Pell: «Me sentí muy animado al recibir mensajes de apoyo del Papa Francisco y del Papa Benedicto»

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En su primera entrevista extensa con una publicación católica desde su salida de la cárcel, el cardenal australiano habla sobre lo que cuenta en su Diario de la cárcel, que sale a la venta el 16 de diciembre.

(Edward Pentin/NCR)- Estar en la cárcel tras ser acusado falsamente y las grandes pruebas por las que ha tenido que pasar en estos tres últimos años, para el cardenal Pell ha significado tomar conciencia de que la enseñanza de Jesús «en muchas cosas es absolutamente cierta» y que «la clave para la vida está en las palabras de Cristo».

Hablando con el Register el 1 de diciembre, en una extensa entrevista, la primera de este tipo con una publicación católica desde su absolución y salida de la cárcel, el antiguo prefecto de la secretaría para la Economía del Vaticano dice que la fe católica «me ayudó a seguir adelante»

El cardenal australiano habla antes de la salida, el próximo 16 de diciembre, del primer volumen de su libro Prison Journal [Diario de la cárcel], publicado por Ignatius Press. El volumen cubre el periodo que va desde el 27 de febrero de 2019, cuando fue arrestado, al 13 de julio de 2019, un mes antes de que el Tribunal Supremo de Victoria confirmara su condena en apelación.

En 2017, el cardenal Pell dejó su cargo en la secretaría para la Economía para enfrentarse, en Australia, a cargos cuestionables de abuso sexual a dos chicos del coro en la sacristía de la catedral de Melbourne en 1996. Después de un juicio nulo en 2018, un segundo juicio lo condenó por unanimidad, sentenciándolo a seis años de cárcel. Ha estado en la cárcel 404 días, hasta que el Tribunal Supremo de Australia lo absolvió por unanimidad y lo liberó el 7 de abril de este año.

En su entrevista con el Register, el cardenal Pell habla de una serie de pasajes de su diario, incluyendo cómo soportó las vicisitudes del juicio legal, su actitud hacia su acusador, al que perdona de todo corazón, y cómo se inspiró en las miles de cartas de apoyo y el ejemplo de grandes santos como santo Tomás Moro.

«Creo que nunca me desesperé», dice. «Ciertamente, tienes altibajos».

El Register habló con el cardenal en su apartamento del Vaticano.

Eminencia, en su diario usted describe con toda claridad lo que significó para usted ser acusado falsamente y acabar en la cárcel. Pero, ¿qué espera conseguir con la publicación del diario?

Es una buena pregunta. Bueno, primero de todo, espero que ayude a la gente a comprender el cristianismo un poco mejor, que ayude a los cristianos que puedan estar en una situación muy difícil. Hay muchos motivos para escribirlo, y uno de ellos es como terapia. Hay otros motivos para que se publique, algo que no habría hecho si nadie hubiera mostrado interés. Mi intención también es que algo así no vuelva a suceder en Australia con personas que pertenecen a un grupo muy impopular, con un punto de vista políticamente incorrecto, y al que las opiniones hostiles intentan eliminar.

En estos días, se oye a menudo decir que, como católicos, estamos entrando en una edad oscura de persecución en Occidente, aunque sea una persecución «suave». ¿Cree que este libro puede ayudar a soportar esta situación?

Siempre me tienta mi parte más sentimentalmente optimista, por lo que espero que [los tiempos] no sean tan malos. Una de las cosas sorprendentes, que podría haber mencionado en el diario, fue que una gran mayoría de las personas que me escribió -cuatro mil cartas de muchos católicos del mundo- se sentía así. Sentía que la presión aumentaba.

Lo único que diría a este respecto, y es algo en lo que he pensado durante un tiempo, es que nadie quiere ser perseguido de ninguna manera, pero la oposición no necesariamente es mala para la Iglesia. De hecho, ha habido personas que me han escrito para decirme que han vuelto a la práctica religiosa al ver cómo he sido tratado.

