Francisco: «Que no falte el valor de la conversión ecológica»

Papa Francisco conversión ecológica
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El Papa Francisco ha enviado un mensaje a los participantes en la 49ª Semana Social de los católicos italianos, que está teniendo lugar en Taranto del 21 al 24 de octubre sobre el tema ‘El planeta que esperamos. Ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado’.

Para Su Santidad, este encuentro tiene un “sabor especial”. “Se advierte la necesidad de encontrarse y de verse las caras, de sonreír y planear, de rezar y soñar juntos”, aclara, “aún más necesario en el contexto de la crisis generada por Covid”.

“La pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el ambiente en el que vivimos”, asegura el Santo Padre. “Para recuperarnos, debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer lugar, de la creación”, señala el Papa.

“Que no falte el valor de la conversión ecológica, pero sobre todo que no falte el ardor de la conversión comunitaria”, dice Francisco.

“Demasiadas personas cruzan nuestras existencias mientras están desesperadas: jóvenes que se ven obligados a dejar sus países de origen para emigrar a otros lugares, en paro o explotados en una precariedad sin fin; mujeres que han perdido su empleo en tiempos de pandemia o que se ven obligadas a elegir entre la maternidad y la profesión; trabajadores que se quedan en casa sin oportunidades; pobres y emigrantes que no son acogidos ni integrados; personas mayores abandonadas a su soledad; familias víctimas de la usura, la ludopatía y la corrupción; empresarios en dificultades y sometidos a los abusos de las mafias; comunidades destruidas por los incendios… “, enumera el Sucesor de san Pedro.

Cuando vemos diócesis, parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales cansados y desanimados, a veces resignados ante situaciones complejas, vemos un Evangelio que tiende a desvanecerse.

El Santo Padre exhorta a no quedarse “en las sacristías”, ni formar “grupos elitistas que se aíslan y se cierran”. “Qué maravilloso sería que, en las zonas más marcadas por la contaminación y la degradación, los cristianos no se limitaran a denunciar, sino que asumieran la responsabilidad de crear redes de rescate”, confiesa el Papa.

“A veces, prevalecen el miedo y el silencio, que acaban favoreciendo la actuación de los lobos de los negocios sucios y el interés individual. No tengamos miedo de denunciar y oponernos a la ilegalidad, pero sobre todo no tengamos miedo de sembrar el bien”, anima.

“Nos espera una conversión profunda, que toque incluso antes que la ecología ambiental la ecología humana, la ecología del corazón”, indica. “El cambio llegará solamente si sabremos formar las conciencias para que no busquen soluciones fáciles que protejan a los que ya están seguros, sino para que propongan procesos de cambio duraderos en beneficio de las nuevas generaciones”.

“Este es, pues, el planeta que esperamos: ese en el que la cultura del diálogo y de la paz fecunden un nuevo día, en el que el trabajo confiera dignidad a la persona y salvaguarde la creación, en el que converjan mundos culturalmente distantes, animados por una misma preocupación por el bien común”, termina el Pontífice antes de pedir que recen por él.

Les ofrecemos el mensaje del Santo Padre, publicado en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Queridos hermanos y hermanas

Saludo cordialmente a todos los que participan en la 49ª Semana Social de los Católicos Italianos, convocada en Taranto. Saludo fraternalmente al cardenal Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, al arzobispo Filippo Santoro y a los obispos presentes, a los miembros del Comité científico y organizador, a los delegados de las diócesis italianas, a los representantes de los movimientos y asociaciones, a todos los invitados y a los que siguen el evento a distancia.

Esta cita tiene un sabor especial. Se advierte la necesidad de encontrarse y de verse las caras, de sonreír y planear, de rezar y soñar juntos. Esto es aún más necesario en el contexto de la crisis generada por Covid, una crisis tanto sanitaria como social. Para salir de esta crisis, también los católicos italianos deben ser más valientes. No podemos resignarnos y quedarnos mirando desde la ventana, no podemos permanecer indiferentes o apáticos sin asumir la responsabilidad por los demás y por la sociedad. Estamos llamados a ser la levadura que fermenta la masa (cf. Mt 13,33).

La pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el ambiente en el que vivimos. Para recuperarnos, debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer lugar, de la creación. Que no falte el valor de la conversión ecológica, pero sobre todo que no falte el ardor de la conversión comunitaria. Por eso, espero que la Semana Social sea una experiencia sinodal, un intercambio pleno de vocaciones y talentos que el Espíritu ha suscitado en Italia. Para ello, también es necesario escuchar el sufrimiento de los pobres, de los últimos, de los desesperados, de las familias cansadas de vivir en lugares contaminados, explotados, quemados, devastados por la corrupción y la degradación.

Necesitamos esperanza. Es significativo el título elegido para esta Semana Social de Taranto, ciudad que simboliza las esperanzas y contradicciones de nuestro tiempo: «El planeta que esperamos». Ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado». Hay un deseo de vida, una sed de justicia, un anhelo de plenitud que brota de las comunidades afectadas por la pandemia. Escuchémoslo. En este sentido me gustaría brindaros algunas reflexiones que puedan ayudaros a caminar con audacia por el camino de la esperanza, que podemos imaginar señalada por tres «señales».

