El Papa inaugura el sínodo llamando a establecer mayores lazos de amistad con el mundo

Papa sínodo mundo El Papa en la inauguración del sínodo (Vatican Media)
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Esta mañana ha tenido lugar la apertura del sínodo de la sinodalidad, que terminará en Roma en octubre de 2023.

En su discurso inaugural, Francisco ha asegurado que el Sínodo “no es un parlamento, que el Sínodo no es un sondeo de las opiniones; el Sínodo es un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo”.

“Estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternidad que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que es único. Todos, sin distinciones, y en particular nosotros Pastores”, señaló.

“Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos”, advirtió el Pontífice.

“Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas. Hemos avanzado en este aspecto, pero todavía nos cuesta, y nos vemos obligados a constatar el malestar y el sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen. ¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable! Todos los bautizados, este es el carné de identidad: el Bautismo”, afirmó Su Santidad.

Francisco alertó de los tres riesgos del sínodo: formalismo, intelectualismo e inmovilismo. “Un Sínodo se puede reducir a un evento extraordinario, pero de fachada, como si nos quedáramos mirando la hermosa fachada de una iglesia, pero sin entrar nunca”, indicó el Pontífice.

A veces “hay cierto elitismo en el orden presbiteral que lo hace separarse de los laicos; y el sacerdote al final se vuelve el “dueño del cotarro” y no el pastor de toda una Iglesia que sigue hacia adelante”, dijo.

El intelectualismo, “es decir, la abstracción; la realidad va por un lado y nosotros con nuestras reflexiones vamos por otro”, convierte el Sínodo “en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo”.

También se refirió al inmovilismo: “Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 33) —esta palabra es un veneno en la vida de la Iglesia, “siempre se ha hecho así”—. Quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos”.

“¡Cuánto nos hace falta hoy la oración de adoración! Muchos han perdido no sólo la costumbre, sino también la noción de lo que significa adorar.”, advirtió el Papa más adelante.

“Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios siempre ha actuado así. Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor”, aseguró el Santo Padre.

“Y esto no sólo con las palabras, sino con la presencia, para que se establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo”, continuó.

“Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén”, terminó diciendo el Papa.

Les ofrecemos las palabras del Papa, publicadas en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Queridos hermanos y hermanas:

Gracias por estar aquí, en la apertura del Sínodo. Han venido por muchos caminos y de muchas Iglesias, llevando cada uno en el corazón preguntas y esperanzas, y estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad. Reitero que el Sínodo no es un parlamento, que el Sínodo no es un sondeo de las opiniones; el Sínodo es un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo.

Vivamos este Sínodo en el espíritu de la oración que Jesús elevó al Padre con vehemencia por los suyos: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternidad que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que es único. Todos, sin distinciones, y en particular nosotros Pastores, como escribía san Cipriano: «Debemos mantener y defender firmemente esta unidad, sobre todo los obispos, que somos los que presidimos en la Iglesia, a fin de probar que el mismo episcopado es también uno e indiviso» (De Ecclesiae catholicae unitate, 5). Por eso, caminamos juntos en el único Pueblo de Dios, para hacer experiencia de una Iglesia que recibe y vive el don de la unidad, y que se abre a la voz del Espíritu.

Las palabras clave del Sínodo son tres: comunión, participación y misión. Comunión y misión son expresiones teológicas que designan el misterio de la Iglesia, y es bueno que hagamos memoria de ellas. El Concilio Vaticano II precisó que la comunión expresa la naturaleza misma de la Iglesia y, al mismo tiempo, afirmó que la Iglesia ha recibido «la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino» (Lumen gentium, 5). La Iglesia, por medio de esas dos palabras, contempla e imita la vida de la Santísima Trinidad, misterio de comunión ad intra y fuente de misión ad extra. Después de un tiempo de reflexiones doctrinales, teológicas y pastorales que caracterizaron la recepción del Vaticano II, san Pablo VI quiso condensar precisamente en estas dos palabras —comunión y misión— «las líneas maestras, enunciadas por el Concilio». Conmemorando la apertura, afirmó en efecto que las líneas generales habían sido «la comunión, es decir, la cohesión y la plenitud interior, en la gracia, la verdad y la colaboración […], y la misión, que es el compromiso apostólico hacia el mundo contemporáneo» (Ángelus, 11 octubre 1970), que no es proselitismo.