¿Diría que nuestro estado habitual, como cristianos, es ser perseguidos, como afirman algunos? 

Bueno, soy un gran defensor de Constantino. Siento una gran simpatía por la persona común que está en medio del camino, que no es una persona totalmente religiosa, y preferiría que las corrientes sociológicas la lleven a Dios en lugar de alejarla de Él, y hacia la comunidad genuina, que estaría así al alcance de todos, en lugar de convertirla en una persona egoísta y hostil.

Usted ha dicho que ha escrito cada día y que se impuso la disciplina de hacerlo. ¿Siempre fue su intención que el diario se publicara, o el motivo principal fue conservar la cordura?

He escrito diarios como este, sobre todo cuando viajaba como presidente de Caritas [Australia], pero nunca han sido publicados. Fui presidente durante nueve años, me siento muy orgulloso de ello. Fui a algunos lugares exóticos y escribía sobre ello. Nunca han sido publicados. Soy consciente de que la gente podría estar interesada. Se ha escrito mucho en las cárceles y, aún hoy, a pesar de que la gente cada vez escribe menos, se sigue escribiendo en ellas: muchos lo hacen por terapia y puedo entenderlo.

He escrito bastante, como para seis o siete libros de tamaño considerable. A menudo he encontrado que escribir es un trabajo sólido, un trabajo duro, porque siempre he trabajado y escribir era una parte, pequeña, de mi trabajo; generalmente también lo hacía en mi tiempo libre. Sin embargo, fue sorprendentemente fácil para mí escribir cuando estaba en la cárcel. Creo que la forma literaria es congenial para mí. Durante trece años escribí una columna semanal en el Daily Telegraph, el periódico más importante de Australia, y es un género ligeramente similar. Para mí es fácil escribir.

¿Escribió todo a mano?

Sí, todo manuscrito.

En su diario cuenta los detalles de sus actividades diarias y sus pensamientos personales, sus oraciones, pero, en conjunto, ¿qué le ha enseñado la cárcel? 

¿Qué me he enseñado? Buena pregunta. Creo que una de las cosas es que el bagaje cristiano ayuda. Creo que la enseñanza de Jesús sobre muchas cosas es absolutamente cierta, que la clave de la vida se encuentra en las palabras de Cristo. He intentado, aunque de manera imperfecta, seguir esa enseñanza. Con todo, me las he arreglado para no salir muy mal.

¿Cuáles han sido sus reflexiones sobre el sufrimiento y la redención a través de su propio sufrimiento y redención? ¿Cree que esta terrible experiencia ha sido un medio especial y tal vez privilegiado de compartir el sufrimiento?

Creo que soy demasiado blando y cómodo para considerarlo un medio privilegiado. Era consciente de que era una oportunidad que debía vivir como cristiano. Creo que lo he hecho.

¿Diría que le ha dado una visión más profunda de lo que es el sufrimiento?

Creo que sí. No quiero sobreestimar la dificultad de mi situación. Quiero decir, no es que estuviera en el Hilton, o en el Dorchester o nada parecido. Algunos de mis compañeros de prisión, sobre todo en el MAP [Melbourne Assessment Prison -prisión preventiva-], y en la zona de aislamiento en la que estuve durante ocho o nueve meses, eran personas terriblemente, terriblemente heridas, personas muy enfadadas y tremendamente infelices.

¿Pudo establecer algún tipo de relación con ellos? 

No, para nada, no se podía. En muchos casos, incluso si te relacionabas con ellos, en términos de estar allí con ellos, habría sido muy difícil ayudarles de manera efectiva. Era un trabajo difícil; y los guardias de esa sección en particular estaban bien dirigidos y todo ellos hacían un muy buen trabajo.

¿Alguno de los prisioneros fue cruel con usted?