La primera es la atención a los cruces. Demasiadas personas cruzan nuestras existencias mientras están desesperadas: jóvenes que se ven obligados a dejar sus países de origen para emigrar a otros lugares, en paro o explotados en una precariedad sin fin; mujeres que han perdido su empleo en tiempos de pandemia o que se ven obligadas a elegir entre la maternidad y la profesión; trabajadores que se quedan en casa sin oportunidades; pobres y emigrantes que no son acogidos ni integrados; personas mayores abandonadas a su soledad; familias víctimas de la usura, la ludopatía y la corrupción; empresarios en dificultades y sometidos a los abusos de las mafias; comunidades destruidas por los incendios… Pero también hay tantas personas enfermas, adultos y niños, trabajadores obligados a realizar trabajos extenuantes o inmorales, a menudo en condiciones de seguridad precarias. Son rostros e historias que nos interpelan: no podemos permanecer indiferentes. Estos hermanos y hermanas nuestros están crucificados y esperan la resurrección. Que la fantasía del Espíritu nos ayude a no dejar nada por hacer para que sus legítimas esperanzas se hagan realidad.

Una segunda señal indica que está prohibido aparcar. Cuando vemos diócesis, parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales cansados y desanimados, a veces resignados ante situaciones complejas, vemos un Evangelio que tiende a desvanecerse. Por el contrario, el amor de Dios nunca es estático ni renunciante, «todo lo cree, todo lo espera» (1 Cor 13,7): nos impulsa y nos prohíbe detenernos. Nos pone en movimiento como creyentes y discípulos de Jesús en camino por las sendas del mundo, siguiendo el ejemplo de Aquel que es el camino (cf. Jn 14,6) y ha recorrido nuestras sendas. No nos quedemos, pues, en las sacristías, no formemos grupos elitistas que se aíslan y se cierran. La esperanza está siempre en movimiento y pasa también por las comunidades cristianas, hijas de la resurrección, que salen, anuncian, comparten, soportan y luchan por construir el Reino de Dios. Qué maravilloso sería que, en las zonas más marcadas por la contaminación y la degradación, los cristianos no se limitaran a denunciar, sino que asumieran la responsabilidad de crear redes de rescate. Como escribí en la Encíclica Laudato sì’, «No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso.» (nº 194). A veces, prevalecen el miedo y el silencio, que acaban favoreciendo la actuación de los lobos de los negocios sucios y el interés individual. No tengamos miedo de denunciar y oponernos a la ilegalidad, pero sobre todo no tengamos miedo de sembrar el bien.

Una tercera señal de tráfico es la obligación de girar. El grito de los pobres y el grito de la Tierra lo invocan. «La esperanza nos invita a reconocer que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas». (n. 61). Al obispo Tonino Bello, profeta en la tierra de Apulia, le gustaba repetir: «No podemos limitarnos a la esperanza. Hay que organizar la esperanza». Nos espera una conversión profunda, que toque incluso antes que la ecología ambiental la ecología humana, la ecología del corazón. El cambio llegará solamente si sabremos formar las conciencias para que no busquen soluciones fáciles que protejan a los que ya están seguros, sino para que propongan procesos de cambio duraderos en beneficio de las nuevas generaciones. Una conversión de este tipo, orientada a una ecología social, puede alimentar esta época que se ha denominado «transición ecológica», en la que las decisiones que se tomen no pueden ser sólo el fruto de nuevos descubrimientos tecnológicos, sino también de modelos sociales renovados. El cambio de época que estamos atravesando requiere un cambio de rumbo. Fijémonos, en este sentido, en tantos signos de esperanza, en tantas personas a las que quiero dar las gracias porque, a menudo en silencio laborioso trabajan para promover un modelo económico diferente, más equitativo y atento a las personas.

Este es, pues, el planeta que esperamos: ese en el que la cultura del diálogo y de la paz fecunden un nuevo día, en el que el trabajo confiera dignidad a la persona y salvaguarde la creación, en el que converjan mundos culturalmente distantes, animados por una misma preocupación por el bien común. Queridos hermanos y hermanas, acompaño vuestro trabajo con la oración y el ánimo. Os bendigo, deseando que encarnéis las propuestas de estos días con pasión y concreción. Que el Señor os llene de esperanza. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 4 de octubre de 2021

Fiesta de San Francisco de Asís

FRANCISCO

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Comentarios
29 comentarios en “Francisco: «Que no falte el valor de la conversión ecológica»
  1. Recuerdo un cómic de mi juventud, hace ya 150 años, que se llamaba «Don Pelmazo» era un tipo que sin venir a cuento te obsequiaba con una charla que hacía que se aburrieran hasta las ostras, es donde descubrí esa onamatopeya del bla bla BLA bla BLA……. últimamente, no sé por qué, me retrotrae a ese cómic cada vez que leo u oigo hablar de otros personajes no precisamente del comic

  2. ¿Conversión ecológica?
    ¿Pues no que no hay qué hacer proselitismo?
    Con éso de que ya le cambian de nombre a todo,, la -ecología- suena a la -religión-.
    Ya todo es ecología, ya esta más penado podar un árbol que matar un niño con el aborto.
    Resulta ya tan difícil la vida con éstos que ponen inyecciones,, que dan ganas de mejor ser un kalanchoe que una persona.

