Cardenal Eijk: «Acabar con la vida no es un medio moralmente lícito para acabar con el sufrimiento»

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(NCR)- La propuesta para ampliar su práctica a niños de 1 a 12 años es el último episodio de esa danza con la muerte en la que el país se halla inmerso desde hace 40 años.

 Nota del editor: Países Bajos ya ha legalizado la eutanasia para niños mayores de 12 años. Ahora, el gobierno intenta su aprobación para menores enfermos entre 1 y 12 años, sin castigo ni pena, cumpliendo ciertos requisitos como, por ejemplo, la insuficiencia de los cuidados paliativos.

En este comentario, escrito como una recomendación bioética para la Conferencia Episcopal Holandesa y publicado por el Register, el Cardenal Willem Eijk, de Utrecht, exmédico y miembro de la Pontificia Academia para la Vida, hace una severa advertencia para que el gobierno no apruebe la ley.

La Ley de Eutanasia de los Países Bajos prevé que el médico que aplique la eutanasia, o asista al suicidio, no pueda ser encausado y condenado si cumple una serie de requisitos médicos. Debe verificar que se trate de una petición voluntaria y continuada en el tiempo. Además, el sufrimiento del paciente es intratable y es insoportable. Intratable significa que no hay tratamiento alternativo para reducir el sufrimiento. Cuán insoportables es el sufrimiento es algo que el propio paciente debe indicar.

La Ley de la Eutanasia se puede aplicar a niños a partir de los 12 años. Entre los 12 y los 16 se requiere el consentimiento paterno. Entre los 16 y los 18 los padres deben ser informados, aunque no se requiere su consentimiento.

En el caso de los no nacidos, interrumpir un embarazo y, por tanto, la vida del niño, es posible, según la Ley del Aborto, hasta la semana 24 del embarazo, momento en el que la vida del niño ya es viable fuera del vientre materno.

Es más, existe una normativa nacional (Aanwijzingsbesluit betreffende late abortus en levensbeëindiging bij pasgeborenen), que, bajo ciertas condiciones, permite el aborto más allá de las 24 semanas. Esta misma ley también contempla la posibilidad de terminar activamente, hasta el primer año de edad, con la vida de niños afectos de enfermedades graves o discapacidades.

Sin embargo, no existe ninguna ley que posibilite acabar con la vida de niños de 1 a 12 años. El gobierno encargó una investigación al respecto. El informe resultante de dicha investigación recomienda la mejora de los cuidados paliativos y la promoción de los cuidados paliativos en los niños entre 1 y 12 años (y sus padres). Con buenos cuidados paliativos, el sufrimiento puede tratarse adecuadamente en la mayoría de los casos. Sin embargo, el informe afirma que quizás en unos cinco o diez casos por año, los cuidados paliativos podrían resultar insuficientes. Se trata de niños con graves patologías y que morirán en un futuro cercano. En estos casos, se debe habilitar la posibilidad de que los pediatras puedan poner fin a la vida de estos niños, sin ser por ello encausados y procesados.

El 13 de octubre, el ministro de Sanidad, Hugo de Jonge, envió una carta a la Cámara de Representantes, en la que también figuraba el nombre del ministro de justicia y seguridad. En ella anunciaba que, con el asesoramiento de la Fiscalía General y los profesionales (pediatras), redactará una nueva normativa para que los pediatras que apliquen la eutanasia o pongan fin a la vida de menores que tengan un sufrimiento intratable e insoportable, o que se espera que mueran en un futuro cercano, no sea punible en determinadas condiciones.

La idea que subyace a este reglamento es la misma que en la de la Ley de Eutanasia y en las instrucciones sobre el enjuiciamiento por causa de la interrupción tardía del embarazo y terminar con la vida de los recién nacidos. Se considerará que el médico que cumpla con los requisitos establecidos ha actuado por fuerza mayor (artículo 40 del Código Penal). Aquí, la fuerza mayor es un conflicto entre el deber del médico de proteger y preservar la vida del paciente en la medida de lo posible y su deber de mostrar misericordia y reducir, o eliminar, el sufrimiento del paciente. Si esto último solo es posible poniendo fin a la vida, se considerará que el pediatra actúa por fuerza mayor, y, por tanto, no será punible. La eutanasia, o fin de la vida, sigue siendo algo punible en sí mismo. El nuevo reglamento que se diseñará, al igual que la Ley de Eutanasia y la normativa legal para la interrupción tardía del embarazo y terminar con la vida de los recién nacidos, definirá una cierta impunidad para la actuación del pediatra.

Si todo se dispone de este modo, entonces un médico podría poner fin a la vida humana desde su concepción y en cualquier momento de la vida sin consecuencias legales. El círculo se habrá cerrado. Sin embargo, la vida humana es un valor supremo desde su concepción. Por tanto, su valor no puede menguar bajo ninguna circunstancia, como un sufrimiento grave por enfermedad o discapacidad, ni siquiera en el caso de los niños. Por ello, acabar con la vida no es un medio moralmente lícito para acabar con el sufrimiento.

Por supuesto, los médicos deben actuar para reducir el sufrimiento del menor. El gobierno recomienda, de forma prioritaria, los cuidados paliativos. Se trata de un cuidado integral, dirigido a todas las facetas del menor: médica, psicológica y pastoral. La provisión de esta atención por parte de pediatras, enfermeras, pastores, familiares y voluntarios hasta el fin natural de la vida se tipifica como deber moral en Samaritanus Bonus (6), un documento sobre la eutanasia emitido por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 14 de julio de este año. El borrador de la nueva normativa anunciada por el ministro De Jonge plantea la siguiente pregunta: la creación de oportunidades para acabar activamente con la vida de los niños ¿no desalentará la mejora y aplicación de los cuidados paliativos porque se considerará que terminar activamente con la vida puede ser una solución más eficaz?

Es necesario señalar, además, la resbaladiza pendiente existente en lo relativo a la discusión sobre la eutanasia en Holanda. A principios de la década de 1980, la eutanasia en la fase terminal de una enfermedad física se consideraba aceptable. Más tarde, también antes de la fase terminal. En la década de 1990, la eutanasia también se aplicó a los trastornos psiquiátricos y la demencia. Desde principios de este siglo en adelante, se empezó a aplicar a los recién nacidos con discapacidad (niños desde el nacimiento hasta el año de edad). Y con la nueva propuesta, próximamente, también se aplicará a niños de 1 a 12 años.

Aquellos que, por causa del sufrimiento, deciden acabar con la vida obvian el supremo valor de la vida. Como resultado, uno se enfrentará una y otra vez con la pregunta de si no debería permitirse también terminar la vida con una forma menor de sufrimiento. La historia del debate sobre la eutanasia en los últimos 40 años nos muestra que los criterios para aplicar la eutanasia se han ido ampliando cada vez más. ¿No sucederá lo mismo, a largo plazo, con respecto a la eutanasia en los niños?

Brevemente: no podemos permitir que se cierre el círculo. No debemos dar este último paso, haciendo que la eutanasia sea aplicable en todas las etapas. Puede que me equivoque, pero tal vez este no sea el último paso en lo que a eutanasia se refiere; puede que lleve a muchos más.

El cardenal Willem Eijk, es arzobispo de Utrecht y primado de los Países Bajos.

Publicado por el cardenal Willem Eijk en el National Catholic Register.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.

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