«Así Turquía ha eliminado a los cristianos de la tierra de san Pablo»

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Entrevista al gran orientalista francés de origen sirio, Joseph Yacoub, uno de los máximos especialistas en el mundo de las minorías cristianas.

(Giulio Meotti en Il Foglio)- Cuando hace cinco años el Isis secuestró en masa a cientos de cristianos asirios en Hassaké, el profesor Joseph Yacoub sufrió un doble trauma. Personal, porque él es originario de Hassaké, una ciudad cristiana de Siria. Y porque es un asirio. Como los cristianos que, junto a los armenios, fueron masacrados por el genocidio de los turcos en 1915 y sobre los que Yacoub ha escrito muchos libros. El pasado y el presente se entrelazan sin cesar en las palabras de este famoso docente de la Universidad católica de Lyon, primer titular de la cátedra UNESCO «Memoria, culturas e interculturalidad» y uno de los máximos especialistas en el mundo de las minorías cristianas. Cuando las fuerzas aéreas azeríes y turcas conquistaron los territorios del Karabaj armenio, evangelizado por Bartolomé y Tadeo, dos de los doce apóstoles, Yacoub sintió que tenía que escribir en Le Figaro: «Hubo un tiempo en el que había comunidades cristianas en ese país. Ese tiempo se ha acabado».

A comienzos del siglo XX, se estimaba que los cristianos en Estambul eran el 20% de la población. Hoy son cien mil, menos del 0,2% de una población de 82 millones. «Nagorno-Karabaj fue anexionado a Azerbaiyán en 1919, contrariamente a los deseos de su población», relata Yacoub a Il Foglio. «Los armenios eran el 90% de la población. El 15 de mayo de 1919, Avédis Aharonian, presidente de la delegación de la República armenia en la Conferencia de Paz de París, se dirigió a los delegados de Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos, pidiendo que le escucharan sobre el destino del pueblo armenio y los confines de su territorio; consideraba el Karabaj como «un baluarte natural para la defensa de Armenia de las invasiones turanias». ¿Qué cambió entre 1919 y 2020? Por un lado, las legítimas ambiciones del pueblo armenio, que está viviendo una tragedia; por el otro, el deseo de dominio y expansión de las grandes potencias». Yacoub dice que no hemos comprendido nada de lo que sucedió el verano pasado con Santa Sofía, la gran basílica cristiana, museo durante cien años, y devuelta al islam por Recep Tayip Erdogan. «Todos están de acuerdo en denunciar las ambiciones imperiales de Turquía y su deseo de expansión. El momento clave fue la conversión de la basílica de Santa Sofía, ese maravilloso símbolo arquitectónico y religioso del cristianismo bizantino. Con ese gesto, el presidente turco ha querido llevar a cabo una ruptura, dando una visión de la historia de Turquía parcial y partidaria, centrada exclusivamente en la historia turco-otomana, como si el país hubiera nacido repentinamente en 1453, dando así vía libre a su islam-panturquismo. Actuando de esta manera, Erdogan intenta ganarse el favor del mundo de lengua turca y musulmán, e intentar hacer olvidar, por no decir derribar, la memoria histórica, tan rica, de muchos estratos de civilización de su país, donde el cristianismo tuvo un papel incomparable e importante, como fe y como civilización».

Europa tiene una actitud pasiva ante el expansionismo turco. «Hay que decir que las líneas generales de la política europea han sido trazadas en un momento en el que este continente vivía en paz. Se ponía el énfasis en el estado democrático y los derechos humanos, como valores y puntos de referencia. Sin embargo, al hacerlo, se descuidó la geografía, la historia, las lenguas, las culturas, las tradiciones y las mentalidades, como muchos otros vínculos, necesarios para comprender la realidad. Se ha revelado que era incompleto. Porque no está dicho que el Otro razone del mismo modo. A menudo los valores individuales están ensombrecidos por los valores colectivos y nacionales. Necesitamos recordar que nuestro mundo está hecho de naciones y Estados soberanos, aunque esto signifique trabajar en estrecho contacto, como hace Europa, como es justo. Además, no se ha demostrado que los derechos humanos, por sí solos, puedan transformar a los hombres ignorando las variables indicadas. Los derechos humanos son una ventaja, ciertamente importante, pero nada más. El hombre es un ser histórico, determinado por las condiciones sociales y económicas, no es abstracto. De aquí las dificultades y las dudas que reinan en Europa, porque falta la reflexión antropológica e histórica, así como fijar una estrategia y perspectivas que la proyecten más allá de la inmediatez, en el futuro y a largo plazo, afirmando las propias raíces. Tal vez el calvario del Covid la mueva en esta dirección».

