Se recrudece la ‘guerra episcopal’ en EE UU sobre la comunión a políticos abortistas

Se recrudece la ‘guerra episcopal’ en EE UU sobre la comunión a políticos abortistas

Desde que José Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, anunciara su intención de tratar sobre la negativa de la comunión a los políticos abortistas, la guerra en el seno del episcopado entre partidarios y detractores no ha hecho más que recrudecerse.

El problema es el siguiente: todos los políticos católicos que colaboran activamente con un crimen que clama al cielo como es el aborto cometen un pecado mortal especialmente grave que impediría acercarse válidamente a la Sagrada Comunión.

Por otra parte, al ser público este pecado, el sacerdote -y, ‘a fortiori’, el obispo- tendría, en principio, la obligación de negarle la comunión a cualquier político que apruebe o apoye la aprobación de leyes abortistas.

Pero en este panorama eclesial y moral tan claro llega la política para ofuscarlo todo. Y es que se da la circunstancia de que nos encontramos, al mismo tiempo, ante el poder público con más católicos en altas posiciones de la historia de Estados Unidos -empezando por el propio presidente, el ‘devoto’ Joe Biden, y siguiendo por la ‘speaker’ de la Cámara, Nancy Pelosi-, que es también el más fanáticamente partidario del aborto, la teoría de género y otras que conllevan la destrucción de la familia como la entiende la doctrina católica.

Y el catolicismo institucional norteamericano se inclina desde hace casi un siglo descaradamente en favor de los demócratas, siguiendo en parte a la masa de votantes. Si a esto sumamos un Vaticano que apenas ha ocultado su satisfacción por la victoria de Biden (o, por mejor decir, la derrota de Trump, ‘constructor de muros’) y que ha promocionado descaradamente a los obispos más abiertamente progresistas (especialmente los de la ‘escudería McCarrick’: Wilton, Cupich, Farrell y Tobin), el lío es fenomenal.

La primera salva vino con el anuncio del presidente de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Los Ángeles José Gómez, de que la asamblea estudiaría elaborar directrices sobre el asunto, dejando suficientemente clara su posición favorable a negar la comunión a los políticos abortistas.

A este anuncio respondió con una celeridad digna de mejor causa el prefecto para la Doctrina de la Fe, Luis Ladaria, en una carta en la que pedía ‘prudencia’ a los obispos norteamericanos en este sentido y en la que era fácil leer su temor a un desencuentro con la Administración norteamericana. La carta, se supo luego por The Pillar, se produjo días después de que dos cardenales norteamericanos -Cupich y Tobin- visitaran Roma.

Pero, al menos, la carta de Ladaria recomendaba ocuparse del asunto, que es lo que no quieren de ninguna manera una sesentena larga de obispos, que este mes han escrito a Gómez para que suspenda el debate sobre “coherencia eucarística” en la asamblea de julio del episcopado.

Entre esos más de sesenta obispos están varios cardenales, y todos los sospechosos habituales que uno esperaría encontrar: Wilton Gregory, de Washington, Blase Cupich, de Chicago, y Sean O’Malley, de Boston. También estaba la firma del titubeante cardenal arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, que la retiró después de enviada la misiva. Dolan ya ha tenido que retratarse en este asunto con una opinión un tanto patética, y referida al gobernador de su territorio, el ‘católico’ Andrew Cuomo.

La carta urge sin más a que se detenga el trabajo del comité sobre ‘coherencia eucarística’ y que no se trate el asunto en la reunión de este junio, citando erróneamente la carta de Ladaria.

Pero el bando contrario en esta guerra no se ha quedado quieto. Liderados por el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, han calificado esta última carta de “inaceptable” y han pedido a sus hermanos en el episcopado que avancen en este debate esencial.

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