La Iglesia Nacional de Suecia (la luterana, oficial) ha publicado una carta abierta firmada por una larga lista de sacerdotes, diáconos y otros miembros del clero anunciando con orgullo que es “trans”, sea esto lo que signifique.
Dudo que sea un consuelo para muchos católicos saber que los luteranos han ido ya mucho más lejos que Roma en la aceptación de la ideología dominante en el siglo, pero es un hecho, como lo es que su descenso a la absoluta irrelevancia está yendo aún más deprisa.
Caso en punta, la Iglesia Nacional de Suecia, la mayor confesión luterana de toda Europa, que anuncia en el sitio web de la diócesis de Västerås que es “trans”, aunque sea poco claro qué pueda significar esto.
“Os escribimos desde una iglesia que es también trans. Una iglesia hecha de gente, gente que es diferente. Tenemos confirmados, empleados, sacristanes, representantes electos, voluntarios y parroquianos que se definen como personas trans. La iglesia también consiste en personas trans. Por tanto, la iglesia también podría describirse como trans”, se dice en la carta”.
Y no seré yo quien les contradiga. Siempre me ha parecido que hacer pasar el luteranismo, con sus iglesias nacionales en las que el jefe del Estado es la máxima autoridad religiosa, por la Iglesia de Cristo es un caso evidente de travestismo.