Entre cínicos 

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Leemos en la revista Time que sí, que hubo un fraude monumental en las elecciones de Estados Unidos, pero es que hubo que hacerlo; fue para salvar la democracia. Y yo me quedo perplejo intentando comprender cómo una acción del más puro estilo fascistón puede salvar la democracia, y me barrunto que lo único que se ha salvado ha sido la cómoda y bien trabajada posición, y los oscuros y muchas veces inconfesables intereses, de los que no tenían -valga la redundancia- ningún interés en exponerse a quedar retratados. Seguro que los distinguidos clientes de Lolita Airlines se han quedado mucho más tranquilos con Trump fuera de juego, aunque, conociendo al tipo, no me extrañaría que se la tuviese guardada.

Y con esto aterrizamos en Cataluña. Nos dice Antena 3 que un ciudadano se presentó en la oficina de Correos para depositar su voto, y resultó que no pudo hacerlo porque “en el sistema constaba que ya había votado”. No es que el caballero tuviese mala memoria y no recordase haberlo hecho. Es que no lo había hecho. Tras pedir explicaciones, “recibió un certificado del voto que había emitido y el documento no estaba firmado”. Es decir, en castizo: parece que alguien había usado sus datos para votar fraudulentamente por él. Posteriormente Correos afirma que se produjo un error, se pusieron en contacto con él y finalmente pudo votar. Y colorín colorado…

¡Qué error y qué niño muerto! Me lo expliquen bien porque no lo entiendo. ¿Qué pinta un certificado de voto con los datos del interesado y sin su firma? ¿Se llama ahora a eso un error? ¿No es la misma clase de error con la que han “salvado la democracia” en las Américas?

A ver si aquí hemos sentido también la necesidad de salvar la democracia, para no ser menos. Pero lo que más me desconcierta es que, aparentemente, y hasta donde sé, nadie -y cuando digo nadie no me refiero a los ciudadanitos de a pie- ha movido una ceja para intentar averiguar si eso fue realmente un extraño error o el síntoma de una enfermedad mucho más grave.

Me parece absolutamente cínico clamar por la democracia para justificar un fraude, pero, en fin, vivimos en un mundo de cínicos y ya nadie se sorprende por nada y, por lo que parece, tampoco nadie está dispuesto a mover un dedo por nada. Nos hemos vuelto tan cínicos que el cinismo ya nos resbala, y eso es malo, muy malo, y lo pagaremos muy caro.

Pedro Abelló.