El mito de la Ostpolitik

Ostpolitik Casaroli George Weigel Giulio Andreotti con el cardenal Casaroli (Archivo Andreotti)
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(Catholic World Report)- George Weigel aborda el mito de la Ostpolitik urdida por el cardenal Casaroli y su actual predicament en el Vaticano:

Cuando me reuní el 14 de febrero de 1997 con el cardenal Agostino Casaroli, el arquitecto de la Ostpolitik del Vaticano y de su enfoque “suave” hacia los regímenes comunistas del este de Europa central en los años sesenta y setenta, no pudo ser más cordial conmigo. Yo estaba entonces preparando el primer volumen de mi biografía del Papa Juan Pablo II, Testigo de la esperanza, y al solicitar una sesión con el cardenal retirado, hice hincapié en dos puntos: quería entender la teoría que subyace a la Ostpolitik y estaba ansioso por conocer las impresiones de Casaroli sobre el cardenal Karol Wojtyła antes de que el arzobispo de Cracovia se convirtiera en Papa. Hablamos durante casi dos horas y, al repasar mis notas de aquel encuentro, sigo encontrando fascinantes las observaciones del cardenal.

Curiosamente, Casaroli expresó su admiración por el cardenal Stefan Wyszyński, que acaba de ser beatificado el pasado 12 de septiembre. Los dos hombres habían estado enfrentados durante años -Wyszyński pensaba que la Ostpolitik era singularmente desacertada-, pero Casaroli se desvivió por elogiar al primado polaco, al que calificó como «un verdadero príncipe… aunque provenía de una familia bastante pobre.» Lo que el diplomático vaticano admiraba en Wyszyński, al parecer, era su agudo sentido táctico. Así, en un momento dado, el cardenal dijo que el Primado era «como uno de esos juguetes de niños a los que se les da cuerda«, y luego se detiene justo antes de estrellarse (una maniobra que Casaroli ilustró paseando sus dedos por el borde de la mesa de café que había entre nosotros). En cuanto al hombre que le hizo secretario de Estado de la Santa Sede, Casaroli pensaba que «Polonia era demasiado pequeña para la gran personalidad del cardenal Wojtyła [que era] más adecuada para un papa

El cardenal Casaroli habló largo y tendido sobre su relación con el Papa Pablo VI, cuyos retratos y fotografías estaban ampliamente expuestos en el apartamento del cardenal en el Palazzina dell’Arciprete. La Ostpolitik que Casaroli llevó a cabo para el Papa Pablo VI comenzó con una premisa y una pregunta: salvar a la Iglesia tras el Telón de Acero requería el acceso de los católicos a los sacramentos, pero ¿cuál era la mejor manera de mantener ese acceso bajo unos regímenes totalitarios?

La respuesta de la Ostpolitik fue la siguiente: el acceso a los sacramentos requería sacerdotes; la ordenación de sacerdotes requería obispos; conseguir obispos significaba hacer tratos con los regímenes comunistas; conseguir esos tratos significaba evitar enfrentamientos retóricos. Pablo VI comprendió que ésta «no era una política gloriosa» (como dijo una vez a Casaroli). «Era difícil para [el Papa Pablo] no hablar abiertamente y con fuerza» en defensa de la libertad religiosa, recordó Casaroli; autocensurarse era un «tormento para él«. Pablo VI solía decir, ante diversas situaciones de persecución tras el telón de acero: «Esto es imposible, tengo que decir algo«. Pero el Papa se mantuvo «fiel a la visión» de la Ostpolitik, aunque eso exigía que Casaroli le «frenara«, y «esto era una agonía para nosotros«. Como es lógico, Casaroli tituló sus memorias publicadas póstumamente El martirio de la paciencia.

Sean cuales fueran sus intenciones, esa estrategia no logró crear una situación viable para los católicos que vivían tras el telón de acero. La afirmación que todavía se escucha en Roma de que la Ostpolitik de Casaroli fue un gran éxito, que preparó el camino para la Revolución no violenta de 1989 y el colapso comunista en el este de Europa central, no tiene ningún fundamento en la realidad histórica. La Ostpolitik convirtió a la Iglesia católica de Hungría en una virtual filial del Partido y del Estado comunista húngaro. La Ostpolitik desmoralizó a las partes vivas de la Iglesia en la entonces Checoslovaquia. Complicó innecesariamente la situación de la Iglesia polaca. Y dio margen de maniobra en toda la región a organizaciones falsamente católicas compuestas por partidarios y compañeros de viaje de los regímenes comunistas. Esa era la realidad sobre el terreno. Todo estudiante serio de la época lo sabe.

La Ostpolitik también proporcionó oportunidades para que los servicios de inteligencia comunistas se infiltraran en el Vaticano y comprometieran aún más las posiciones negociadoras de la Santa Sede: un asunto desagradable que documenté en el segundo volumen de mi biografía de Juan Pablo II, utilizando materiales originales de los archivos de la KGB, la Stasi alemana, la SB polaca y otros.

Le agradecí su amabilidad al cardenal Casaroli cuando nos conocimos hace 24 años. Y aunque confieso que sus memorias me parecieron poco informativas no le guardo ningún tipo de rencor. Sin embargo, la actual celebración romana de la Ostpolitik de Casaroli como un triunfo de la diplomacia vaticana y un modelo para el futuro es una pura mitificación, y además muy nociva. Porque esa mitología da forma a las políticas vaticanas del siglo XXI de acomodación y «diálogo» que socavan el testimonio moral de la Iglesia Católica contra la represión en Hong Kong, China, Venezuela, Bielorrusia, Cuba, Nicaragua y otros lugares.

La Iglesia perseguida merece algo mejor. También lo merece un mundo que necesita urgentemente claridad moral.

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Comentarios
7 comentarios en “El mito de la Ostpolitik
  1. La Oskpolitik significó dejar a los fieles en manos de los partidos comunistas. Fue un fracaso y una traición a la fe.
    Igual que el pacto actual del Vaticano con el Partido Comunista Chino.

  2. El Profesor catedrático y líder católico Plinio Corrêa de Oliveira publicó un extenso e impresionante manifiesto en abril de 1974, en el que destrozaba completamente todos los ardiles de la Ostpolitik y sus desastrosas consecuencias para la Iglesia.

  3. Wyszsinsky también pactó con los zurdos en Polonia y hay rumores fuertes de que el entonces monseñor Montini informaba a los soviéticos de los sacerdotes que Roma mandaba para esos lugares. Así de mal andamos.

    1. No era Montini sino un sobordinado. Montini falló gravemente en su responsabilidad «in vigilando» (más o menos como casi todos los obispos en otros temas). Por eso Pío XII se lo quitó de enmedio mandándolo a Milán asegurando que jamás lo haría cardenal, faena que hizo Juan XXIII nada más ser elegido Papa.

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