Uno me escupió una vez… creo que lo describo en un volumen posterior. Sin embargo, podía oír a algunos que, desde sus celdas, gritaban mi nombre, condenándome. A veces alguno me defendía. Una prisionero con una condena muy larga dijo que era la primera vez que oía que algunos prisioneros defendían a un sacerdote que estaba en la cárcel por pedofilia.

Ha hecho una observación interesante. No sé si está en el libro, pero es interesante que alguien pudiera ver su inocencia cuando el sistema legal no lo hacía, lo que indica que la ley natural estaba presente aún en sus corazones. 

De una manera imperfecta tal vez, pero sí, es interesante. Entre los prisioneros algunos tomaron la decisión, definitivamente, de seguir el lado equivocado, pero creo que incluso ellos son conscientes de la diferencia entre el bien y el mal.

En un determinado momento usted dice: «Sabemos que Dios nunca es cruel con nosotros, independientemente de lo que suceda. Dios no es como un superior que nos abandona o se niega a apoyar nuestros esfuerzos, que nos da la espalda. Dios está siempre con nosotros, convirtiendo nuestro sufrimiento en algo bueno, uniéndolo al sufrimiento y la muerte de Jesús. Dios siempre escucha, sobre todo cuando está en silencio». ¿Es esta creencia firme en un Dios bueno lo que le ayudó a seguir adelante? ¿El hecho de creer que, a pesar de que usted era inocente, no era Dios el que estaba siendo cruel con usted, sino que estaba permitiendo que todo sucediera por una razón?

Sí, creo que ciertamente es una dimensión de la misma. Pero para alguien que cree en Cristo y en su promesa de que volverá, habrá un juicio último. La mística inglesa Juliana de Norwich expresó la creencia de que, en última instancia, todo irá bien, que las cosas se equilibrarán. Es un gran consuelo.

Otro consuelo fue el golpe terrible que supuso que me declararan culpable, un golpe peor cuando el Tribunal Supremo de Victoria sentenció en mi contra; una decisión extraordinaria en cualquier sentido. Realmente consideré muy en serio no seguir con la apelación. Entonces pensé que si los jueces estaban cerrando filas y tomando decisiones estúpidas y profundamente erradas, a mis amigos les costaría mucho recaudar el dinero para poder seguir adelante, hacer ese esfuerzo. Iba a ser una farsa carísima, era mejor que lo dejara.

Personas buenas me convencieron de que no lo hiciera, especialmente el alcaide de la prisión. No lo sé, no habría necesitado mucha persuasión. Para un cristiano es un gran consuelo creer en el perdón de Dios, pero también creer que el juicio realmente importante es el que tiene que venir. Tu reputación, tu honor y el daño a la Iglesia… yo era muy consciente de esas dimensiones, y esta es una de las razones por las que me alegró ser absuelto.

Sí, usted dice en el diario: «Necesitamos a Dios en la próxima vida para enderezar esas cosas», una referencia a la injusticia contra los inocentes. 

Creo que es un gran argumento para el teísmo, porque, en última instancia, hay mucha gente en esta vida que no recibe justicia, si bien todos son bendecidos de alguna manera. Muchos son bendecidos de maneras que tal vez no consiga ver. Pero, de igual modo, hay mucha gente que sufre. Piense en todos los esclavos, toda la gente que es maltratada, la esclavitud moderna y, claro está, la del pasado. Dios equilibrará todo esto en la próxima vida.

¿Le ayudó a seguir adelante este concepto de la justicia de Dios?

Es una de las cosas que lo hizo. Mi fe cristiana y católica me ayudó a seguir adelante.

En otro momento usted escribe: «Creo en la providencia de Dios. Nunca elegí esta situación e intenté evitarla, pero aquí estoy y debo esforzarme en hacer la voluntad de Dios».

