El Papa insta a que las restricciones nos lleven a vivir una Navidad más religiosa y menos consumista

Vatican Media
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«Quien reza no deja nunca el mundo a sus espaldas. Si la oración no recoge las alegrías y los dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad “decorativa”, una actitud superficial, de teatro, una actitud intimista». Lo ha dicho el Papa Francisco durante la catequesis que ha tenido lugar esta mañana, sin fieles debido coronavirus, en la Biblioteca Apostólica del Vaticano.

Todos necesitamos interioridad, dijo el Santo Padre, retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios, pero esto «no quiere decir evadirse de la realidad». «Así los hombres y las mujeres de oración buscan la soledad y el silencio, no para no ser molestados, sino para escuchar mejor la voz de Dios», señaló Su Santidad. Pero, allá donde estén, «tienen siempre abierta la puerta de su corazón: una puerta abierta para los que rezan sin saber que rezan; para los que no rezan en absoluto pero llevan dentro un grito sofocado, una invocación escondida; para los que se han equivocado y han perdido el camino…», añadió Francisco.

«Cualquiera puede llamar a la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón compasivo, que reza sin excluir a nadie», explicó. El orante reza por el mundo entero, «llevando sobre sus hombros dolores y pecados». «Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una “antena” de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada persona que ha perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de Cristo».

«A la oración le importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza seriamente», advirtió el Santo Padre. La oración solamente se da en espíritu de amor, dijo, ya que quien no ama «finge rezar, o él cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor».

«El mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)», aseguró Francisco.

«La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercede por los otros. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad», indicó Su Santidad. «Recemos los unos por los otros: nos hará bien a nosotros y hará bien a todos», concluyó.

En los saludos en lengua italiana, el Papa admitió que este año nos esperan restricciones e inconvenientes, «pero pensemos en la Navidad de la Virgen María y San José: ¡no fueron rosas y flores! ¡Cuántas dificultades han tenido! ¡Cuántas preocupaciones!». «Que nos ayude también esta dificultad a purificar un poco la forma de vivir la Navidad, de celebrar, dejar atrás el consumismo: que sea más religiosa, más auténtica, más verdadera», instó el Pontífice.

Les ofrecemos las palabras del Papa durante la catequesis, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Catequesis 19. La oración de intercesión

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quien reza no deja nunca el mundo a sus espaldas. Si la oración no recoge las alegrías y los dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad “decorativa”, una actitud superficial, de teatro, una actitud intimista. Todos necesitamos interioridad: retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios. Pero esto no quiere decir evadirse de la realidad. En la oración, Dios “nos toma, nos bendice, y después nos parte y nos da”, para el hambre de todos. Todo cristiano está llamado a convertirse, en las manos de Dios, en pan partido y compartido. Es decir una oración concreta, que no sea una evasión.

Así los hombres y las mujeres de oración buscan la soledad y el silencio, no para no ser molestados, sino para escuchar mejor la voz de Dios. A veces se retiran del mundo, en lo secreto de la propia habitación, como recomendaba Jesús (cfr. Mt 6,6), pero, allá donde estén, tienen siempre abierta la puerta de su corazón: una puerta abierta para los que rezan sin saber que rezan; para los que no rezan en absoluto pero llevan dentro un grito sofocado, una invocación escondida; para los que se han equivocado y han perdido el camino… Cualquiera puede llamar a la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón compasivo, que reza sin excluir a nadie. La oración es nuestro corazón y nuestra voz, y se hace corazón y voz de tanta gente que no sabe rezar o no reza, o no quiere rezar o no puede rezar: nosotros somos el corazón y la voz de esta gente que sube a Jesús, sube al Padre, como intercesores. En la soledad quien reza —ya sea la soledad de mucho tiempo o la soledad de media hora para rezar— se separa de todo y de todos para encontrar todo y a todos en Dios. Así el orante reza por el mundo entero, llevando sobre sus hombros dolores y pecados. Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una “antena” de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada persona que ha perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de Cristo.

El Catecismo escribe: «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios» (n. 2635). Esto es muy bonito. Cuando rezamos estamos en sintonía con la misericordia de Dios: misericordia en relación con nuestros pecados —que es misericordioso con nosotros—, pero también misericordia hacia todos aquellos que han pedido rezar por ellos, por los cuales queremos rezar en sintonía con el corazón de Dios. Esta es la verdadera oración. En sintonía con la misericordia de Dios, ese corazón misericordioso. «En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos» (ibid.). ¿Qué quiere decir que se participa en la intercesión de Cristo, cuando yo intercedo por alguien o rezo por alguien? Porque Cristo delante del Padre es intercesor, reza por nosotros, y reza haciendo ver al Padre las llagas de sus manos; porque Jesús físicamente, con su cuerpo está delante del Padre. Jesús es nuestro intercesor, y rezar es un poco hacer como Jesús; interceder en Jesús al Padre, por los otros. Esto es muy bonito.

A la oración le importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza seriamente. Se puede decir: en espíritu de odio no se puede rezar; en espíritu de indiferencia no se puede rezar. La oración solamente se da en espíritu de amor. Quien no ama finge rezar, o él cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor. En la Iglesia, quien conoce la tristeza o la alegría del otro va más en profundidad de quien indaga los “sistemas máximos”. Por este motivo hay una experiencia del humano en cada oración, porque las personas, aunque puedan cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas.

Cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, no hace selecciones, no emite juicios de condena: reza por todos. Y reza también por sí mismo. En ese momento sabe que no es demasiado diferente de las personas por las que reza: se siente pecador, entre los pecadores, y reza por todos. La lección de la parábola del fariseo y del publicano es siempre viva y actual (cfr. Lc 18,9-14): nosotros no somos mejores que nadie, todos somos hermanos en una comunidad de fragilidad, de sufrimientos y en el ser pecadores. Por eso una oración que podemos dirigir a Dios es esta: “Señor, no es justo ante ti ningún viviente (cfr. Sal 143,2) —esto lo dice un salmo: ‘Señor, no es justo ante ti ningún viviente’, ninguno de nosotros: todos somos pecadores—, todos somos deudores que tienen una cuenta pendiente; no hay ninguno que sea impecable a tus ojos. ¡Señor ten piedad de nosotros!”. Y con este espíritu la oración es fecunda, porque vamos con humildad delante de Dios a rezar por todos. Sin embargo, el fariseo rezaba de forma soberbia: “Te doy gracias, Señor, porque yo no soy como esos pecadores; yo soy justo, hago siempre…”. Esta no es la oración: esto es mirarse al espejo, a la realidad propia, mirarse al espejo maquillado de la soberbia.

El mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

El buen pastor permanece fiel también delante de la constatación del pecado de la propia gente: el buen pastor continúa siendo padre también cuando sus hijos se alejan y lo abandonan. Persevera en el servicio de pastor también en relación con quien lo lleva a ensuciarse las manos; no cierra el corazón delante de quien quizá lo ha hecho sufrir.

La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercede por los otros. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad… Como Abraham y Moisés, a veces deben “defender” delante de Dios a las personas encomendadas a ellos. En realidad, se trata de mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma invencible compasión y ternura. Rezar con ternura por los otros.

Hermanos y hermanas, todos somos hojas del mismo árbol: cada desprendimiento nos recuerda la gran piedad que debemos nutrir, en la oración, los unos por los otros. Recemos los unos por los otros: nos hará bien a nosotros y hará bien a todos. ¡Gracias!

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Mañana comenzamos los días mayores de Adviento, y la liturgia se centra con mayor énfasis en la preparación de la Navidad. En estos días tan especiales, los animo a dedicar más tiempo a la oración de intercesión: recemos con mayor intensidad pidiendo unos por otros, en particular por los que más sufren. Que Dios los bendiga.

Saludos en italiano

Saludo cordialmente a los fieles de lengua italiana. Quisiera instar a todos a «apurar el paso» hacia la Navidad, la verdadera, es decir, el nacimiento de Jesucristo. Este año nos esperan restricciones e inconvenientes; pero pensemos en la Navidad de la Virgen María y San José: ¡no fueron rosas y flores! ¡Cuántas dificultades han tenido! ¡Cuántas preocupaciones! Sin embargo, la fe, la esperanza y el amor los guiaron y sostuvieron. ¡Que sea así también para nosotros! Que nos ayude también esta dificultad a purificar un poco la forma de vivir la Navidad, de celebrar, dejar atrás el consumismo: que sea más religiosa, más auténtica, más verdadera.

Como siempre, finalmente me dirijo a los ancianos, los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Deseo que cada uno reciba la gracia de estos días: que se convierta para vosotros ancianos en un consuelo, para vosotros jóvenes en una fortaleza, para vosotros enfermos en un consuelo y para vosotros, recién casados, en confianza en la divina Providencia. ¡Que dios los bendiga a todos!

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Comentarios
6 comentarios en “El Papa insta a que las restricciones nos lleven a vivir una Navidad más religiosa y menos consumista
  1. Yo estoy sintiendo la Navidad con mucha fuerza en mí, este año. No por las restricciones sinó por querer divino.Y estoy ansiosa y feliz esperando a St.José y a la Virgen para acogerlos en mi corazón y que nuestro salvador nazca en mí y crezca y me haga santa para amarle y adorarle por toda la eternidad.

    Ven Señor Jesús a mi Belén interior. Haz de mí tu casa del pan. Inscríbete en mi corazón con St.José y la Virgen María para que tu nombre ocupe siempre en mí el trono de Rey y Salvador.

  2. ¿Las restricciones en las misa ayudarán también? Para mí la esencia dd la Navidad ERA y es la Misa del Gallo a las 12. Que cada vez era más difícil y lejano dar con una pero ese año imposible ya.. La misa de 12 era también una buena excusa para acabar la cena prontito, y para no dedicarnos a abrir regalos etc (siempre hay alguno, aunque ruego no los haya, pero no hay manera). Este año… pues será el más «consumista» de todos (se acabará bebiendo más y concentrándose más en los dichosos regalos). Para mí el más triste desde luego.

  3. No sé cómo se puede vivir una Navidad más religiosa con las restricciones que nos has impuesto, abdicando de la libertad de los hijos de Dios y sometiéndonos a los poderes laicistas de los gobiernos de turno: restricciones en el aforo de las iglesias, imponiéndonos la comunión en a mano contra nuestra voluntad, restringiendo al mínimo las confesiones y los demás sacramentos (unción de los enfermos, bautismos, matrimonios), suprimiendo el arte sacro que inspiraba los belenes en el Vaticano, cerrando seminarios modelos (San Rafael), poniendo dificultades para la catequesis de los niños, eliminando el agua bendita en las puertas de las iglesias y sustituyéndolo por geles hidro-acohólicos, adelantando el horario de la tradicional Misa del Gallo, etc. Más que poner facilidades en este Adviento, parece que no pones más que obstáculos a la venida del Salvador.

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