Clausurando el Sínodo de 1985 —veinte años después de la conclusión de la asamblea conciliar—, también san Juan Pablo II quiso reafirmar que la naturaleza de la Iglesia es la koinonia; de ella surge la misión de ser signo de la íntima unión de la familia humana con Dios. Y añadía: «Es sumamente conveniente que en la Iglesia se celebren Sínodos ordinarios y, llegado el caso, también extraordinarios». Estos, para que sean fructíferos, tienen que estar bien preparados; «es preciso que en las Iglesias locales se trabaje en su preparación con la participación de todos» (Discurso en la clausura de la II Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 7 diciembre 1985). Esta es la tercera palabra, participación. Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos. Quisiera decir que celebrar un Sínodo siempre es hermoso e importante, pero es realmente provechoso si se convierte en expresión viva del ser Iglesia, de un actuar caracterizado por una participación auténtica.

Y esto no por exigencias de estilo, sino de fe. La participación es una exigencia de la fe bautismal. Como afirma el apóstol Pablo, «todos nosotros fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1 Co 12,13). En el cuerpo eclesial, el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia. Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas. Hemos avanzado en este aspecto, pero todavía nos cuesta, y nos vemos obligados a constatar el malestar y el sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen. ¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable! Todos los bautizados, este es el carné de identidad: el Bautismo.

El Sínodo, al mismo tiempo que nos ofrece una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica, no está exento de algunos riesgos. Cito tres de ellos. El primero es el formalismo. Un Sínodo se puede reducir a un evento extraordinario, pero de fachada, como si nos quedáramos mirando la hermosa fachada de una iglesia, pero sin entrar nunca. En cambio, el Sínodo es un itinerario de discernimiento espiritual efectivo, que no emprendemos para dar una imagen bonita de nosotros mismos, sino para colaborar mejor con la obra de Dios en la historia. Por tanto, si hablamos de una Iglesia sinodal no podemos contentarnos con la forma, sino que necesitamos la sustancia, los instrumentos y las estructuras que favorezcan el diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos. ¿Por qué subrayo esto? Porque a veces hay cierto elitismo en el orden presbiteral que lo hace separarse de los laicos; y el sacerdote al final se vuelve el “dueño del cotarro” y no el pastor de toda una Iglesia que sigue hacia adelante. Esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras.

Un segundo riesgo es el intelectualismo —es decir, la abstracción; la realidad va por un lado y nosotros con nuestras reflexiones vamos por otro—, convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo; una suerte de “hablar por hablar”, donde se actúa de manera superficial y mundana, terminando por caer otra vez en las habituales y estériles clasificaciones ideológicas y partidistas, y alejándose de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo.

Por último, puede surgir la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 33) —esta palabra es un veneno en la vida de la Iglesia, “siempre se ha hecho así”—. Quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos. El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos; un pedazo de tela nueva, que como resultado provoca una rotura más grande (cf. Mt 9,16). Por eso, es importante que el camino sinodal lo sea realmente, que sea un proceso continuo; que involucre —en fases diversas y partiendo desde abajo— a las Iglesias locales, en un trabajo apasionado y encarnado, que imprima un estilo de comunión y participación marcado por la misión.

Por tanto, vivamos esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión como un tiempo de gracia, hermanos y hermanas, un tiempo de gracia que, en la alegría del Evangelio, nos permita captar al menos tres oportunidades. La primera es la de encaminarnos no ocasionalmente sino estructuralmente hacia una Iglesia sinodal; un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar. El Sínodo también nos ofrece una oportunidad para ser Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar. Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración. ¡Cuánto nos hace falta hoy la oración de adoración! Muchos han perdido no sólo la costumbre, sino también la noción de lo que significa adorar. Escuchar a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales. Por último, tenemos la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía. Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios siempre ha actuado así. Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor. Y esto no sólo con las palabras, sino con la presencia, para que se establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios. No olvidemos el estilo de Dios que nos ha de ayudar: la cercanía, la compasión y la ternura.