Recientemente he dado una charla a un grupo de seminaristas. Solo hice tres puntualizaciones y una de ellas, el primer punto, fue precisamente este: aceptar que estamos donde estamos. Me gustaría estar en otro lugar. Ojalá esto no hubiera pasado. Desearía que no hubiera habido escándalos de pedofilia, me gustaría que hubieran sido gestionados mejor, pero no ha sido así. Desearía que la situación de la Iglesia fuera distinta, pero no lo es. Por lo tanto, este es el primer paso: darse cuenta de dónde estamos y aceptarlo.

En otra entrada, usted dice: «Otro domingo sin Eucaristía». ¿Cómo compensó eso, no solo no poder recibir la eucaristía, sino también no poder celebrar la misa?

Bueno, sabía que Dios seguía conmigo. Sabía que podía llegar a Él por medio de la oración. Tuve mañanas de domingo extraordinarias desde el punto de vista religioso. No tenía despertador, bueno, no pude tener uno que funcionara durante un tiempo. La misa, en mi país [en la televisión australiana], se transmite a las 6 de la mañana, es muy triste. No sé por qué no podemos tener una misa para los ancianos y los que están encerrados a una hora decente el domingo, pero este es otro tema. En resumen, en mi celda me levantaba para la misa. Durante seis meses vi también un servicio protestante de Australia llamado Hillsong, solo un sermón. Después veía a dos evangélicos muy capaces de Estados Unidos: Joseph Prince, de California, y Joel Osteen, de Texas.

¿Le ayudaron de alguna manera?

Algunos ciertamente lo hicieron, si bien solía hacer con regularidad alguna crítica teológica.

Sí. ¿También esta en el libro, verdad?

Sí, así es. También miraba el programa de la BBC, Songs of Praise, con el que disfrutaba mucho, disfrutaba mucho.

¿Entonces tenía televisión? 

Sí, esa fue una de las cosas. Todos los prisioneros tenían una en su celda. Supongo que me sorprendió algo este hecho. He dicho que mi tiempo en soledad fue como un retiro mundano de de doce meses porque tenía televisión, algo que no habría tenido en un retiro.

Debió tener momentos de confianza y, tal vez, de desesperación, de que tal vez no saldría de allí. ¿Pensó en ello alguna vez, de que tal vez acabaría sus días en la cárcel?

Oh no, tuve un periodo de libertad condicional de seis años. No, no había ninguna posibilidad de que eso sucediera, pero no, creo que nunca me desesperé. Claro que tienes altibajos. Durante años había llevado una vida pública bastante activa y había aprendido a no hundirme y, ciertamente, a no ser demasiado alegre u optimista. Me di cuenta de que después de haber sido declarado culpable, las consideraciones racionales no eran inevitablemente concluyentes, porque no hay duda de que, legalmente, fue un misterio que me condenaran. Un misterio aún mayor fue cuando perdí la apelación ante el Tribunal Supremo.

Creo que el fiscal era un buen hombre y creo que no se marcó ningún farol en el tribunal de apelación de Victoria, así que el único argumento que tenía es que el testigo era creíble. Estaba bajo una enorme presión. Los grupos de víctimas le acosaban cuando salía del tribunal porque creían que no había hecho bien su trabajo. Un opositor mío muy activo dijo que el caso de la fiscalía era un «maldito accidente ferroviario». Algunos de mis defensores estaban en el tribunal, rezando a la Virgen María, la Desatanudos. Mientras el pobre y anciano fiscal luchaba con confianza con su débil caso, alguien dijo: «Está funcionando, se está deshaciendo».

Sí, recuerdo que mucha gente, en esa época, pensó que la apelación iba bien, también gracias a la ayuda del fiscal. 

No creo que pudiera haber hecho mucho más, estaba limitado por las pruebas.

¿Qué piensa de su acusador ahora, y de todos aquellos que siguen convencidos de su culpabilidad? Porque sigue habiendo un pequeño grupo de personas —los he visto en Twitter y en otros lugares— que siguen siendo bastante corrosivos contra usted, siguen pensando que es culpable. ¿Qué le dice, primero de todo, al acusador?