    1. Conversión ecológica?
      Cuántos árboles se plantarán en el cielo? Cuántos en el 1n f13r n0. Al paso que vamos han de ser muchos, pero todos secos.

  3. – Que nada te despiste de la salvación de las almas, que es el fin supremo de mi Iglesia Católica y de todos mis pastores.

    – Que nada te despiste de la lucha contra la cultura de la muerte (aborto y eutanasia de ancianos y enfermos), del laicismo beligerante de exclusión, de la ideología del género, de la ideología de la legalización de las drogas, de la dictadura del relativismo moral contra la familia y el matrimonio naturales, de las políticas contra el bien común.

    3. Nunca jamás aceptes que te sustituyan el feto y embrión humanos abortados por una ardilla o un pajarillo en extinción, la eutanasia de los ancianos y los enfermos por una gaviota empetrolada, la familia y el matrimonio por una montaña con bosques, el bien común por unas riadas inmensas de inmigrantes… Ni que lo diga el Papa ni todos los cardenales y obispos, nunca jamás lo aceptes…

  4. Este mensaje no hay por dónde cogerlo. Francisco reitera los errores de siempre con su habitual ñoñería. El Papa debería entender que no hemos de buscar una conversión ecológica, sino la conversión cristiana, de la que, por cierto, Francisco está muy necesitado.

    1. Totalmente de acuerdo con su comentario.
      La conversión que considero muy necesaria, y que mucho contribuiría a nuestra propia conversión, es la del Papa Francisco. Por ella rezo permanentemente.

  5. Eterna matraca
    de este cursi, moñas
    e idolátrico an ti pa pa.
    Sensiblero-kitsch-trillado-aburrido-ñoño-empalagoso‐sentimentaloide-tópico‐manido. Pesaaaaoooo.
    Y pérfido.

  6. ¡Pero que perra ha cogido con la ecología! Este hombre hace todo lo que le dictan los masones del NOM. O no tiene dos dedos de frente, o está colaborando abiertamente con ellos.

  7. Cada elección tiene un costo. Cada compra viene con un costo de oportunidad: cual es la oportunidad que se pierde por hacer esta compra. Los gastos ecologistas vienen con un costo de oportunidad. Significa perder la oportunidad de gastar tal monto en otra cosa: educación, nutrición, viviendas etc..

    Más los gastos ecologistas tienen poca utilidad marginal. Gastan mucho dinero por poco beneficio.

    Los ecologistas piden que los gobiernos nacionales deciden las prioridades y no los ciudadanos individualmente o corporativamente. Lo hacen porque el gobierno puede usar su poder coercitivo para imponer una elección sobre los que tienen que pagar la cuenta. Además los gobernantes son muy buenos de gastar dinero ajeno.

    1. Por algo se les ha llamado siempre a esta gente «ecolojetas» en lugar de ecologistas. Y también las sandías: verdes por fuera, rojos por dentro.

  8. No hay una conversión ecologica, como tampoco hay una conversión matemática, porque la ecología no es un dios, es como mucho una ciencia o disciplina que estudia los ecosistemas para sacar información útil a las tareas económicas.
    Idolatrar un objeto, el planeta, una taza o una flor es un grave pecado contra Dios.
    Se dejan de tonterías con la tierra, que fue creada para los animales y estos para el hombre, la criatura predilecta. Lejos lejos.
    Si idealizan la ecología, adoran la cruz invertida.
    Sencillo y al pie.

  9. Tendríamos muchos menos problemas sin gobernantes. Sin toda esa burocracia ineficiente y parásita de la sociedad.
    Lo que gastan en ecología es con el fin de reducir la población. Objetivo de todos los maso nes.

  10. Greto Tumbergoglio, el «papa» ecojusticiero. Allí donde resopla la ballena allí donde el oso polar no encuentra sus cubitos de hielo, allí está Paco defendiendo sus derechos.

    El papachamàn de la pachamama. Vamos Paco! A gosar y a soñar con el Nuevo Orden Mundial!

    1. Soy yo, tal cual lo que sucede con este papa, dicho con mucha gracia! Qué pena, ya que seguramente ni se entera de todo lo que escribimos aquí…y aunque se enterara, está visto que le importaría bien poco…que lo digan si no, todos los sacerdotes y obispos que han tenido la osadía de mostrarse en desacuerdo, y a los que ignora olímpicamente o directamente los misericordia…este papa bufón, al que le han colgado el mote de «humilde», tan humilde y tan tirano como tantos los hubo en nuestra historia! Sólo Dios sabe por qué permite que él siga ahí, y supongo que en algún momento algo nos será develado…

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