(Jeanne Smits)- Los 26 altares de piedra que salpican la campiña irlandesa, testigos de los tiempos de persecución del siglo XVII, cuando los católicos se reunían en lugares aislados para asistir a la misa clandestina al aire libre, han recuperado esta tradición en los últimos días.
Las misas se han organizado en todas las diócesis de Irlanda en las famosas «Mass Rocks» por iniciativa de Ayuda a la Iglesia Necesitada para pedir una gracia concreta: «la renovación de la fe» en el país.
Irlanda ha sido invadida por la cultura de la muerte a un ritmo vertiginoso, con la aprobación por referéndum del aborto legal, la legalización del «matrimonio» entre personas del mismo sexo y el creciente rechazo a la Iglesia católica por parte de la población, antaño profundamente religiosa.
Por ello, Ayuda a la Iglesia Necesitada ha decidido hacer celebrar una misa en cada una de las diócesis de Irlanda durante los días previos al 20 de junio, fiesta de los mártires de Irlanda, con el fin de obtener por su intercesión el retorno y la renovación de la fe. Estos mártires fueron asesinados por odio a la fe entre 1537 y 1714, como por ejemplo Olivier Plunkett, arzobispo de Armargh, beatificado en 1920, canonizado en 1975, y una veintena más de irlandeses, sacerdotes o religiosos en su mayoría.
Para el padre Gerard Quirke, de la archidiócesis de Tuam, ésta no ha sido la primera vez, ya que había tomado la iniciativa de ir a decir su misa de Pascua en uno de estos altares de piedra al aire libre el pasado mes de abril debido a las restricciones del COVID que le impedían celebrar la misa con público en su iglesia. Fue aquella una imagen conmovedora de un tipo de persecución diferente a la que sufrió la Irlanda católica hace más de tres siglos.
Para el obispo Tommy Johston, uno de los sacerdotes participantes, que ofició en Mass Hill, en el condado de Sligo, «ha sido un privilegio único estar en un lugar sagrado en el que estuvieron nuestros antepasados hace tantos años, dando voz a su fe con su presencia y oración, conscientes del peligro constante que corrían sus vidas o haciendas».
Mientras que los laicos se enfrentaban a multas o a penas de prisión, las Leyes Penales vigentes de 1535 a 1691 castigaban a los sacerdotes nada menos que con la pena de muerte.
Con el COVID se ha introducido una nueva forma de persecución con la prohibición de las misas públicas durante mucho tiempo, a pesar de que Irlanda aún no ha superado las 5.000 muertes atribuidas al coronavirus. De hecho, hasta mediados de mayo de 2021 Irlanda no reanudó las misas públicas, e incluso entonces bajo condiciones draconianas de aforo y «gestos de barrera», con la obligación dominical aún suspendida.
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En breve la Eucaristía se oficiará o en clandestinidad o en monasterios o conventos. Vivimos ya en una sociedad postcristiana, neopagana, y no de mera pasividad o indiferencia, sino de hostilidad hacia nuestra fe. Negarlo sólo servirá para propiciar que más almas se pierdan y que la crisis sea más profunda.
Yo no la llamaría cultura sino barbarie mortal
En Irlanda como en España
La animadversión y hasta el odio a todo lo católico aumentan muy deprisa en los países de antigua religión cristiana. Cada vez hay más dificultades para que la palabra en la que cree la Iglesia pueda ser dicha en público (incluso en los propios espacios eclesiales) sin presiones o coacciones externas. ¿Quién iba a decirlo de países como Irlanda o España?
En la noche que llega, nuestra mayor fuerza, la única a la postre, reside en la oración. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor! ¡María Auxiliadora, ampáranos!
Preciosa iniciativa.
Bien por Irlanda.
La noticia me ha hecho recordar lo que cuenta la película «Católicos», de 1973. Como se intentó doblegar a unos monjes irlandeses que celebraban la Santa Misa en latín -o sea, como Dios manda-, con argumentos ecuménicos, que habían llevado a renegar de Cristo y a «creer» que la Eucaristía es un mero recuerdo de la última cena en cuanto cena.
Lo dicho: bien por Irlanda. ¡A aguantar lo que venga!
la sangre de los martires, es la semilla de nuevos cristianos. ¿Sera por eso que si no hay sangre y persecucion, la Iglesia no encuentra su lugar?. ¿De verdad somos un pueblo de esclavos, como dicen otras religiones hijos de Abrahan?
Es obvio que el enemigo está dentro, y solo hace falta ver lo que ha ocurrido con las restricciones por el COVID,
En la comunidad a la que voy entre semana era de las pocas que todavía usaban reclinatorio y se comulgaba de rodillas y en la boca. Pues los reclinatorios no han vuelto casi seguro que por orden del obispado. Esas cosas no las ha hecho Pedro Sanchez a ver si nos entendemos.