Queridos hermanos y hermanas, que este Sínodo sea un tiempo habitado por el Espíritu. Porque tenemos necesidad del Espíritu, del aliento siempre nuevo de Dios, que libera de toda cerrazón, revive lo que está muerto, desata las cadenas y difunde la alegría. El Espíritu Santo es Aquel que nos guía hacia donde Dios quiere, y no hacia donde nos llevarían nuestras ideas y nuestros gustos personales. El padre Congar, de santa memoria, recordaba: «No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta» (Verdadera y falsa reforma en la Iglesia, Madrid 2014, 213). Y esto es un desafío. Por una “Iglesia distinta”, abierta a la novedad que Dios le quiere indicar, invoquemos al Espíritu con más fuerza y frecuencia, y dispongámonos a escucharlo con humildad, caminando juntos, tal como Él —creador de la comunión y de la misión— desea, es decir, con docilidad y valentía.

Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén.

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Comentarios
35 comentarios en “El Papa inaugura el sínodo llamando a establecer mayores lazos de amistad con el mundo
    1. Jesús dijo a sus discípulos: Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
      Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
      Jn 15,18-21

    1. Efectivamente. El Espíritu Santo no quiere la demolición de la Iglesia ni las pachamamas ni los amores de Leticia. Estos tipos amordazan al Espíritu Santo (desde 1960 llevan en ello) y divinizan al líder de turno….. y el líder de turno hoy es un nuevo Calígula o un nuevo Nerón, que ha instaurado el terror.

      1. Y un sínodo para imponer la sinodalidad….. Si desde que existen las Conferencias Episcopales no hay mayor merienda de negros en cada país, ni mayor logia, ni mayor bloqueo al gobierno de cada obispo en su diócesis. ¿Y pretenden apagar el fuego con gasolina?

  1. «¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?
    Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.»
    Santiago, 4, 4

  2. «Nadie puede servir a dos señores»
    Mateo 6, 24
    «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?»
    Mateo 16, 26.

          1. Claro Blanca. Y el mismo Señor lo dijo: «nadie puede servir a dos señores». Ber Gog trata de despistar diciendo alguna que otra cosa que suene a católico, pero después, con sus doctrinas envenenadas lo que hace es destruir almas, con lo cual, lo católico que dijo antes, no aprovecha para nada.

  3. «Nos estamos, por desgracia, en una época en la que se aceptan con facilidad ciertas ideas de conciliación de la Fe con el espíritu moderno; ideas que conducen mucho más lejos de lo que se pudiera pensar, no solo hacia un debilitamiento, sino también hacia una pérdida de la Fe…»

    Palabras de San Pío X Pío X del 27 de mayo de 1914, advirtiendo a un grupo de nuevos cardenales sobre cierto espíritu de adaptación al mundo.

  4. Aquí conviene discernir muy bien de donde procede el espíritu, para no confundirlo con los espíritus malignos, que, como se dice en la oración a san Miguel Arcángel, rondan por el mundo buscando la ruina de las almas. Y es que ya han dicho en el documento preparatorio que la finalidad de ese Sínodo es «hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas», que es exactamente lo que hacían los falsos profetas de Israel.

    En cuanto a eso de establecer mayores lazos de amistad con el mundo, dice en la Biblia: «¡Corazones adúlteros! ¿No saben acaso que haciéndose amigos del mundo se hacen enemigos de Dios? Porque el que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).

  5. Cuàn cierto es, que actualmente la realidad va por un lado y las preferencias y temas de la jerarquìa eclesiàstica van por otro! Deseamos y necesitamos espiritualidad catòlica y liturgia adoradora y se nos ofrecen discursos, sueños, ecologìa y new age…!

