Cruel y (muy) inusual: Sobre la prohibición de las misas en San Pedro del Vaticano

Preseminario San Pío X Vaticano
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El reciente y extraño mandato viola tanto la universalidad como la hospitalidad, al tiempo que garantiza un ambiente menos recogido y reverente en los altares.

(Catholic World Report/George Weigel) Una semana después de que se publicara la extraña instrucción que prohíbe las misas matutinas en los altares laterales de la Archibasílica Papal de San Pedro en el Vaticano, siguen existiendo preguntas sobre los orígenes de este ukase [NdT: Weigel utiliza el término ruso ukase, que designa los edictos de los antiguos zares], sus irregularidades de forma, sus curiosos destinatarios, su legalidad y su intención, a pesar de las numerosas consultas realizadas a la Oficina de Prensa del Vaticano y a la Primera Sección de la Secretaría de Estado del Vaticano, con cuyo membrete se imprimió el decreto.

Este silencio sugiere que la oficina de prensa fue sorprendida por esta acción sumaria y que no hubo ninguna consulta sobre este asunto con los órganos pertinentes de la Curia Romana, incluyendo la Congregación para el Culto Divino. También sugiere que muchos que reconocieron que esta acción sin precedentes y abrupta era injustificada (por no mencionar que era ilegal según el Derecho Canónico) tuvieron miedo de protestar contra el decreto, incluso en privado. Aquellos que conocen el actual ambiente de temor dentro del Vaticano probablemente sacarán la conclusión apropiada sobre la procedencia y la naturaleza de este autoritario mandato.

Durante más de treinta años, he encontrado que la misa matutina en uno de los altares laterales de San Pedro era una de las alegrías de la vida romana. Tanto si simplemente asistía a un amigo sacerdote que celebraba la misa a petición mía, como si participaba en la misa con un pequeño grupo de amigos o familiares, la experiencia era siempre de intensa oración y reverencia. Además, la Misa matutina en San Pedro era una profunda experiencia de la universalidad de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo sacramentalmente constituido. Porque en los otros altares laterales se ofrecía el Santo Sacrificio en muchas otras lenguas, con peregrinos de todo el mundo.

Igualmente impresionante es el hecho de que la basílica fuera una auténtica casa de oración en esas horas, entre las 7 y las 9 de la mañana, lo que contrasta con el ambiente bullicioso, a menudo caótico y museístico que se respiraba en San Pedro desde que terminaban las misas de la mañana hasta que la basílica cerraba por la noche. No echo en cara a nadie su admiración por el diseño original de Bramante de la «Nueva San Pedro», ni por el genio de Miguel Ángel al alterar los planes de Bramante incluyendo una cúpula mucho más grande, ni por la belleza del magistral esquema decorativo de Bernini, que tardó cincuenta y siete años en completarse. Sin embargo, durante las horas de turismo, San Pedro es sólo eso, un lugar turístico, lleno de charlas y cámaras de iPhone, a pesar de la tranquila serenidad de su Capilla del Santísimo. No hay decoro; el único momento de decoro que experimenté en el espacio más reconocible del catolicismo fue cuando se celebraban esas misas mañaneras en los 45 altares laterales y las 11 capillas de la basílica.

Ese periodo de tranquilidad y reflexión ha sido también un momento de hospitalidad, al igual que el decoro, otro bien escaso en las grandes basílicas de Roma, muchos de cuyos vigilantes no son precisamente los más hospitalarios. Sin embargo, en San Pedro, a las 7 o 7:30 de la mañana, el personal de la sacristía no podía ser más amable al recibir a los sacerdotes que venían de muchos países. En mi experiencia de esperar a mis amigos sacerdotes mientras se revisten, las cosas estaban ordenadas en la sacristía y los jóvenes monaguillos que acompañaban al celebrante (y a su grupo, si iba con uno) a ambos lados de los altares laterales eran eficientes y sabían comportarse correctamente.

Por lo tanto, la pretensión del decreto del 12 de marzo de que esta orden se emite para fomentar una atmósfera de mayor decoro y oración en la basílica, es un sinsentido. Al dictar que prácticamente todas las misas matutinas sean concelebradas, y al garantizar en la práctica que esas concelebraciones sean en italiano, el decreto viola tanto la universalidad como la hospitalidad, a la vez que garantiza un ambiente más desordenado y menos reverente en los altares donde se celebren esas misas.

