Una encíclica autorreferencial

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Mirada desde fuera, desde la increencia, uno de los aspectos más llamativos de la Iglesia Católica es su extraordinaria pervivencia a lo largo de veinte siglos, viendo caer a su alrededor imperios, naciones, ideologías y dinastías, modas intelectuales y filosofías y, sobre todo, muchos enemigos que esperaban verla morir. Ayer fue la festividad de San Bruno, fundador de los cartujos, cuyo lema, Stat Crux dum volvitur orbis -la Cruz permanece mientras el mundo da vueltas- podría ser un buen resumen de este fenómeno.

Esta pervivencia, que es promesa del mismo Cristo -Non praevalebunt-, es consecuencia de un mensaje que permanece inalterado, igual a sí mismo, a lo largo de los siglos y que, en palabras del propio Maestro, no pasará cuando hayan pasado cielos y tierra, aunque su propia riqueza hace que se pueda ahondar indefinidamente en él y depurar sus enseñanzas, que es lo que hace la Iglesia con su Doctrina.

A su vez, esto significa que, para cualquier cuestión, el cristiano y, muy especialmente, el pastor puede hacer referencia a un acerbo de doctrina absolutamente apabullante de Escrituras, santos padres, doctores, santos y prelados. Y, sin embargo, se diría que últimamente todo ese océano, toda esa riqueza, fuera más rémora que tesoro, y que la Iglesia hubiera empezado su andadura en los sesenta del pasado siglo.

En el caso de la recién publicada tercera encíclica de Francisco, Fratelli tutti, esa impresión se hace especialmente evidente. No entraré -o no demasiado- en su contenido, y me centraré solo en sus referencias, en sus citas. Pues bien, el sesenta por ciento de las citas contenidas en la encíclica se refieren a un solo autor: el propio Francisco.

Esto sería llamativo en cualquiera, especialmente teniendo en cuenta el inagotable fondo de que dispone nuestra Iglesia y del que hablábamos arriba, pero quizá sea aún más desconcertante en un pontífice que ha denostado en numerosas ocasiones la ‘autorreferencialidad’ en la Iglesia.

Una bibliotecaria católica norteamericana, Sharon Kabel, ha analizado la encíclica y elaborado sobre ella un interesante gráfico con la autoría de las 288 citas no bíblicas presentes en la encíclica, divididas en cuatro secciones: documentos del magisterio de la Iglesia, santos, figuras públicas y el propio Francisco más notas editoriales. Como puede apreciarse, las referencias que hace Francisco a Francisco superan con mucho cualesquiera otras.

Pero es igualmente curioso que tanto entre los santos como entre los autores de documentos magisteriales, los más citados sean igualmente especialmente cercanos en el tiempo, como San Juan Pablo II, Pablo VI, Benedicto XVI o el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.

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Comentarios
12 comentarios en “Una encíclica autorreferencial
  1. Igualdad libertad fraternidad era el lema con que destriparon a hombres mujeres y niños martires en el genocidio de La Vendee en Francia durante la revolucion francesa.

  2. Desde el punto de vista de la investigación académica, lo que revela la autocita es que uno piensa que está estableciendo la investigación sobre nuevas bases que hacen la autocita más valiosa que el conocimiento anterior. Lo que viene a corroborar lo que dice aquí don Carlos, que la jerarquía de esta Iglesia, empezando por su cabeza, piensan que están haciendo algo nuevo (y mejor). Advierto que, en el ámbito de la investigación lo que se produce no es un verdadero avance en el conocimiento, la autocita revela un narcisismo y una falta de decoro y educación a cuyo autor rehúyen los investigadores serios. Se está produciendo como una especie de corte entre los hombres de Iglesia serios y los chisgarabís que está decantando el futuro de la misma.

  3. Y si se escuchan las homilías de muchos obispos y sacerdotes, la inmensa mayoría de sus citas son de Francisco o comienzan en el Vaticano II y sus posteriores pontífices. Y esto empieza en los seminarios, en los que ya prácticamente no se enseña a Sto. Tomás ni el Magisterio Pontificio precedente al último Concilio, ni a los santos de otros siglos. Para muchos, parece como si la Teología debiera empezar en 1962.

    1. Es el simio de Dios en cuanto a que imita todo lo que hace (como lo haría un simio) para intentar ridiculizarle o confundir a sus seguidores.

  4. Yo no me he leido la inciclica ni pienso hacerlo. Simplemente me ha llamado la atención una frase: «Aun san Agustín, quien forjó una idea de la “guerra justa” que hoy ya no sostenemos, dijo que «dar muerte a la guerra con la palabra, y alcanzar y conseguir la paz con la paz y no con la guerra, es mayor gloria que darla a los hombres con la espada». Es el 242 de la bibliografía. ¿En serio? San Agustin consideraba que toda guerra es malvada y que atacar y saquear a otros estados es injusto, pero aceptaba que existe una «guerra justa» librada por una causa justa, cómo defender el Estado de una agresión o restaurar la paz sí bien hay que recurrir a ella con remordimientos y como último recurso. Vamos, lo que es la doctrina catolica de toda la vida. Al igual que el tema de la pena de muerte. ¿Quiere decir que Dios es malo? Porque aplica tanto la guerra justa como la pena de muerte (esta última incluso en el Nuevo Testamento)¿La guerra contra Hitler fue injusta? ¿Y Lepanto? Vaya tela…

  5. XXX: Si dices que la Iglesia es Católica, que es lo mismo que universal, nadie te va a llamar masón porque por mucha vocación de universalidad que la Iglesia tenga es evidente que gran parte del mundo no es católico. También los musulmanes tienen vocación universal pero hay unas ciertas exigencias para ser musulmán que si no se cumplen te dejan fuera de la Umma. Me parece muy normal que un musulmán me deje a mí fuera de la Comunidad de Creyentes (Umma), me preocuparía más si se empeñaran a toda costa que tenía que pertenecer a ella.
    La fraternidad universal, sin embargo, no tiene condicionante alguno y por lo tanto es una palabra retórica, vacía de contenido y sin nada que lo sustente de manera que no hay manera de librarse de ella.

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