Bueno, al acusador, que creo que deberíamos recurrir a la verdad. Si algo terrible le sucedió, se lo hizo otra persona, ciertamente no fui yo.

¿Le perdona?

Claro que sí, lo siento por él. No siento la tentación de ser tan hostil con él como con otros. Sé que esto no es del todo racional, pero sabe, no tuvo una vida fácil. Y a los que no creen que yo sea inocente, quiero decirles que miren las pruebas. Ni siquiera un testigo fiable puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Los tribunales determinaron, y las pruebas así lo exigían, que el supuesto abuso tuvo que suceder cinco o seis minutos después de misa, entre los primeros cinco y seis minutos después de misa. Durante la mayor parte del tiempo, el demandante, según su propia explicación, seguía en la procesión. No puedes estar en la procesión y sufrir abusos sexuales al mismo tiempo.

¿Qué pasa con los que han sufrido abusos y con el hecho de que los que piensan que usted es culpable tal vez fueron objeto de abusos? ¿Qué les diría?

Bien, mire, la única defensa a largo plazo para cualquiera de nosotros es la verdad. El hecho de que se hiera y se maltrate a la gente no es de ayuda si una persona inocente es condenada. Esto solo ayuda a que todo siga. Creo firmemente en los procesos justos. Creo en la justicia, y la justicia, ante todo, para los demandantes. Creo que es bastante razonable que tengan que demostrar, más allá de una duda razonable, que los crímenes contra ellos se cometieron.

Creo que he hecho mucho en este sentido a través de la Melbourne Response [Respuesta de Melbourne, un protocolo revolucionario que el entonces arzobispo George Pell estableció en 1996 para compensar a las víctimas de abuso sexual] y mi fiel implementación en Sydney, durante trece años, de Towards Healing [un documento de 1996 publicado por la Conferencia Episcopal australiana en el que se establecen los principios para gestionar los casos de abuso]. Cometimos un error táctico cuando la Comisión Real empezó: elegimos no indicar que la gran mayoría de los abusos se detuvieron a partir de principios o mediados de los 90. Habríamos acabado con el fondo del problema.

Tanto la Melbourne Response como Towards Healing se establecieron en 1996 y 1997. Spotlight, la película sobre Boston, relata incidentes de 2002. Recientemente, un amigo mío estaba en una reunión y preguntó: «¿Cuántos casos de pedofilia ha habido en su diócesis en este siglo?». El funcionario respondió: «Realmente, no creo que haya ninguno». La gente estaba totalmente asombrada. La mayoría de los australianos estarían asombrados. Tienen la tendencia a creer que la Comisión Real se ocupa de los abusos sexuales de menores que han ocurrido en estos últimos 20 ó 25 años, pero en su mayoría ocurrieron en los 80, a principios de los 90 o en los 70. Por consiguiente, no hay ninguna virtud en que te retraten peor de lo que eres.

Tenemos una amplia experiencia que ha sido muy criticada. Cuando dejé Melbourne en 2001, algunas personas me dijeron: «Hay algo que ha hecho bien y ha sido implementar la Melbourne Response». Eso era en 2001. Y fue bien acogida por la policía. La afirmación del comisionado de policía, según el cual el Melbourne Response no ha enviado nadie a la policía, es totalmente falsa.

Hay quien dice que usted ha abierto nuevos caminos con la Melbourne Response.

No creo que haya ninguna duda al respecto. El único modo de negarlo es llevar a cabo algo que otra persona ha hecho. Creo que el hombre que lo dirigía, Peter O’Callaghan, ha sido muy criticado, pero creo que era excepcional como hombre y como abogado.

Volviendo al diario, usted recuerda el contenido de algunas de las cartas que recibió. ¿Hay algo que quiera mencionar especialmente al respecto? ¿Alguna que le haya animado?

