Debate en Francia sobre la eucaristía

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El pasado 22 de noviembre Jean-Marie Guénois publicaba, en su rúbrica semanal en Le Figaro, un artículo titulado “Del simple laico hasta el más alto nivel de la Iglesia, las divergencias sobre el carácter sagrado de la Misa” en el que, tras exponer el estado de la cuestión del pulso entre el gobierno francés y la Iglesia a propósito de las restricciones al culto católico, escribía:

“Pero hay una división más profunda en la Iglesia. No es táctica, sino teológica. Se trata de la fe en la «Eucaristía», es decir, sobre la hostia consagrada dada en la comunión.

Los católicos – aunque como podemos constatar a propósito de esta crisis, no todos lo creen realmente – son junto con los ortodoxos y algunos protestantes luteranos los únicos que creen en la «presencia real». Es decir, en la «presencia de Cristo» bajo las «especies consagradas» del pan y el vino consagradas por el sacerdote en la misa. Son estas «hostias consagradas» las que se dan como alimento en la comunión y que luego se guardan en el sagrario. Según su fe, la «Eucaristía» es «Dios que está presente».

Un obispo que está muy familiarizado con los debates internos dentro del episcopado relativos a la petición o no, por parte de la Iglesia católica, del retorno de las misas públicas ante el Consejo de Estado, o en relación a qué postura tomar ante las manifestaciones que pedían el restablecimiento del culto público, dijo estar “dolorosamente” sorprendido al constatar “una fe católica eucarística teológicamente divergente” incluso entre los obispos. Un estado de cosas que refleja un debate tabú en la Iglesia Católica: una parte de los teólogos, sacerdotes, obispos y algunos cardenales han adoptado las tesis del protestantismo, que considera la «presencia» eucarística de Cristo como «simbólica» y no «real». Y por lo tanto no lo suficientemente «sagrada» como para luchar por ella.

La gran sorpresa en este asunto llegó desde Roma esta semana. Y de un futuro cardenal, elegido por el Papa Francisco para dirigir el importante Sínodo de los Obispos. A mediados de noviembre, tachó a los que se quejaban de no poder asistir a misa de «analfabetismo espiritual» en la revista jesuita de renombre mundial, La Civilta Cattolica. Y pidió a la Iglesia que aprovechara esta crisis para romper con una pastoral que pretende «llevar a los sacramentos» para pasar «a través de los sacramentos, a la vida cristiana».

Un cardenal muy cercano al Papa, relativizando la importancia de la Misa… Estas palabras han sorprendido a muchos obispos, pero no a todos. Una parte de la Iglesia Católica duda sobre la fe eucarística, que sin embargo es uno de sus fundamentos.”

El arzobispo de París, Mons. Aupetit, en una emisión de Radio Notre-Dame, reaccionaba a la polémica suscitada por el artículo de Guénois afirmando en relación a los obispos de Francia que “lo que nos une es mucho más importante que lo que nos divide«, y calificando el artículo de Jean-Marie Guénois como «miserable«, ni «honesto» ni serio, añadiendo que «Me recuerda a la serpiente de la Biblia que viene a sembrar sospechas para dividirnos«.

La intervención del arzobispo de París, por su parte, ha provocado la réplica del periodista y escritor Jean-Pierre Maugendre, quien en Riposte Catholique le dedica una carta abierta en la que se puede leer lo siguiente:

“Monseñor,

[…] Escuché atentamente su participación radiofónica en Radio Notre-Dame con «Marie-Ange» de este viernes 26 de noviembre. Confieso que me conmovió profundamente.

En ella usted lanza un ataque extremadamente violento contra un «periodista supuestamente bien informado» en el que todo el mundo habrá reconocido a Jean-Marie Guénois, columnista religioso de Le Figaro, en relación a un artículo publicado el lunes anterior en el que observaba una «profunda división en la Iglesia» consecuencia, según él, de grandes divergencias teológicas sobre la Eucaristía.

