La elección de Lazzaro You Heung-sik como prefecto de la Congregación para el Clero me ofrece una perfecta excusa para contar la fascinante historia de cómo el cristianismo llegó a Corea mucho antes de que un solo misionero pisara el país.
Hay en la civilización coreana detalles que la convierten en la más original entre las tres grandes del Extremo Oriente, como el hecho de que uno de sus emperadores se inventara e impusiera un alfabeto, mucho más práctico y fácil de aprender que los ideogramas chinos o el silabario japonés y que es la escritura que se usa hoy en día en el país.
Pero aún más extraordinaria fue la llegada y primera expansión del cristianismo en el país.
La historia constante de la evangelización es sobradamente conocida: llegada de misioneros que predican a los indígenas, acogida por parte de algunos, rechazo por otros (normalmente, por los poderosos), persecución y martirio que se convierte en semilla de nuevos cristianos.
Y, sí, Corea tuvo luego todo esto, pero no es así como llegó la Palabra de Dios al país. El cristianismo llegó con lo que podríamos llamar un ‘club del libro’, una moda de los intelectuales, en un caso único en la historia universal.
Corría el siglo XVII y Corea vivía semiaislada como reino vasallo de China, dirigida por un monarca y una clase noble bastante peculiar, compuesta por eruditos que se reunían para compartir saberes y debatir ideas.
Uno de estos era Yi Su-gwang, que un año fue enviado en el séquito que cada invierno se dirigía a China, entonces bajo la dinastía Ming, para pagar el tributo anual. Y a su llegado descubrió una de esas ‘nuevas ideas’ que apasionaban a sus amigos nobles.
Vivía entonces en la corte un tipo llegado del extremo Occidente, el jesuita Matteo Ricci, y de él y los suyos aprendió la sorprendente historia del Resucitado. Quedando fascinado, pidió a los jesuitas que le proporcionaran todos los libros que pudieran sobre la extraña doctrina para llevarlos consigo de vuelta a Corea, cosa que hicieron.
A su vuelta, Yi compuso con sus experiencias y los libros de los misioneros una enciclopedia en 20 volúmenes, la primera de Corea, llamada Jibong Yuseol, en la que informaba de la doctrina traída por los occidentales a China, incluyendo el libro escrito por Ricci en chino “El verdadero significado del Señor del Cielo”.
Un grupo de eruditos se reunió años más tarde en una ermita budista para estudiar y debatir las ideas occidentales, no como una fe sino como un fascinante tema de discusión. Pero no pudo ser: las enseñanzas contenidas en el libro de Ricci les atraparon y se convirtieron. Sin curas, sin estructura eclesial, sin haber visto a un cristiano de carne y hueso en su vida.
El grupo, formado por los hermanos Gwon: Gwon Cheol-sin (quien luego sería bautizado como Ambrosio) y Gwon Il-sin (Francisco Javier); los hermanos Jeong: Jeong Yak-jeon, Jeong Yak-jong (Agustino) y Jeong Yak-yong; y los hermanos Yi: Yi Byeok y Yi Seung-hun, formaron una peculiar comunidad religiosa que oraban juntos por la mañana y por la noche.
Pero, claro, se dieron cuenta de que tenían que bautizarse. Así que pidieron a uno de ellos, Yi Seung-hun, que viajara a Pekín para ser bautizado por alguno de los ‘narigudos’ y, en efecto, fue bautizado como Pedro (la roca sobre la que habría de fundarse la iglesia coreana) por el misionero Louis de Grammont, y a su vuelta bautizó al resto de la comunidad.
Luego la historia se hace más parecida a la habitual: prohibición de la práctica de la fe por parte del monarca, persecución, martirio… Hoy se calcula que un 10% de la población de Corea del Sur es católica, muy por encima de sus vecinos. No está mal para una religión que empezó sin curas ni misioneros, sino solo como un círculo de lectores.
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No conocía la historia,me ha sorprendido.
Si llega la apostasía total a Roma, solo nos hará falta Cristo para continuar. Nuestra Fe está en El Señor !!!
Aleluya
Que interesante, gracias por el artículo.
Una historia interesante, pero de hecho ya hubo cistianismo en Corea a finales del siglo XVI, aunque fuera en la forma de atender a los soldados cristianos japoneses que había en las tropas del invasor Japonés, tarea encomendada al jesuita Gregorio de Céspedes. Wikipedia dice acetadamente que Céspedes «llegó a Nagasaki (Japón) en 1577 junto con catorce compañeros de su orden y pasó en Oriente 34 años. El 6 de septiembre de 1593 desembarcó en Corea para atender a los soldados cristianos que luchaban en el ejército invasor del daimio japonés Toyotomi Hideyoshi; cuatro cartas que escribió entonces son el primer testimonio escrito de la presencia occidental en dicho país».
Qué bonito. El Espíritu Santo actúa
Gracias por una historia tan interesante
Conocìa la interesantìsima vida de Mateo Ricci, pero no sabìa nada de esta cristianizaciòn de Corea… què maravillosos son los caminos del Señor! Y què gran obra realizaron los jesuitas en aquellos tiempos heroicos! Dios escribe derecho con renglones torcidos, bendito sea El!