(IFN)- Entrevista con la dirigente política tras la publicación de su libro Io sono Giorgia.
Recién llegado a las librerías, ha despertado legiones de censores. Pero también se ha disparado a los primeros puestos de las listas de ventas. El diario de Giorgia Meloni, presidenta de Hermanos de Italia (FdI sus siglas en italiano), despierta fuertes reacciones. No puede ser de otra manera para un texto apasionado y franco, en el que la historia personal se entrelaza con la del compromiso político. Io sono Giorgia. Le mie radici, le mie idee [Soy Giorgia. Mis raíces, mis ideas], publicado por Rizzoli, es su eficaz título, tomado del discurso de Meloni en un mitin en octubre de 2019. La líder de FdI explicó entonces la importancia de defender la familia, la patria, la identidad religiosa y la identidad sexual del pensamiento único. Concluyó con estas palabras: «Soy Giorgia. Soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana. No me lo quitaréis».
Señora Meloni, ¿es más difícil hoy ser mujer, madre, italiana o cristiana?
En este momento, el reto es defender la identidad, en todos los ámbitos y en todas las formas en que se manifiesta. Todo lo que nos define está siendo atacado: la familia, la patria, la libertad religiosa y la identidad de género. La identidad es un peligro para el pensamiento único y para las grandes concentraciones económico-financieras, porque lo que somos expresa una visión del mundo, tiene una historia detrás, manifiesta un conjunto de ideas y valores. Sin estas ideas y valores, sin nuestra identidad, ya no somos nada: es el «ciudadano x», el que no cree en nada y, como diría Michael Ende, autor de La historia interminable, «es más fácil dominar a los que no creen en nada».
En su libro escribe que «a los ojos del pensamiento dominante soy una fanática». ¿Es posible defender ciertos valores cuando el pensamiento dominante te maltrata?
Rotundamente sí, y no debemos tener miedo. Y lo podemos hacer centrándonos, no en el plano confesional, que es subjetivo, sino en la pura lógica, en el sentido común secular de nuestros argumentos. Ciertos izquierdistas y cierta intelligentsia nos etiquetan de monstruos solo para evitar la confrontación: como no saben responder en mérito a las cuestiones, nos atribuyen todo tipo de etiquetas. ¿Defiendes la familia natural fundada sobre el matrimonio? Eres retrógrada. ¿Luchas por dar a las mujeres una alternativa al aborto? Eres oscurantista. ¿Te opones a la ideología de género en las escuelas? Eres una impresentable. Si defender la familia, la vida y la libertad educativa significa ser retrógrada, oscurantista e impresentable, entonces estoy orgullosa de serlo.
¿En qué medida su oposición al aborto se debe a que se enteró que su madre se negó a interrumpir su embarazo in extremis cuando estaba embarazada de usted?
A mi madre se lo debo todo. También haberme enseñado lo valiosa y sagrada que es la vida y lo necesario que es defenderla. Casi la convencen a abortar, pero no lo hizo. Decidió arriesgarse, lanzar su corazón más allá del obstáculo, tener valor. Aunque la situación en la que vivía dijera exactamente lo contrario. Pero decidió dar el paso y tomar la decisión menos convencional posible: traer un hijo al mundo. Su historia, que también es la mía, me ha enseñado que muchas mujeres que abortan no excluyen, en su corazón, otra opción, y que un Estado justo debería preocuparse de cómo ayudarlas, en lugar de hacer pasar el aborto como la mejor opción posible.
Este relato suyo ha provocado reacciones. Ha habido quien ha objetado que la Ley 194 data de 1978, el año siguiente a su nacimiento, ignorando la sentencia del Tribunal Constitucional de 1975. ¿Le ha dolido este episodio?
Ciertamente, me ha entristecido mucho. Una polémica que denota la mezquindad de ciertos autodenominados periodistas e intelectuales, personajes cuya única razón de vivir es presumir y que no tienen reparos en utilizar hechos personales para atacar políticamente a alguien.
