Pocos casos han sacudido el mundo como lo que lo hizo el de Asia Bibi. Católica nacida en el Punjab, en Pakistán, mientras trabajaba en el campo en 2009 bebió de un pozo con una taza de metal que había encontrado. Al momento, un vecino la denunció, ya que estaba prohibido que cristianos y musulmanes bebieran del mismo utensilio, debido al sistema de castas de Pakistán, y a la consideración de los cristianos como “impuros”. El vecino insultó a Asia, y le exigió que se convirtiera al Islam. Ella se negó, y defendió que Jesucristo murió en la cruz para salvar a la humanidad del pecado, mientras que Mahoma no hizo nada semejante.
Pocos días después del incidente, una turba asaltó a Asia, y la policía se la llevó para que la juzgaran. Durante aquellos días las mentiras se fueron acumulando y engrosando el supuesto crimen de Asia. Finalmente, en 2010 fue juzgada y condenada a muerte por blasfemia en un tribunal paquistaní. Se le ofreció convertirse al Islam o morir, pero ella dijo que prefería morir cristiana que vivir siendo musulmana.
Durante el tiempo que estuvo en la cárcel, Asia tuvo que permanecer en aislamiento, y hasta cocinar su propia comida, para no ser envenenada. En 2011 el Gobernador de Punjab fue asesinado por uno de sus guardaespaldas, por su defensa de Asia. Igual suerte corrió el Ministro de Minorías, y único cristiano en el Gobierno, que se declaró en contra de las leyes de blasfemia.
La condena a muerte de Asia Bibi levantó una ola de indignación internacional, y protestas por ONGs y asociaciones, así como la petición de indulto por parte del Papa Benedicto XVI.
Finalmente, en octubre de 2018 el Tribunal Supremo de Pakistán anuló la sentencia de muerta impuesta sobre Asia Bibi, lo que provocó protestas de grupos islamistas, quienes pedían su ejecución, y amenazas de muerte constantes. Algunos grupos se organizaron para apelar la absolución, pero en 2019, tras 9 años, Asia Bibi pudo decir “¡por fin libre!”.
El libro “¡Por fin libre!” muestra el calvario que tuvo que pasar esta campesina pakistaní, víctima del fundamentalismo islámico y de un ordenamiento jurídico basado en él. Pero muestra algo más, y mucho más importante: que la luz de Dios se percibe con mayor vigor cuando la senda que atravesamos es más oscura, y que la verdadera esperanza consiste en conservar la Fe en cualquier situación, incluso cuando todo parece perdido. Asia Bibi, que nunca desconfió de Dios y se atrevió a condenarse para mantenerse fiel, es testimonio vivo de esta doble verdad.
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Asia Bibi (1971) saltó a las portadas de la prensa internacional tras ser acusada de blasfemia y condenada a muerte. Su caso dio la vuelta al mundo, y en 2018 fue finalmente absuelta por el Tribunal Supremo debido a la falta de pruebas.
Anne-Isabelle Tollet (1974), periodista francesa, sirvió como corresponsal en Pakistán para France 24, y siguió de cerca el caso de Asia Bibi.
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Una valiente, una auténtica católica.
Una mujer rígida que no cede a las presiones del islam “religión de paz”.
Hay mucho que aprender de ella.
¿Y todavía no ha sido recibida o llamada por el Papa?
TELEMACO hace tiempo que vi una fotos del marido de Asia al que el director de HAZTEOIR le llevó a ver a Francisco pero nada de audiencia sino que fue uno de tantos que iba saludando Francisco al recorrer la plaza de San Pedro. Y creo recordar que esto sucedió estando Asia todavía en prisión.
Así es. Nada más sucedió después y ni la más mínima mención a ese hecho en ningún Ángelus ni catequesis ni audiencias ni nada de nada.
Cuando el Papa hablaba de persecución a los cristianos, ahí tenía una magnífica ocasión para señalar un caso concreto.
Pero ya se sabe que la dictadura de lo políticamente correcto también parece haberse entronizado en la Cátedra de San Pedro.