O, para decirlo con sus palabras, ha consumado un tercer ‘acto de amor’. Al menos, eso se deduce de la nota de prensa vaticana según la cual «en la segunda quincena de octubre, la Dirección de Salud e Higiene del Estado de la Ciudad del Vaticano comenzó a administrar la tercera dosis de la vacuna Covid-19, dando prioridad a los mayores de 60 años y a las personas con fragilidad».
No hay constancia directa, ni foto en esta ocasión, pero nada hace pensar que Francisco, que se ha mostrado tan entusiasta de la vacunación hasta el punto de calificarla como “un acto de amor” para animar a los fieles a inocularse, no haya dado ejemplo inyectándose con la dosis de refuerzo.
Las vacunas contra el covid -aunque sería más adecuado calificarlas como tratamientos genéticos experimentales- han estado muy a menudo presentes en los mensajes del Santo Padre, junto a su preocupación de que lleguen las dosis hasta el último rincón de la Casa Común y alcancen el brazo del último de los descartados. En su última referencia llegó incluso a pedir a los fabricantes que renuncien a las multibillonarias patentes sobre estas terapias a fin de abaratar su distribución.
Su fe en estas inoculaciones y su cuidado por preservar la salud de los habitantes del diminuto estado sobre el que rige, la Ciudad del Vaticano, le ha llevado a exigir pase vacunal a todo el que entre en el territorio, conminando a los empleados a vacunarse o a buscarse otra ocupación, algo que han hecho con ruido innecesario algún soldado de su Guardia Suiza.
Una fe, hay que decir, que parece un tanto oscurecida y desengañada por esa tercera dosis que parece contradecir la eficacia anunciada a bombo y platillo hace no tanto, y recogida con candorosa confianza por Su Santidad, ya que, de haber sido capaz de lograr la inmunización, ¿qué necesidad habría de una tercera dosis de refuerzo, no prevista en parte alguna en las primeras comunicaciones triunfales? Y, siendo así que se necesita un refuerzo para completar la tan ansiada protección, ¿quién puede decir que no se necesite una cuarta, una quinta, quizá varias dosis anuales para el futuro previsible? ¿Retirará el Estado sobre el que reina la libertad de movimientos a quienes, habiendo completado la doble pauta, se muestren renuentes a la tercera?
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