios, todo lo demás son engaños.
Al final se trataba de eso de medrar en política. Mejor cuanto antes se aclare todo lo de Ricardi mejor. Pero que deje a la Iglesia en Paz.