Francisco, rehén de los acuerdos secretos con el gobierno comunista chino

Francisco, rehén de los acuerdos secretos con el gobierno comunista chino

Con los pactos secretos suscritos con el gobierno comunista chino, Francisco ha metido a la Iglesia en una trampa de difícil y traumática salida. De las consecuencias de aceptar los nombramientos eclesiásticos decididos por el Partido Comunista -confesional e incluso violentamente ateo- ya hemos tratado aquí en numerosas ocasiones, así como de la suerte de la Iglesia fiel, la clandestina, que ha visto cómo su feroz perseguidor se alía con el propio Vaticano al que se mantenía leal contra viento y marea, o de las humillantes e imposibles imposiciones ideológicas y doctrinales que Pekín está imponiendo al clero chino.

Pero hay otro aspecto, que se dejó ver en la entrevista mantenida por el Santo Padre con Carlos Herrera para la cadena de los obispos, COPE, a saber: el Papa compromete fatalmente su credibilidad por culpa de ese acuerdo aún secreto.

Francisco es extraordinariamente locuaz, volcado sobre todas las cuestiones de actualidad, capaz de opinar por extenso sobre cualquier asunto que salga en titulares. Es más: no tiene pelos en la lengua para denunciar cualquier violación de derechos humanos que se produzca en cualquier confín, recuerden el asunto de los rohingya de Birmania.

O, por referirnos a algo mucho más reciente e incluido en la citada entrevista, el caso afgano. “Respecto al hecho de 20 años de ocupación y después se deja, yo recordé otros hechos históricos, pero me tocó una cosa que dijo la canciller Merkel, que es una de las grandes figuras de la política mundial, en Moscú, el pasado 20 [de agosto]”, elabora el Papa. “Traduzco. Espero que la traducción sea correcta: “Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia, ignorando las tradiciones de los pueblos”. Lapidaria”.

Ciertamente lapidaria, como sabe serlo el propio Papa… cuando puede. Porque, ¿no es aplicable eso mismo a lo que hacen los chinos en Tibet o en la tierra de los uigures, que ellos han bautizado como ‘Provincia Nueva’ (Xinjiang)? Las violaciones de derechos humanos han sido clamorosas y terribles en estos casos, por no citar la represión de las protestas prodemocráticas de Hong Kong. Pero el Papa calla.

Ahora, no habría demasiado problema si un Papa callara en general sobre las cuestiones geopolíticas porque está centrado en la custodia de la doctrina y el gobierno de la Iglesia exclusivamente. Pero no es el caso de Francisco, y es por eso que cada silencio se hace clamoroso, dejando ‘coja’ cualquier denuncia que haga.

Y de China le pregunta Herrera, y de su respuesta decir que tira balones fuera y marea la perdiz no es en absoluto poco caritativo, sino perfectamente descriptivo. Se va a Cassarolli, al Gran Imán de la mezquita de Alzhar… Y a los puentes, y al ‘diálogo’, naturalmente, siempre muy socorrido aunque no se explique qué se está dialogando, exactamente. Cualquier cosa, en fin, menos ‘lapidario’.

Dialogar, dialogar siempre o estar dispuestos a dialogar”, insiste, en un párrafo que comienza considerando lícitas las críticas internas, desde la Iglesia, que, al fin, también son ‘diálogo’. Solo que no es eso lo que parece, más bien al contrario. El Papa no dialoga en absoluto con quien no quiere dialogar, como se vio en el caso de los cardenales que presentaron ‘dudas’ sobre Amoris Laetitia, que aún están esperando siquiera una audiencia (al menos, los dos supervivientes), y tampoco dialoga sobre lo que ya tiene decidido.

El caso chino es especialmente ilustrativo. Pocos clérigos tan preparados para asistir a la Santa Sede en el trato con los chinos como un chino de tan larga experiencia como el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, quien voló desde la excolonia a Roma solo para hablar con Francisco, quien ni siquiera le recibió.

O el caso, en 2017, del arzobispo Savio Hon Tai-Fai, único chino oficial senior de la Curia Romana que fue removido de su puesto como secretario de la Congregación para la Evangelización de los pueblos y reasignado como nuncio en Grecia. ¿La causa? Recientemente dimos en estas páginas su visión sobre los acuerdos con China: “la Iglesia clandestina se siente abandonada por la Santa Sede”.                                                           

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