¿Y por qué la restricción de facto a una sola lengua, que no es la lengua universal de la Iglesia? ¿Qué clase de bienvenida representa eso para el 99,2% de la población mundial para la que el italiano no es su primera lengua? Soy perfectamente capaz de participar en la misa en italiano, y lo hago con regularidad y alegría cuando asisto a la misa en otras iglesias romanas. Pero, ¿por qué se impone el italiano a toda la Iglesia universal si desea participar en la misa de San Pedro a primera hora de la mañana?

La forma del decreto del 12 de marzo es tan extraña que hizo dudar inmediatamente de su autenticidad. No estaba firmado, sino sólo rubricado por el arzobispo Edgar Peña Parra, jefe de la Sección Primera de la Secretaría de Estado. Pero, ¿por qué este decreto fue emitido por la Primera Sección (la Sección de «Asuntos Ordinarios») de la Secretaría de Estado, que no tiene competencia sobre las celebraciones litúrgicas en San Pedro -o en cualquier otro lugar-? (Un chismoso empezó a especular sobre el «Stato profundo»; sea como sea, un decreto de este tipo procedente de la Sección Primera es totalmente irregular). ¿La Sección Primera juzgará ahora sobre las indulgencias? ¿O sobre los ornamentos litúrgicos? ¿O sobre cualquier otra cosa sobre la que se le pida que se pronuncie?

El hecho de que el decreto no llevara ningún número de protocolo, considerado esencial en cualquier comunicación oficial y autorizada, era también desconcertante. ¿Era simplemente una muestra de incompetencia de la Sección Primera (que no es ninguna sorpresa a día de hoy, según muchos testimonios)? ¿O bien sugiere que el decreto es falso? Nadie cree que lo sea, pero en cualquier caso, un documento oficial de la Secretaría de Estado sin número de protocolo es algo totalmente irregular.

Los destinatarios del decreto también eran un misterio, lo que sugiere de nuevo que se trata de una decisión arbitraria y poco meditada. El nuevo Arcipreste de San Pedro, el Cardenal Mauro Gambetti, O.F.M.Conv., no estaba en la lista de los destinatarios del mandato. ¿Por qué no? ¿Por qué la lista de destinatarios incluía al jefe del Comisariado para la Fábrica de San Pedro (que suele ocuparse del mantenimiento y las reparaciones), al Capítulo de Canónigos de la basílica (un órgano principalmente ceremonial) y a la Oficina de Celebraciones Litúrgicas de la Basílica (lo que tiene cierto sentido, al menos), pero no al responsable, el Arcipreste?

Más aún, el decreto utilizaba un lenguaje técnico inadecuado, otro indicio de una Sección Primera en crisis, tal vez, pero que ciertamente suscitó dudas y preguntas. Al limitar las celebraciones de la Forma Extraordinaria de la Misa a un solo lugar de la basílica, la pequeña Capilla Clementina en las grutas del Vaticano, el ukase utilizó el término rito straordinario [rito extraordinario], que no sólo es erróneo, sino que contradice la insistencia del Papa Benedicto XVI en que sólo hay un Rito Romano, que tiene dos «formas»: Ordinaria y Extraordinaria.

Limitar la celebración de la Forma Extraordinaria a un número reducido de horas en una pequeña capilla subterránea también aísla a quienes creen que rezan mejor de esa manera; y aunque no me cuento entre ellos, no veo por qué su preferencia debe ser tratada como si fuera una especie de enfermedad contagiosa. El decreto también se refiere a un lector y un cantor «animando» las concelebraciones permitidas, lo cual es, por decirlo suavemente, una formulación curiosa, sugiriendo como lo hace que una misa celebrada sin un lector o un cantor es de alguna manera «inanimada». Este extraño uso también viola la enseñanza de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, que en su número 7 insiste en que es Cristo mismo quien anima el culto de la Iglesia.