Si FdI gobernara Italia, ¿intervendría de alguna manera en el tema del aborto?
Seguiremos apoyando la plena aplicación de la Ley 194, que en su primer artículo establece que el Estado defiende y protege la vida humana desde sus inicios. Porque para nosotros el concebido, el más pequeño e indefenso de los seres humanos, es uno de nosotros y debe ser defendido. El Estado y las instituciones, a todos los niveles, deben hacer todo lo posible para ayudar a las mujeres que ven el aborto como la única opción posible. Estoy pensando, por ejemplo, en ayudas y apoyo económico y psicológico a las mujeres que quieren seguir con el embarazo incluso en el caso de que quieran dar al niño en adopción, o para reforzar los Centros de Ayuda a la Vida (CAV) y todas esas realidades que apoyan a las mujeres embarazadas en dificultad. Lo que se necesita es un cambio de rumbo radical que también ponga fin a esas medidas, como la directiva Speranza sobre la píldora RU486, que trivializan el aborto hasta convertirlo en una práctica self-service, exponiendo a las mujeres a grandes riesgos para su salud.
El «texto único Zan» es muy actual. ¿Qué argumentos se pueden utilizar para explicar a la opinión pública que oponerse a este proyecto de ley no equivale a ser homófobo?
El «texto único Zan» no pretende combatir la discriminación, sino castigar con nuevos delitos de opinión a quienes no inclinen la cabeza ante el pensamiento único. Y lo hemos visto en países donde han entrado en vigor normativas similares. Es una propuesta liberticida que la izquierda quiere imponer para atacar a quienes están en contra de las adopciones por parte de parejas gay, o del vientre de alquiler. Es una medida que niega la diferencia sexual y acabará discriminando sobre todo a las mujeres, negando los logros que han conseguido a lo largo de los años. Apoyar la tesis de que la identidad sexual de una persona está completamente desvinculada de la identidad biológica lleva exactamente a esto. Y no soy yo quien lo dice, sino esas feministas históricas a las que ahora se acusa de homofobia por reivindicar la especificidad femenina. El «texto único Zan» también sirve para abrir de par en par las puertas de nuestras escuelas a la ideología de género a partir de la primaria.
En 2016 se aprobaron las uniones civiles, a pesar de la oposición, incluso enérgica, de gran parte de la sociedad. ¿Es inevitable la aprobación de leyes definidas como progresivas?
No hay nada inevitable. Pero es fundamental que los ciudadanos hagan oír su voz, como ocurrió, por ejemplo, con las dos grandes Jornadas de la Familia en San Juan y en el Circo Máximo, dos manifestaciones oceánicas iniciadas desde abajo. Si los ciudadanos se hacen oír, es más difícil que el palacio no los escuche.
En 2006, el papa Benedicto XVI enunció los famosos principios no negociables en una conferencia promovida por el Partido Popular Europeo. Hoy en día, esos principios, ¿son fundamentales para el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, del que usted es presidenta?
La defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la cultura de la vida frente a la deletérea cultura de la muerte y el descarte propia de cierto progresismo amoral, la defensa de la familia natural como eje de la sociedad y baluarte educativo: estos principios no negociables, expuestos con gran profundidad por Benedicto XVI, forman parte inseparable del patrimonio político y cultural de los conservadores europeos. Y son las prioridades de mi mandato como presidenta, porque es a partir de estos valores que Europa debe volver a empezar para tener un futuro y no traicionar su historia milenaria.
Publicado por Federico Cenci en IFN.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
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Le recomiendo que comience usted implorando humildemente el Espíritu de Sabiduría.
A ver si lo obtiene y deja de castigarnos con sus faltas de ortografía y demás chorradas.
Por cierto, ¿Nicolás Maduro pertenece a su, digamos «agrupación religiosa»? Lo pregunto porque suele hablarle el espíritu (más bien fantasma) de Hugo Chavez en forma de pajarito.