Por el contrario usted insistió en la unidad del episcopado francés: «Lo que nos une es mucho más importante que lo que nos divide«, calificando el texto de Jean-Marie Guénois como «miserable» y «deshonesto» y acusando finalmente al propio autor de ser como el diablo: «Me recuerda a la serpiente de la Biblia que viene a sembrar sospechas para dividirnos«.

No es muy frecuente que un pastor use un lenguaje tan violento para referirse a uno de sus fieles.

Independientemente de lo que se piense de los juicios de Jean-Marie Guénois, él no es una persona «miserable». Presente en Roma durante 10 años – de 1989 a 1998 -, donde fundó la agencia de prensa I.Media y colaboró con la revista 30 Giorni, ha sido jefe del servicio de religión del diario La Croix durante 10 años y ha presentado varios programas de “El Día del Señor”. Anteriormente corresponsal en el Vaticano, actualmente es redactor jefe adjunto encargado de la información religiosa de Le Figaro, donde dirige una carta semanal: “Dieu seul le sait”. Es consultor de RTL y periodista de “L’Esprit des lettres” en KTO.(…)

En cuanto al fondo, me parece que Jean-Marie Guénois se limita, por ahora, a señalar una realidad que todo el mundo puede observar. Frente a las medidas para prohibir o restringir la libertad de culto, las actitudes de los obispos han sido muy diferentes. Algunos han presentado denuncias ante el Consejo de Estado, mientras que otros pedían someterse a las imposiciones gubernamentales y a continuar el diálogo con las autoridades civiles. Para el domingo 29 de noviembre algunos instaron a sus fieles a asistir a misa y a no rechazar a nadie, pidiendo incluso que les fueran impuestas a ellos mismos las eventuales multas, mientras que otros pedían un estricto respeto de la ley y, por tanto, la limitación a treinta personas por misa.

Como periodista honesto, Jean-Marie Guénois trata de entender las razones de estas diferentes posiciones que no pueden reducirse a diferencias de temperamento. Citando a un obispo anónimo, evoca «una fe católica eucarística teológicamente divergente«. Usted afirma que este obispo no existe, tratando formalmente a Jean-Marie Guénois de mentiroso. En los últimos veinte años no siempre he compartido los juicios y análisis de Jean-Marie Guénois, pero siempre me ha llamado la atención su moderación y honestidad. Desacreditar a un periodista católico que ha pasado treinta años de su vida defendiendo a la Iglesia es una actitud escandalosa de su parte.

Ignoro quién fue el obispo que habló con Jean-Marie Guénois. No tengo motivos para dudar de su existencia porque la realidad que denuncia salta a la vista.

En pocas palabras, digamos que se enfrentan dos concepciones irreconciliables de la Eucaristía. La concepción tradicional así formulada en el catecismo de San Pío X:

«El sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios con cuatro propósitos:

  1. para devolverle el honor que se le debe;
  2. para agradecerle sus bendiciones;
  3. para apaciguarlo y darle la debida satisfacción por nuestros pecados;
  4. para obtener todas las gracias que nos son necesarias».

La concepción moderna, por no decir modernista, era así formulada en la versión inicial de la Institutio generalis que presentaba el nuevo Misal Romano en 1969, en su artículo 7: “La Cena dominical es la sagrada synaxis o asamblea del pueblo de Dios que se reúne bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor. Por esta razón la promesa de Cristo es eminentemente válida para la asamblea local de la santa Iglesia: “allí donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo XVIII, 20)”. Presencia real, ciertamente, pero no sustancial. Esta nueva definición de la Misa, aunque fue rectificada, ha calado hasta tal punto los espíritus que algunos obispos, durante el confinamiento, tuvieron que recordar a sus sacerdotes que debían celebrar su Misa todos los días, incluso sin asistencia de fieles.