Según Yacoub, no conocemos suficientemente la historia del cristianismo oriental. «Los santos Pedro y Pablo, entronizados en el Vaticano, son orientales. Si tomamos el ejemplo de Turquía y Siria, observamos que el Antiguo Imperio Romano de Oriente prosperó durante más de mil años. En este contexto, es bueno recordar que la Iglesia tiene origen apostólico y desarrolló un papel de primer plano en la difusión del mensaje. Los Hechos de los Apóstoles atestiguan desde el inicio la cristianización de esos países. Se citan los habitantes de Capadocia, el Ponto, Frigia y Panfilia, todos testigos en Pentecostés. Además, los pueblos de Bitinia, Galacia y Asia fueron los destinatarios de la primera carta de san Pedro, y una de las cartas de san Pablo está dirigida a los Gálatas, la región de Ancyra, ahora Ankara, que había visitado y evangelizado. Antioquía (Antakya) del Orontes, es famosa como ciudad cultural imperial. Después de Pedro, san Ignacio de Antioquía, discípulo del evangelista Juan, fue el segundo obispo de esta ciudad. Ernest Renan, especialista en lenguas y culturas semíticas e historia de las religiones, ha escrito: «Por supuesto, Jerusalén seguirá siendo para siempre la capital religiosa del mundo. Sin embargo, el punto de partida de la Iglesia de los gentiles, el eje principal de las misiones cristianas, es realmente Antioquía». Estos lugares fueron también la tierra de los primeros concilios a partir del año 325 (Nicea, Constantinopla, Éfeso, Calcedonia y otros), de las primeras controversias y herejías cristológicas y trinitarias, del monaquismo, arrianismo, nestorianismo, jacobismo, los primeros teólogos (Diodoro de Tarso, Teodoro de Antioquía, Juan Crisóstomo, Basilio de Cesarea, Teodoreto de Ciro) y los Padres Capadocios (Gregorio de Nisa)». Sobre estos cristianos recae un gran peso. «Fuertes amenazas, el islam político y el islam radical son algunas de las causas. El islamismo radical es una nueva forma de totalitarismo que amenaza a la sociedad. En mi libro Une diversité menacée. Les chrétiens dOrient face au nationalisme arabe et à lislamisme [Una diversidad amenazada. Los cristianos de Oriente ante el nacionalismo árabe y el islamismo], he mostrado cómo su devastación de los cristianos de Iraq y Siria ha sido monstruosa; y también contra otras minorías como los yazidíes. Hay que recordar que un país como Iraq, bajo constricciones y represión, se quedó sin su población judía después de la creación de Israel en 1948. ¿Ahora es el turno de los cristianos? Hay una clara tendencia a su disminución por doquier, pero creo que no se irán».

Sería una catástrofe. «El cristianismo oriental no pertenece solo a Oriente, sino a toda la humanidad», dice Yacoub. «Es el otro pulmón del cristianismo que le permite respirar. Su final sería la pérdida de una parte de la humanidad». El papa Francisco lo ha reconocido. «Ha sido el primer papa en reconocer, en una homilía en Roma el 12 de abril de 2015, el genocidio que en 1915 masacró a armenios, sirios, católicos y ortodoxos, asirios y caldeos. Hablando de Mesopotamia, por ejemplo, Francisco declaró en 2017: «Desde la antigüedad esta tierra, evangelizada según la tradición del apóstol Santo Tomás, se ha presentado al mundo como una tierra de civilización, una tierra de encuentro y diálogo»».

Es Europa la que se muestra indiferente. «Los cristianos asirio-caldeos se quedaron muy decepcionados con el resultado de la Conferencia de Paz de París, en 1919. Y esto es lo que escribió con amargura Gorek de Kerboran en 1920: «¿Qué pedimos? -¡Un asirio-caldeo!- ¡Y esperas que las potencias europeas te lo den para poder establecerte en el trono de Salmanasar y Asurnasirpal! Tú reivindicas lo que los poderes desean; reivindicas llanuras pluviales, reivindicas las cuencas del Tigris y del Alto Éufrates; reivindicas las pendientes de las montañas llenas de petróleo; y crees que las potencias europeas se adaptarán para enriquecerte. No cuentes con ello, créeme; estamos perdiendo el tiempo. Mientras lo posponemos, todo funciona contra nosotros: tiempo, poderes, vecinos». Desde entonces nos preguntamos qué ha cambiado verdaderamente».

Un cierto laicismo nos ha dejado ciegos. «La secularización es indispensable para el progreso social y humano, pero prestando atención a no vaciar la sustancia espiritual, como sucede a veces. El hombre está hecho de materia, mente y cosas inexplicables. Hay «enseñanzas espirituales que van más allá de la razón humana, siempre que sigamos adecuándolas a las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad», escribía Dante. A la luz de la historia, tenemos que tener presente que Europa tiene raíces judeocristianas y grecorromanas, que han construido el espíritu europeo y plasmado su cultura e identidad. La Biblia sigue siendo una de las principales fuentes de inspiración. El judaísmo es un legado esencial. El cristianismo es una fe, una cultura y una civilización. Se puede admitir su contribución, sin ser necesariamente religioso. Que uno sea creyente, agnóstico o ateo, es un dato social, que se impone aun solo mirándolo. Naturalmente, esto no excluye otras fuentes, como la Ilustración en su infinita diversidad, a la que el Renacimiento italiano contribuyó mucho. Además, es una oportunidad que no hay que dejar escapar. De esta diversidad, el intelecto humano nos enseña que el mundo está hecho de rostros, nombres y países».