El decreto también parece pasar por encima del derecho de la Iglesia (lo que no es necesariamente una novedad en un pontificado cuyo acuerdo con la República Popular China sobre el nombramiento de obispos viola el canon 377.5 del Código de Derecho Canónico). Al imponer la concelebración como norma en la basílica a primera hora de la mañana, el decreto parece violar al menos el espíritu del canon 902, que afirma que todo sacerdote tiene «pleno derecho a celebrar la Eucaristía individualmente». Luego está la restricción del uso de la Forma Extraordinaria a los «sacerdotes autorizados», que viola las disposiciones del Motu Proprio de Benedicto XVI de 2007, Summorum Pontificum, que concede el permiso de usar el Rito Extraordinario a todo sacerdote.

Los defensores habituales del actual pontificado trataron de montar las defensas habituales, sugiriendo que se trataba de un esfuerzo por promover el «espíritu de la renovación litúrgica introducida por el Concilio Vaticano II» (como dijo Gerard O’Connell en América). Uno se pregunta cuándo dejará esta gente de hablar de un amorfo «espíritu» conciliar como justificación para todo lo que quieran justificar. Sin embargo, ¿cómo se puede cuadrar la prohibición de las misas individuales y en pequeños grupos en los altares laterales de San Pedro con el «populismo» papal tan celebrado por esos mismos defensores? No hubo nada de populismo en este ukase, un término que utilizo deliberadamente, ya que lo que se hizo el 12 de marzo se parecía más al diktat de un zar ruso autocrático que a la decisión cuidadosamente ponderada de una Iglesia «sinodal».

Pero tal vez, en estos días, algunas personas en la Iglesia son menos iguales que otras, como en las últimas páginas de Rebelión en la Granja de Orwell.

En cuanto al Vaticano II, esta decisión de recluir la Forma Extraordinaria del Rito Romano en la Capilla Clementina no hará más que endurecer la convicción de algunos de que la renovación litúrgica del concilio no sólo fue mal aplicada, sino que fue un terrible error. No comparto en absoluto esa opinión. Pero puedo imaginarme fácilmente lo que algunos harán de este último esfuerzo por imponer a la Iglesia una forma de la Santa Misa en la que a algunos les resulta difícil rezar.

Los obispos, sacerdotes y laicos católicos que se han beneficiado espiritualmente de la misa matutina en los altares laterales de San Pedro deberían dar a conocer al Santo Padre su aflicción por este cruel e inusual decreto, ya sea directamente por carta a él o escribiendo a su nuncio o delegado apostólico local. También sería útil que los cardenales curiales que he visto celebrar regularmente la misa matutina en San Pedro, a menudo con la asistencia de un monaguillo solamente, dieran a conocer su descontento al Papa Francisco. Dado que entre esos cardenales hay hombres cercanos al Papa, como el limosnero papal Konrad Krajewski, eso podría marcar alguna diferencia.

A partir del 22 de marzo, cuando entre en vigor este ukase, San Pedro será mucho menos una casa de oración de lo que solía ser. Esto es una gran tristeza, especialmente en un momento en que la Iglesia y el mundo necesitan urgentemente el poder de la Eucaristía y el testimonio de una intensa piedad eucarística.

Publicado por George Weigel en Catholic World Report.

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Comentarios
4 comentarios en “Cruel y (muy) inusual: Sobre la prohibición de las misas en San Pedro del Vaticano
  1. Ese decreto se presta a sospechar que sea de inspiración preternatural porque los demonios están muy activos. Y existe también una pregunta latente ¿por qué tampoco celebran en el altar mayor de la basílica?

    1. Y Austen Ivereigh, biógrafo del Papa Francisco, seguirá diciendo que: «El Vaticano antes era arrogante y soberbio, ahora es servicial». ¿A quien quiere servir, prohibiendo la misa en la basílica? Y Scalfari ¿qué anda diciendo?

  2. Que en una capilla no se celebre Misa: esa medida es indefendible.
    Una orden para que en un templo NO se celebre la Santa Misa.
    Y todavía ¡para un montón! no se lo puede criticar a Sr. Lío, porque un complot, la mafia de San Galo, consensúo para colocarlo donde está. Contra las normas.

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