Bueno, me sentí muy animado al recibir mensajes de apoyo del papa Francisco y del papa Benedicto. Creo que ambos demostraron gran respeto por el debido proceso, los debidos procesos legales en Australia, aunque dejaron claro que me apoyaban. El cardenal [Pietro] Parolin también. También recibí mensajes de amigos de los que no había tenido noticias en 20, 30 y 40 años, y eso fue  también de gran ayuda.

Una de las cartas que usted menciona en su libro es de una mujer que afirmaba sentir la presencia del mal en el jurado, en la sala del tribunal. Usted escribió que no lo sintió. ¿Sintió, sin embargo, que se estaba librando una batalla espiritual?

Sí. Bien, indudablemente, todo lo que rodea la pedofilia es malvado. Es un cáncer, y la Iglesia se ha debilitado mucho por ello. Pero creo que, en muchos aspectos, hemos extirpado el cáncer. Ahora, tan cierto como esto, creo que fuerzas equivocadas y un celo muy ciego se encargaron, con el fin de atacar a la Iglesia católica -un poco como una turba enardecida-, de buscar un chivo expiatorio. Me han dicho que muchas personas lo han dicho públicamente, incluyendo uno de mis críticos más conocidos (también se ha pronunciado varias veces sobre si soy culpable o no); pero una de las cosas que dijo a un grupo -un amigo mío estaba justo a su lado- fue: «Vale, bien, tal vez no sea culpable, pero la Iglesia se merece recibir una paliza. Los líderes de la Iglesia se merecen ser castigados por ello». Supongo que yo era el clásico chivo expiatorio.

También habla de un mensaje que le envió la Virgen a través de una vidente llamada Christina Gallagher. Escribió que Nuestra Señora le había dicho que «la razón por la que el poder de las tinieblas le ha cubierto» con «acusaciones falsas» era el trabajo que usted estaba llevando a cabo para «corregir las malversaciones financieras y la mala conducta sexual en el Vaticano». Usted escribe que no hay pruebas de esa conexión, pero no descarta la posibilidad; también dice que un obispo debe respetar estas afirmaciones pero debe mantenerse profundamente escéptico. Los últimos acontecimientos sobre estas afirmaciones, ¿le han convencido sobre la veracidad o menos de dichas declaraciones?

Bueno, no estoy convencido de que estás afirmaciones sean verdad, pero ciertamente hay más pruebas que sugieren que puedan ser más verdad ahora que cuando las escribí [en el diario], pero el jurado sigue reunido.

¿Aún no hay pruebas reales?

No he dicho esto. No hay pruebas concluyentes. Solo hay pruebas. Según la prensa, uno de los monseñores acusados alegó que el dinero había salido del Vaticano para arruinarme, pero eso es de dominio público. Tal vez esté equivocado, o el informe sea erróneo, pero es de dominio público.

Tendremos que esperar al Tribunal del Vaticano para saberlo con toda seguridad.

Sí, hay un juicio, se ha prometido un juicio, un juicio justo, pero creo que hay indicios de que las investigaciones siguen en marcha en Australia. Es la policía de Victoria la que dijo que ha dejado de investigar. Es muy interesante lo que se alegó informalmente, que el dinero salió, pero para las partes inocentes, que el dinero salió. Ahora, esto no quiere decir que otras agencias federales de Australia no estén aún investigándolo: no estoy seguro de si lo están haciendo o no. Pero no han dicho que no lo estén.

En su libro usted menciona a santo Tomás Moro.

Sí, lo hago.

¿Su ejemplo y rezar pidiendo su intercesión le han ayudado mucho? 

Siempre lo he admirado y seguido. Creo que en esa época, mi tentación inicial, mi instinto inicial era más como el obispo John Fisher que Moro, porque Moro era un abogado y Fisher escribió en secreto al emperador español y le dijo que cumpliera con su deber. Creo que lo que quiso decir con eso fue que viniera y limpiara el lugar militarmente.