He aquí los nombres: asirios, caldeos, sirios, nestorianos, jacobitas, arameos, asirio-caldeos… Queda poco de cada una de estas antiguas comunidades. «Su número disminuye cada vez más, pero no sin dejar huella. Todo evoca su legado. Un ejemplo: Irán. En este país, la cristiandad tiene dos mil años desde el apóstol Tomás. Los cristianos participaron mucho en la civilización de este país y dieron eruditos y mártires. A partir de 1840 hubo un renacimiento cultural y lingüístico del arameo, que vio una profusión de obras, sobre todo en el norte de Persia. Entre ellos, está el erudito asirio-caldeo Thomas Audo (1854-1918). Además, está el trabajo de los misioneros, en especial de los Vicencianos y las Hijas de la Caridad. Entre ellos, mons. Jacques-Emile Sontag (1869-1918) se distinguió por su dedicación, hasta su martirio el 31 de julio de 1918».

Los sirios formaron la primera nación oriental que estudió y completó el pensamiento griego. «Aquí nos encontramos ante un patrimonio denso y múltiple, cuya literatura inicia en los primeros siglos. Las escuelas y las academias arameo-siriacas se remontan al siglo V, cuando se empezó a traducir el pensamiento griego, que después se transmitiría a los árabes. Siete siglos antes del islam, este Oriente Medio sirio dio todo su potencial en muchos ámbitos del conocimiento religioso y laico. Además, su lengua y cultura tuvieron un impacto significativo en la lengua y cultura árabes, poco evidenciada. A este respecto, me gustaría informar a sus lectores de que Italia ha dado grandes especialistas en la lengua y la cultura siriacas. Entre ellos podemos citar al orientalista Ignazio Guidi (1844-1935), que fue profesor en la Universidad de Roma La Sapienza y era especialista de lenguas semíticas. También contribuyó a este conocimiento la creación en 1917 del Pontificio Instituto Oriental, con su riquísima biblioteca; no hay más que leer el Diccionario Enciclopédico del Oriente Cristiano, obra suya. Hay que subrayar otro elemento: entre los intelectuales de las distintas iglesias sirias, algunos han publicado en latín y en italiano, que hablan correctamente».

Existe el riesgo de que una cierta globalización se asocie con la cuchilla islamista, lo que podaría aún más el patrimonio cristiano oriental: «Siempre ha existido la globalización. Los seres humanos siempre han emigrado y las civilizaciones se han contagiado recíprocamente, tomando prestado unas de otras. Y es algo bueno, es la ley de la evolución histórica. Durante más de dos mil años, aun siendo toda ella romana, Roma era una ciudad cosmopolita, el centro del mundo, hasta el punto de suscitar reacciones controvertidas, ¡precisamente por la presencia de tantos orientales! Esto empujó al poeta satírico Juvenal a criticar esos flujos migratorios con estas palabras: Iam pridem Syrus in Tiberim defluxit Orontes, es decir, «Hace ya tiempo que el Orontes desemboca en el Tíber; ha traído consigo la lengua, las costumbres, la sambuca que acompaña al trompetero, también los timbales exóticos y las mozas obligadas a ofrecerse junto al Circo». Hoy, la globalización tiene un lado inquietante, confuso, que amenaza a las culturas minoritarias». La propia palabra «cristiano» fue utilizada por primera vez en la turca Antioquía y fue en la turca Nicea donde se formuló «el Credo», que se repite cada domingo en misa; en Nisibi, la turca Nusaybin, estaba la universidad más antigua del mundo y fueron esos cristianos los primeros en traducir y comentar el pensamiento griego, transmitiéndonos a Aristóteles, Platón, Galeno y Pitágoras. Si al gran árbol de la cristiandad se le arrancan estas raíces, el resto del árbol se seca y, antes o después, muere.

Publicado por Giulio Meotti en Il Foglio.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
8 comentarios en “«Así Turquía ha eliminado a los cristianos de la tierra de san Pablo»
  1. No sólo es que Europa se muestre pasiva ante el imperialismo turco, sinó que fomenta la invasión musulmana con su política de fronteras abiertas. Y que Francisco hable del genocidio armenio de hace un siglo no sirve de nada cuando al mismo tiempo fomenta la invasión musulmana.

  2. Puede caer la ilustrada Europa (que sería sin dudas para mí un castigo del señor), pero Rusia, y América no, crece el cristianismo en Asia y Africa, y lo del señor Francis es así por voluntad del Señor aunque no os guste.

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