Lo que le da valor irremplazable a la Misa no es su dimensión de asamblea comunitaria, sino que Dios está presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¿Cómo no ver en los términos escogidos por algunos obispos para denunciar las manifestaciones en favor de la libertad de culto e invitar a sustituir la asistencia física a la misa por la oración en familia o los actos de caridad su adhesión a esta segunda y heterodoxa definición de la misa?

Usted acusa a Jean-Marie Guénois de intentar dividir. En una entrevista anterior usted se presentó como «garante de la unidad«. El obispo que antes era «garante de la fe» se ha convertido ahora en «garante de la unidad«. Hay más que un matiz aquí. Este cambio de paradigma tiene consecuencias vertiginosas. El obispo como garante de la fe es el depositario de lo que ha recibido de la Iglesia. Esto es precisamente lo que nos recuerda la constitución conciliar Lumen Gentium: “Entre los principales oficios de los Obispos se destaca la predicación del Evangelio. Porque los Obispos son los pregoneros de la fe (…) que predican al pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de ser creída y ha de ser aplicada a la vida” (§25). Esta fe es la adhesión a un depósito revelado que, por su naturaleza, no puede cambiar. Ser el garante de la unidad es otra cosa. Es, en un momento particular, asegurar la unidad de la comunidad eclesial en torno a la verdad del momento, definida juntamente con la luz de los «signos de los tiempos» (Gaudium et spes §4).

Esta posición es objetivamente frágil. La unidad en el error o en el pecado no es un bien. Notemos que es toda la pastoral sacramental la que se ve afectada por este cambio de perspectiva. Así, en la moderna pastoral del bautismo ya no se trata tanto de borrar el pecado original del bautizado – verdad de fe – como de acoger a un nuevo miembro en la comunidad cristiana. Es inevitable pensar en la herejía modernista denunciada por San Pío X en su encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907). Los sacramentos ya no son «signos sensibles y eficaces de la gracia» (Catecismo de San Pío X), sino que se convierten, como denunciaba San Pío X, en «puros símbolos o signos; aunque no destituidos de fuerza» (Pascendi §20). Una comunidad «vuelta hacia el Señor» (Mons. Gamber) en la que la fidelidad al mensaje recibido del Señor es la prioridad, da paso a una comunidad centrada en sí misma para la que la unidad se convierte en un objetivo en sí misma. No es para defender esta unidad para lo que usted fue ordenado y para lo que dispone de una autoridad que yo me guardaré bien de discutir.

Deseándole una santa entrada en el Adviento, le pido que acepte, Monseñor, la expresión de mi fiel y respetuosa devoción in Christo.”

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Comentarios
6 comentarios en “Debate en Francia sobre la eucaristía
  1. Quién no cree en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, no es católico, que haga las maletas, se vaya a otra religión, o que forme una secta, pero que deje de engañarse y engañar. Sencillamente no es católico.

    1. La revista La Croix fue muy poco ortodoxa. No sé ahora.
      Mons Aupetit fue uno de los obispos que se enfrente muy fuerte al gobierno frances por sus absurdas restricciones al numero de fieles que puedan asistir a misa.
      Pienso que es un muy buen obispo.

  2. Es verdad, afortunadamente, que es más lo que une que los que separa tal como dice el Arzobispo de París, porque es sencillamente definitivo : la Presencia de Jesús, vivo, real, que conforta permaneciendo al lado de su Iglesia hasta el fin del mundo, Él es Nuestro Salvador que hace imposible el objetico de sus enemigos añ que vencerá en la más gloriosa de las vistorias. la del Bien sobre el Mal.

  3. ¡¡¡ Cantemos al Amor de los Amores, cantemos al Señor, Dios esta aquí ,venir adoradores adoremos a Cristo redentor!!!. Con todas mis miserias, todos mis cabreos y todas mis penas, no hay momento mas feliz que cuando me traen la comunión.

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