(Le Salon Beige)- En las páginas de IFN, Robert Siedlecki analiza la decisión del arzobispo Cordileone de negar la comunión a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi:
El arzobispo de San Francisco, Mons. Salvatore Cordileone, se ha dirigido a ella en varias ocasiones, tanto en persona como por escrito, para recordarle la doctrina de la Iglesia sobre el aborto e instarla a que deje de apoyarlo. Si no lo hacía, dijo que se vería obligado a impedirle acceder a la Sagrada Comunión, que los católicos consideran el Cuerpo y la Sangre de Cristo. En 2021, el arzobispo Cordileone llegó a lanzar una campaña bajo el nombre de «Rosas y rosarios para Nancy» en la que pedía a los católicos que:
“Únanse a mí para rezar el rosario y ayunar por la conversión del corazón maternal de la presidenta Pelosi, para que acepte la bondad y la dignidad de la vida humana, no sólo después del nacimiento, sino también en el vientre materno”.
Después de que Pelosi se negara a modificar su inquebrantable apoyo al aborto, el arzobispo Cordileone, el pasado 19 de mayo de 2022, la excluyó oficialmente de la comunión.
El arzobispo Cordileone comienza su carta a Pelosi notificando la prohibición y reiterando la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto:
“El Concilio Vaticano II, en su decreto sobre la Iglesia en el mundo moderno Gaudium et Spes, reiteró la antigua y constante enseñanza de la Iglesia de que «desde el primer momento de la concepción, la vida debe ser custodiada con el mayor cuidado, mientras que el aborto y el infanticidio son crímenes incalificables» (n. 51). De hecho, los cristianos siempre han defendido la dignidad de la vida humana en todas sus etapas, especialmente las más vulnerables, empezando por la vida en el vientre materno. Su Santidad el Papa Francisco, en línea con sus predecesores, también ha sido muy claro y categórico en su enseñanza sobre la dignidad de la vida humana en el seno materno.”
Cordileone señala a continuación que los católicos, especialmente los políticos, tienen el deber de actuar de acuerdo con esta enseñanza:
“Esta verdad moral fundamental [sobre el aborto] tiene consecuencias para los católicos en el modo de vivir sus vidas, especialmente para aquellos que están encargados de promover y proteger el bien público de la sociedad. El Papa Juan Pablo II también fue muy coherente en la defensa de esta enseñanza constante de la Iglesia, y recordó a menudo que «quienes están directamente implicados en los órganos legislativos tienen un gran deber». Existe una «grave y clara obligación de oponerse» a cualquier ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo católico, es imposible promover esas leyes o votar a favor de ellas…”
Si un político católico apoya el aborto, escribe Cordileone, hay que negarle la comunión:
“Un legislador católico que apoya el aborto inducido, después de conocer la enseñanza de la Iglesia, comete un pecado manifiestamente grave que es causa de gravísimo escándalo para los demás. Por lo tanto, la ley universal de la Iglesia establece que tales personas ‘no deben ser admitidas a la Santa Comunión’ (Código de Derecho Canónico, can. 915).”
El arzobispo cita después el proceso establecido por el cardenal Joseph Ratzinger (el futuro Papa Benedicto XVI), entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre cómo debe tratar un obispo a los políticos católicos que apoyan el aborto:
“cuando la cooperación formal de una persona se hace manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como su constante campaña y voto a favor de leyes permisivas del aborto y la eutanasia), su párroco debe reunirse con él, instruirle en la doctrina de la Iglesia, informarle de que no debe presentarse a comulgar hasta que no haya puesto fin a la situación objetiva de pecado, y advertirle de que, en caso contrario, será privado de la Eucaristía. Cuando «estas medidas de precaución no han surtido su efecto […] y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, sigue presentándose para recibir la Sagrada Eucaristía, «el ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuírsela”.
El arzobispo Cordileone afirma haber seguido fielmente este proceso explicando repetidamente a la presidenta Pelosi la posición de la Iglesia católica sobre el aborto y advirtiéndole de que se le negaría la Sagrada Comunión si no cambiaba su postura. En su última comunicación con ella, en una carta fechada el 7 de abril de 2022, Cordileone le dijo a Pelosi que:
“Si no rechaza públicamente su defensa del «derecho» al aborto o se abstiene de referirse a su fe católica en público y de recibir la Sagrada Comunión, no tendría más remedio que hacer una declaración, de acuerdo con el canon 915, de que no debe ser admitida a la Sagrada Comunión.”
Tras la arrogante negativa de Pelosi a modificar su posición sobre el aborto, el arzobispo Cordileone sólo tenía una opción disponible:
“Ya que no ha rechazado públicamente su posición sobre el aborto, y sigue remitiéndose a su fe católica para justificar su posición y recibir la Santa Comunión, ese momento ha llegado. Por lo tanto, a la luz de mi responsabilidad como Arzobispo de San Francisco de estar «preocupado por todos los fieles cristianos que se me han confiado» (Código de Derecho Canónico, can. 383, §1), por medio de esta comunicación le informo que no debe presentarse a comulgar, y si lo hace, no debe ser admitida a la Sagrada Comunión, hasta que rechace públicamente su defensa de la legitimidad del aborto, se confiese y reciba la absolución por este grave pecado en el Sacramento de la Penitencia.” (En negrita en el original).
Cordileone añade que está «dispuesto a continuar nuestra conversación en cualquier momento, y seguirá ofreciendo oraciones y ayunos por usted.»
El arzobispo de San Francisco termina su carta diciéndole a la Sra. Pelosi que pedía a todos los fieles de su diócesis que rezaran por todos los políticos católicos que apoyan el aborto para que «con la ayuda y la guía del Espíritu Santo, experimenten una conversión del corazón en este gravísimo asunto y que la vida humana sea protegida y promovida en todas las etapas y condiciones de la vida.»
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Ésa mujer se cree la estatua de la libertad. Sólo que queda más de libertinaje. Hacer lo que le venga en gana.
El aborto y el infanticidio son crímenes perfectamente calificables: son genocidio.
Y la actitud de esta mujer es claramente de rebeldía, desobediencia y orgullo contra Dios que es quién otorga la vida, en una actitud claramente demoníaca y completamente opuesta a lo que enseña la Santa madre Iglesia. Además, y por si esto no fuera suficiente, utiliza su supuesta condición de católica para sus fines políticos.
Es lamentable y completamente inadmisible que alguien como ella que en su vida hubo una etapa en la que fue feto, les niegue a otros muchísimos el derecho y la posibilidad de ser personas.
Por caridad elemental hacia el rebaño, por lealtad al Redentor, esta señora debe ser excomulgada de inmediato. También por su propio bien, para que no siga alimentando su propia condenación eterna.
La principal cooperación formal con el asesinato del aborto no es de Pelosi, que se jacta publica y sistemáticamante de su “catolicidad” para promoverlo y legalizarlo desde su posición dentro del congreso, la principal responsabilidad recaerá sobre su obispo, quienes la han recibido a ella y a los demás abortista públicos como Biden en el propio vaticano por el Papa, aunado al silencio complice y a la permisividad para con sacerdotes apostatas y herejes publicos como James Martin, el Cardenal Cupich, el Cardenal Gregory, Tobin, et al., y toda la junta directiva de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.