El caso del sacerdote madrileño Manuel González López-Corps se complica. Siendo uno de los más destacados líderes del clero joven de Madrid, una serie de acusaciones de un excompañero, hoy secularizado y con familia, hizo que su arzobispo, el cardenal Carlos Osoro, le abriera un largo proceso de investigación. Proceso penal que acabó en medias disciplinares, entre las que se encontraban la prohibición de celebrar en público y el cese inmediato de su cargos, el de Catedrático de Liturgia de la Universidad Eclesiástica San Dámaso.
Las acusaciones vertidas contra este sacerdote no se referían a la pederastia sino a supuestos comportamientos impropios del ejercicio del ministerio sacerdotal. La investigación diocesana, después de que el omnipresente y todopoderoso jesuita Germán Arana hubiera tomado cartas en el asunto, avalando las acusaciones contra este famoso sacerdote madrileño, fue instruido por un jesuita, profesor de la Universidad Comillas, canonista de la CONFER y persona muy activa en la Conferencia Episcopal Española.
Una vez conocida la sentencia del arzobispo de Madrid, el sacerdote Manuel González recurrió a la Congregación para la Doctrina de la fe. Y, pasado el tiempo preceptivo, la Congregación de la Doctrina de la fe, mediante decreto firmado por su prefecto el jesuita cardenal Luis Ladaria, revocó la sentencia del cardenal Osoro y determinó que los delitos ya habían prescrito y que además no estaban probados.
Pero el caso no termina aquí. Al margen del silencio obligado impuesto al sacerdote don Manuel, y de las humillaciones de una campaña contra él en la que participaron incluso algunos obispos auxiliares de Madrid, el empeño de convertir este acaso en ejemplar en la diócesis madrileña ha llevado a que se dé un paso más. Nuevas actuaciones y acusaciones de la supuesta víctima de la que se rumorea que ha recibido alguna compensación por parte de la diócesis.
Además de una rocambolesca estrategia para dilatar la comunicación del Decreto de la Congregación al interesado, y así ganar tiempo para preparar el proceso de apelación, el arzobispo de Madrid, Osoro, avalado por Repara, la organización con el presupuesto diocesano para la acogida de las víctimas, se ha ido a Roma para presentar un recurso contra el Decreto de la Congregación para la Doctrina de la fe contra el sacerdote diocesano.
La pregunta que todo el mundo se hace es por qué el empeño del arzobispo de Madrid cardenal Osoro en que este sacerdote sea condenado, por causa de lo que sea. ¿Se trata de esclarecer los hechos o de condenarle a toda costa?
¿Contra quién quiere ir Osoro?¿Estará buscando Osoro un motivo para acusar a anteriores arzobispos de encubridores? ¿Otra auditoría? ¿Va Osoro contra los obispos amigos del sacerdote acusado?
Ahora le toca al colegio de la Congregación resolver la papeleta. Y hay quienes dicen que el arzobispo de Madrid está dispuesto a llegar hasta el mismísimo Papa para salirse con la suya. ¿De qué se habla en la Iglesia cuando se habla de derecho, de tomarse la justicia por su mano? A nadie le extraña la situación de la diócesis de Madrid, el malestar no escondido de los curas, el pasotismo hasta la saciedad. Todo un ejemplo.
Diego Lanzas
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
A este máncer con mitra, lo que merecería que le pasara es que el sacerdote recurriese a la justicia laica ordinaria, a ver qué pasaba. Seguramente tendría que ser repuesto en sus cargos docentes e indemnizado, con intereses de demora por el perjuicio económico sufrido. Eso si que dañaría la carrera de este «hematoma» carrerista y especulador inmobiliario.
Tal vez ese sea el asunto, busca a toda costa, que este sacerdote sea condenado para quedar como gran moralizador, y aducir luego que la trama inmobiliaria es un complot en su contra porque se empeña en moralizar la diócesis, gran carambola y perfecta triangulación de darse el caso. Tal vez esa sea la estrategia para salvar al soldado ryan. Advirtámoslo ahora, antes que se produzca, para que nadie sea tomado por sorpresa y entonces cuando aparezca, Osoro a presentarse como el «gran moralizador», estén todos avisados y caiga por su propio peso la estrategia.
Osorno es más malo que la quina. Ha sido un trepa, un carrerista y un falso. Urge su relevo inmediato. Tiene un caso grave encima. Y la diócesis caramelo que le dejó Rouco hecha unos zorros.
Pero ¿de qué son los cargos? No se puede hacer de este caso un tema informativo sin decir de qué se acusa al sacerdote. Y si ya ha habido una sentencia, aunque haya sido revocada, no hay impedimento para decir sobre qué era. ¿Que robaba de la caja? ¿Que solicitó a una señora?
Lamentable situación de chismografía barrial barata que empaña, aún más, la deteriorada imagen pública de nuestra Ig lesia.
Pero… Si ha habido un Proceso Penal con mayúsculas todo es público una vez sentenciado. ¿O es que quizás NO lo ha habido y ha sido otra cosa secretita?
Sólo quien carece de competencias y capacidades, habilidades y aptitudes, desde todos los puntos de vista, es audaz para iniciar un casus belli que va a perder: parece que el Gran Pastor Matemático no ha hecho los cálculos de riesgo y sigue la estela de Iglesias y Arrimadas: ¿una nueva pandemia política de kamikazes en el caldero político-eclesial de Madrid?
La actuación del jesuita de Comillas, un chico joven, ha sido pésima. Porque no se ha basado en las ‘pruebas’ sino en la supuesta autoridad de Arana y la insistencia de Osoro en condenarle. Lamentable.
Monseñor Osoro y el padre Arana andan muy equivocados. Que dejen en paz a ese sacerdote. ¿O es que la misericordia sólo es para los lgtbi?
Quizá aquí esté la clave del asunto: «cese inmediato de su cargos, el de Catedrático de Liturgia de la Universidad Eclesiástica San Dámaso». ¿Sus enseñanzas eran «conservadoras» o tradicionalistas y el proceso es un escarmiento para los sucesores? No tengo ni idea, pero es bien sabida la inquina que le tienen los jesuitas empezando por el de Sta. Marta.
En la Iglesia hay una fuerte persecución interna contra los sacerdotes de recta doctrina.
D. Manuel González es inocente.
Solo decir una cosa. Si tuviera que dar un consejo a aquellos sacerdotes inocentes con acusaciones canónicas, les diría que se fueran, siempre que sea posible, por la vía civil. Es más doloroso y costoso, pero en la canónica no existen las garantías mínimas exigibles en un juicio contra el acusado.