Walter Brandmüller, uno de los cardenales supervivientes entre los firmantes de las Dubia a Amoris Laetitia, ha publicado en Kath.net una reflexión, ‘Quo vadis, Germania?’, en la que arremete contra el ‘camino sinodal’ emprendido por sus compatriotas del episcopado alemán.
No es que los responsables del llamado ‘camino sinodal’ hayan propalado errores sobre Dios en sus documentos. Es peor, afirma el cardenal Walter Brandmüller en su contribución en Kath.net: ni siquiera mencionan a la Trinidad. Es la esencia del modernismo, ese “ateísmo dentro del cristianismo”. ¿Qué entienden los responsables de este proceso por religión, cristianismo, Iglesia católica? En la práctica, responde Brandmüller, “ateísmo en el cristianismo”, una Iglesia que no sería sino una ONG entre otras ONGs superfluas.
“Surge la pregunta aterradora: ¿Realmente los obispos que han participado en el proceso de toma de decisiones no se dieron cuenta de que estaban en abierta contradicción con las verdades de fe que habían jurado repetidamente preservar fielmente y proclamar con santo juramento?”, se pregunta Brandmüller.
Su Eminencia recuerda que muchas de las reivindicaciones ‘renovadoras’ del proceso, como la abolición del celibato obligatorio, son ya viejas, del periodo posconciliar. “Lo nuevo, sin embargo, es que la homosexualidad practicada se reconoce como moralmente permisible”.
En cuanto a lo que en el proceso sinodal se considera ‘estructura de poder’ en el seno de la Iglesia, el cardenal arremete: “ El hecho de que ahora no se reconozca ninguna diferencia real entre los obispos ordenados, los presbíteros, los diáconos y “solo” los bautizados y confirmados, por otro lado, corresponde enteramente a la enseñanza de Martín Lutero. Sin embargo, el Concilio Vaticano II enseña que el sacerdocio ministerial, es decir, el sacerdocio jerárquico de los consagrados, difiere no sólo en grado sino en esencia del sacerdocio común de los bautizados. ¡Así que la Asamblea de Frankfurt está revocando dos mil años de práctica y un Consejo General! Y pide también que se dé a las mujeres el sacramento del Orden Sagrado, lo que en dos mil años nunca se pensó posible porque, como ha afirmado Juan Pablo II con juicio infalible.la Iglesia no tiene autoridad para administrar el sacramento del Orden Sagrado a las mujeres”.
Lo que hay en el núcleo de este proceso no hay otra cosa que un viejo enemigo que lleva más de un siglo insinuándose, lo que Pío X aunó bajo la etiqueta de “modernismo”, que era y es radicalmente incompatible con la fe.
“La religión en su concepción judeocristiana no es el resultado de la autoexperiencia humana o de la reflexión existencial, sino la respuesta del ser humano a la revelación del Creador.. Una llamada más allá de lo creado, reconocible como tal, a la humanidad, al «pueblo elegido» de Israel, en el curso de la historia. En retrospectiva, se hace evidente cómo en la tradición religiosa de este pueblo se reconocía una imagen cada vez más clara y sublime del Creador del hombre y del universo a partir de presentimientos inicialmente bastante borrosos”.
“El autor judeocristiano introduce su carta a los Hebreos con las palabras: “Dios habló una vez a los padres de muchas maneras diferentes por medio de los profetas”; pero luego prosigue: «al final de estos días nos habló por medio del Hijo».
«El Hijo» es el Jesús histórico de Nazaret, cuyos últimos años de vida, cuya muerte en la cruz tuvo lugar a la luz pública más brillante, y están mucho más documentados que los de sus contemporáneos más prominentes. Estos testimonios son los escritos del Nuevo Testamento.
La investigación coincide en que la mayoría de estos fueron escritos y difundidos en vida por personas coetáneas de los hechos relatados. Por lo tanto, no hay razón para dudar de sus declaraciones históricas. En resumen: La fe en Jesucristo, el “Hijo del Dios vivo” encarnado, no se basa en ideas, mitos, etc., sino en hechos históricos comprobables. Por el número y el entusiasmo de los testigos oculares y auditivos de los acontecimientos que rodearon a Jesús de Nazaret, Cristo resucitado edificó su iglesia sobre Pedro, la roca que el apóstol Pablo pronto presentaría como el cuerpo de Cristo, como un organismo vivo animado por el espíritu de Dios”.
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