  6. ¿Establecer mayores lazos de amistad con el mundo? ¿En serio?, cuando «… el mundo entero está bajo el reino del Mal.» ( I Juan 5,19)
    Ahora bien, si el demonio es el “príncipe de este mundo” (Juan 12, 31; 16, 11), el Reino de Jesucristo no puede ser de este mundo (Juan 8,23); y de hecho, Jesús es odiado por este “mun-do” (Juan 7,7). Consecuentemente, como Jesús, el cristiano no es de este mundo, porque en él habita el Espíritu de la Verdad que el mundo no puede recibir (Juan 15,19).

  7. Estimados padres sinodales: No se les olvide tratar lo mas importante: los Niños. 1.- les obligan por segundo año a ir a clase con un bozal (y tambien en las salidas de paseo), pues se trata de una cosa muy peligrosa que les va a ocasionar enfermedades graves y terror. 2.- Les están trillando la mente, negandoles el conocimieto de la cosas e intentando volverles zombies por medio de meterles en la cabeza amor a la porqueria y todo vicio. 3.- Pretenden inyectarles un veneno que ya ha matado a millares de personas y dejado inutiles a otros, forma inmediata, pero dado que parece ser, (segun las malas lenguas), que es algo diseñado para crear todo tipo de males y enfermedades de muerte a largo plazo, creemos que estamos ante un crimen contra la humanidad nunca antes visto. Engendro creado por los criminales que mandan en todo el mundo y que para tal fin se han puesto de acuerdo. Muchas gracias.

  8. Discurso absurdo, como casi todos los del Papa Francisco. Dice que:

    «…puede surgir la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho así» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 33) —esta palabra es un veneno en la vida de la Iglesia, “siempre se ha hecho así”—. Quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos…»,

    y párrafos más abajo le atribuye a D__s mismo ese error como algo virtuoso:

    «…Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios siempre ha actuado así…»

    Si D__s siempre ha actuado así, entonces no es el D__s de las novedades y las sorpresas.

    Oremos pro Pontifice nostro, Francisco…

  9. Siempre se ha hecho así. Qué es lo que siempre se ha hecho así ?, los sacramentos: sí, la Eucaristía: sí, la liturgia esencial como sacralidad de Cristo: sí, tantas otras cosas que siempre se han hecho así, la Misa, el rezo del Rosario, el Credo, el Orden Sagrado Masculino, los estudios Teológicos con Santo Tomás de Aquino, innumerables acciones de Cristo realizadas así como las hizo Cristo y las sigue haciendo, las hace así.
    El inmovilismo qué es ?, en qué consiste su maldad.
    Muchas veces habrá que responder como Pio VII a Napoleón «Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo» («No podemos, no debemos, no queremos») doblegarnos al poder ocasional y perecedero del mundo.
    Pidamos para el Papa la ayuda de Dios por intercesión de San Francisco que sostenía «El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote».

  10. Francisco no deja de sorprenderme! Amistad con el mundo? Ahora entiendo muchas cosas…por eso estuvo bien lo de la Pachamama, por eso no para de hablar del cambio climático, por eso hace la vista gorda cuando suceden terribles cosas en las Iglesias y Parroquias, que ciertos obispos y sacerdotes permiten y promueven, y etc etc…por eso posa sonriente y complacido al lado de Nancy Pelosi y simpatiza con líderes corruptos de gobiernos totalitarios…y por amistad con el Mundo, mira con recelo a otros que defienden ciertos principios de nuestra Iglesia…como el Presidente de Hungría…¡Vaya individuo peligroso ése…y tan rígido él…!

    Compasión y ternura, dice Francisco el humilde…Jesucristo se mostró como un manantial de compasión y ternura, pero no vaciló en hechar a latigazos a todos los que comerciaban en el Templo!! Dios es sin duda compasivo y tierno, pero no permitirá que nadie tergiverse su Palabra siguiendo las corrientes del Mundo, ni siquiera Francisco…

  11. Para muestra un boton: » …El padre congar de santa memoria…!!
    «No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta»
    Este Papa es intrinsecamente malvado y teologicamente es tupido.

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