Daniel Pajuelo, sacerdote ‘youtuber’, entrevistado en Religión Digital, asegura que “lo que más” le preocupa es “la continua identificación de la derecha con la iglesia católica”. Puedo entender que le preocupe, como a mí me preocupa la banalización del mensaje cristiano; algo peor entiendo que sea lo que más le preocupe a un sacerdote.
Y en realidad esa ‘identificación’ que tanto preocupa a Pajuelo es bastante sencilla de entender, basta un rápido vistazo a la historia para entenderlo. Porque en esa simplista, desfasada y plana taxonomía política, que tantísimos matices niega a las ideologías y a las tendencias que no son de izquierdas, la izquierda nació contra la Iglesia.
Contra la religión en general, pero muy especialmente contra la Iglesia Católica. Durante mucho tiempo, era en vano que un católico se definiera de izquierdas, porque de cualquier manera la izquierda quería deshacerse de los católicos. Los ejemplos no son meramente abundantes, sino constantes, desde China a Cuba, desde la Unión Soviética a Vietnam, los regímenes de izquierdas han masacrado a más fieles y destruido más huellas de la cultura cristiana que cualquier otro poder a lo largo de la historia, incluidos los más sanguinarios emperadores romanos.
Así que no ha sido tanto que los católicos buscaran identificarse con la derecha como que han sido arrinconados allí por la propia izquierda. No es una opinión, es un hecho. Y en España tenemos relativamente fresco el tiempo en que llevar una medalla o ser reconocido como católico conllevaba la muerte “por fascista”. Es un poco injusto, creo, que la izquierda te persiga y te expulse de sus filas a punta de pistola y quejarte luego de que los católicos se hacen de derechas.
Hoy, por lo demás, el caso es el inverso, al menos en la Iglesia ‘oficial’, la jerárquica, la institucional, muy especialmente la que gobierna un Papa que empezó su pontificado declarándose ‘de izquierdas’ -«Jamás he sido de derechas»- en La Civiltà Cattolica. Hoy apenas hay causa de izquierdas -por decirlo de alguna manera- que no abrace con entusiasmo el alto clero, desde la condena del soberanismo a la ecología de estricta observancia.
El problema es que la izquierda inició su andadura por este mundo como una teoría materialista, y en oposición abierta y declarada contra la Iglesia. Ciertamente, la izquierda procede de algún modo del Cristianismo, por aquello de que lo peor es la corrupción de lo mejor, pero le ha quitado su base, su razón de ser, al negar la transcendencia.
Y, de hecho, el abrazo entusiasta de la Iglesia no solo a la izquierda -si aún tiene algún sentido este término-, sino a la ideología dominante en el siglo, que aunque le pese a Pajuelo y a otros es defendida con entusiasmo por los más ricos y poderosos de este mundo, está llevando a un ocultamiento de las realidades sobrenaturales que vacía de sentido tanto activismo parroquial.
No es casual que este abrazo coincida con una crisis de la Iglesia perfectamente medible de la única manera que nos permite un análisis objetivo, con el número de fieles, sobre todo allí donde más entusiasta es la entrega a “lo moderno”, tal como lo define la gentilidad.
Es la Iglesia de los curas de Tik-tok, la que por “mantenerse relevante” recurre a los medios más frívolos e insustanciales, creyendo que así “llegan” a los fieles. Los resultados no son demasiado prometedores.
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