Pero me consoló una oración de un sacerdote italiano [el padre Dolindo Ruotolo, un sacerdote napolitano que murió en 1970] que unas personas me enviaron, y que reza así: No debes hacer nada y dejar todo en manos de Dios. Ahora bien, la traducción en inglés, y esto está en el diario, creo que va más lejos en esa dirección que el original italiano, pero a pesar de todo la dirección es clara: debemos ser inertes, dóciles, no hacer nada. Y Moro me consoló porque utilizó cualquier estrategia legal que conocía para mantenerse alejado de los problemas, y creo que yo tenía derecho a hacer lo mismo. Sentí, en nombre de la Iglesia y en el mío propio, que tenía la obligación de hacerlo.

Aparte de tener televisión, también podía leer libros. ¿Tenía libros?

Se permitían seis libros y seis revistas que se podían cambiar.

He observado que usted veía deporte, y cuando Inglaterra le dio una paliza a Australia en un partido de cricket, usted dijo que tenía la intención de explicarle a un sacerdote inglés amigo suyo que «la vergüenza de estar en la cárcel es menor que la vergüenza de una tal aniquilación en manos del «viejo enemigo»». Debe haber sido un golpe duro. ¿Fue un momento duro?

[Risas] No realmente, pero disfruté escribiéndolo. Es una tontería.

El diario parece un retiro espiritual en muchos sentidos. Usted ha dicho que lo es un poco. ¿Le gustaría que se utilizara en los retiros? 

Mi primera esperanza es que sea de ayuda religiosa para las personas. ¿Cómo? No soy yo quién debe decidir cómo debe hacerse.

¿Habrá otros?

Sí, otros dos.

¿Habla en estos volúmenes sobre la crisis actual de la Iglesia, sobre todo en lo que atañe a la doctrina, la división y el énfasis de lo temporal sobre lo espiritual?

Hasta un cierto punto, sí. No he buscado problemas. Cuando los ves, sacas tus propias conclusiones. Una cosa es tener tus puntos de vista; otra es lo útil que pueda ser publicarlos.

Usted también habla sobre la renuncia papal y la necesidad de tener protocolos claros en el caso de que haya, en un futuro, más papas que renuncien. ¿Por qué ha sentido la necesidad de expresar su punto de vista sobre esta cuestión?

Bueno, porque tal vez estemos entrando en una nueva era en la que muchos papas podrían renunciar.

Usted dice que «no debemos ser descuidados».

He mencionado esta idea a una serie de personas, no demasiadas porque no suman los dedos de mis dos manos; y una cosa que me ha sorprendido es que, a lo largo del espectro teológico, hay un apoyo abrumador, no necesariamente para esos protocolos particulares propuestos. La respuesta ha sido asombrosa porque con las divisiones doctrinales que están surgiendo y ya han surgido, la unidad de la Iglesia sigue siendo un logro magnífico, que a menudo damos por descontado. Los ortodoxos ni siquiera consiguieron reunir a todas sus jerarquías nacionales para un breve intento de concilio.

Publicado por Edward Pentin en el National Catholic Register.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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Comentarios
2 comentarios en “Pell: «Me sentí muy animado al recibir mensajes de apoyo del Papa Francisco y del Papa Benedicto»
  1. Dios mío!!! Belzunegui,nada te llena,nada bueno ves en el Papa,ni siquiera lo que dice el propio Cardenal Pell,a todo le buscas las vueltas,ser más sencillo no te iría mal,podrías gozar de alguna alegría que otra.Siempre tienes tormenta en tu corazón,me pregunto que buscas?,con esa actitud,y la verdad no lo entiendo.Pero me sabe mal por ti.Voy a pedirle al Corazón Inmaculado de María,que te consuele.

  2. Cual es la edad del cardenal Pell? No conozco un obispo o cardenal que a esa edad lo vuelvan a nombrar en cargos de responsabilidad. El Papa ya lo recibió en audiencia privada y nunca lo privó del cardenal ató ni de sus funciones.

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