Francisco oye el grito de Libia, pero no el de los cubanos en el Vaticano

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En Libia, denuncia el Papa, hay verdaderos campos de concentración donde se hacinan los subsaharianos, y él mismo, Francisco, escucha sus gritos a pesar de la distancia. Curioso que, en cambio, no escuche el grito de los cubanos que se manifiestan debajo de su ventana, prácticamente.

¿Se acuerdan de Cuba este pasado verano? Parecía que empezaba algo, que al fin, tras sesenta años de atroz tiranía comunista, el pueblo decía ¡basta ya! y aquello iba a caer. Pero la vida real no es como las películas, y sin un claro apoyo exterior, los disidentes fueron localizados, detenidos y ‘desaparecidos’ por el régimen, y toda esa incipiente ‘primavera cubana’ se marchitó de golpe, y nadie se acuerda.

Ahora muchos de ellos están en el Vaticano para pedir a gritos el apoyo del Papa a su movimiento, pero con la mala suerte de que el grito cubano no es el que toca. Es el libio. O el subsahariano en Libia, para ser más exactos.

Era el día de hablar de acogida, y el Papa lo hizo (volvió a hacerlo). En Libia hay verdaderos campos de concentración de subsaharianos que quieren entrar en Europa, y es hora de que las naciones del Viejo Continente hagan un nuevo esfuerzo por acogerlos a todos.

Hay que dar, ha dicho Francisco, prioridad al salvamento de vidas humanas en el mar de estos migrantes a los que se dirigió directamente: Nunca os olvido. Siento vuestros gritos y rezo por vosotros. Tantos de estos hombres, mujeres y niños están sometidos a una violencia inhumana.

Mujeres y niños, no muchos, que la abrumadora mayoría de los que vemos entrar son mocetones jóvenes, pero entendemos la angustia del Papa ante un destino tan atroz. Más difícil es entender por qué Su Santidad no entiende que esa situación se debe, en buena medida, a la acogida. Sin esa esperanza -sin ese incentivo, sin esa llamada- no se embarcarían en el peligroso periplo que les lleva hasta Libia.

Pero, por alguna razón que se nos escapa, el Santo Padre está decidido a que lleguen a Europa multitudes de africanos en lugar de hacer hincapié en las ayudas en origen para que no tengan que emigrar, algo que no es un plato de gusto para nadie por bien que vayan las cosas.

Los cubanos, aunque están ahí abajo, en la propia Roma, y gritan en el mismo idioma que habla el Papa, no parecen llegar al oído del Santo Padre.

Como cuenta nuestro Specola, el grito que más ha sonado es: ¡Dios, patria, vida y libertad!, junto con ¡Derechos humanos para los cubanos! y ¡Queremos a Cuba libre!. No pudieron entrar en la plaza de San Pedro: Estamos en el medio de la calle porque lo que está pasando esta mañana es que no nos dejan avanzar, no nos dejan pasar, han puesto una barrera entre la Santa Sede y los cubanos.

Los cubanos solo venimos aquí a pedir derechos humanos y a profesar nuestra fe. Pedimos oraciones para un pueblo que la está pasando mal, para millones de seres humanos que están sufriendo las consecuencias de vivir secuestrados bajo una dictadura totalitaria y genocida que está acabando con vidas. Un joven logró entrar en la Plaza de San Pedro y se arrodilló mientras sostenía extendida una bandera de Cuba que fue retirada por agentes de la policía.

Pero hay un problema. Y es que el Santo Padre se ha mostrado cercano al régimen cubano. Hacer caso a sus descontentos sería como, no sé, al tiempo que recuerda que se han creado en Libia verdaderos campos de concentración, mencionar que en China existen desde hace décadas y que sirven, entre otras cosas, para encerrar a católicos que no comulgan con el tiránico régimen ateo.

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