Los cristianos, ¿tenemos “que alimentar en el mundo la esperanza utópica de que un mundo nuevo es posible, que está ya naciendo, lo que pasa es que no lo vemos mucho”, como dice Cristóbal López, arzobispo de Rabat?
No. En absoluto. Para nada. Aún no hemos dejado demasiado atrás el Siglo XX, cuando se experimentó con tanta utopía que tiñó el planeta de sangre, que no por caso ‘utopía’ significa ‘no lugar’, por definirlo imposible. Y el intento de imponer lo imposible es siempre un mar de sangre y un desierto de miseria.
La Iglesia solía ser realista. Por ejemplo, los primeros cristianos, como sabemos por los Hechos de los Apóstoles, vivían en comunidad teniendo todos sus bienes en común, y sin embargo la Iglesia nunca hizo el menor amago de aconsejar al Estado, o incluso de imponer a la generalidad de los cristianos, esta forma de vida que, después de todo, no duró -ni podía durar- mucho.
Siglos más tarde, seguidores fanatizados de la pobreza franciscana, los fraticelli, pretendieron universalizar su forma de vida y fueron condenados por la Iglesia.
El propio Cristo parece dejar claro que establecer el cielo en la tierra no es exactamente la misión de sus discípulos cuando dice que “los pobres estarán siempre entre vosotros”.
El realismo eclesial permitió al clero humanizar y suavizar muchas de las aristas de los peores vicios de la humanidad, como la guerra, que en lugar de condenar, reguló y limitó todo lo que pudo con sus ‘treguas de Dios’ y ‘paces de Dios’, con su doctrina de guerra justa, con su prohibición de atacar a los civiles y su mandato de permitir que los enemigos enterrasen a sus muertos y rescatasen a sus prisioneros. De haberse limitado a prohibir la guerra, la Iglesia sencillamente se hubiera vuelto irrelevante.
Cristo habla abundantemente del ‘Reino’ en contraposición a “este mundo”, en el que vivimos pero al que no pertenecemos; del que debemos ser sal, pero no tratar de convertirlo en el Cielo, porque no es nuestro destino definitivo. Debemos aspirar a las cosas de arriba, aunque eso inevitablemente suponga dejar el mundo de abajo siempre un poco mejor.
Más alejado aún de lo real es lo que dice sobre los políticos: “¿Cómo es esto de que es bueno para España y para los españoles? ¿Somos o no somos una familia? ¿Somos o no somos una humanidad, toda ella hecha entera, de hermanos y hermanas?”. Somos una humanidad, pero la humanidad está formada de naciones. La Iglesia no solo no ha tenido ningún problema con esto, sino que incluye el patriotismo, ese especial amor por la propia nación, en el Cuarto Mandamiento que nos ordena amar y honrar a nuestros padres.
Los políticos, especialmente en una democracia, representan a un pueblo concreto y tienen el deber específico de velar por sus intereses. Nadie contrataría a un administrador para que usara su patrimonio teniendo en cuenta los intereses del vecino tanto como los propios. Ninguna empresa elige a un CEO para que trabaje por el éxito de la competencia con el mismo entusiasmo que la firma que representa.
No es meramente una razón egoísta lo que dicta esta perogrullada. Es que el político español, si piensa ‘en la humanidad’ manejando el presupuesto, lo hace con un dinero que no es suyo, y para que la generosidad sea una virtud debe ser voluntaria, que es el punto en el que fallan todos esos ‘nuevos mundos’ y esas ‘brillantes utopías’: que hacer a la gente virtuosa a la fuerza es un oxímoron. Si le entrego mi cartera al atracador no estoy siendo desprendido; sencillamente, no quiero que me clave la navaja.
Otra buena razón para que el político se centre humildemente en el bien de los españoles es que no tiene jurisdicción -ni conocimientos- sobre los otros pueblos. Un gobernante es alguien que toma decisiones coercitivas. ¿Cómo imponerlas a otro país, por muy buenas que nos parezcan?
Por supuesto, el gobernante no puede ser injusto con terceros países y debe actuar siempre lealmente con todos, pero en el mismo sentido que debe hacerlo un padre de familia. El padre de familia puede ayudar a los demás, hacer voluntariado, entregarse. Pero si cree que el de fuera es su responsabilidad en idéntico sentido que un hijo suyo, se equivoca. Y si cree tener sobre otro la misma autoridad moral que sobre su hijo, también.
La intención de López es, no lo dudamos, excelente. Pero tampoco se puede negar que le sale gratis. No va a arruinar un país con sus celestiales recetas políticas, y va a quedar bien. Especialmente con el actual pontífice, que también tiende a cierta visión supralapsaria del Mundo, que si no estuviera dañado por el Pecado Original. De ahí que parezca pensar que abrir las fronteras de Europa a todos los que quieran llegar de África no va a tener efectos desastrosos, o que se puede ajustar el termostato del planeta en la temperatura adecuada, perfecta, dejando de usar combustibles fósiles, o que el Islam es una religión de paz, pese a toda una milenaria historia repleta de evidencias en contrario, y que basta firmar un papel con un representante musulmán para que reine la armonía entra ambas visiones de Dios y el mundo, o que jalear y apuntalar la autoridad de la ONU no va a suponer la imposición de un maltusianismo absolutamente incompatible con la fe católica, o que se puede aplicar una ‘nueva economía’ a base de ‘solidaridad’ y ‘crecimiento sostenible’, o que los habitantes del planeta seremos justos y benéficos gracias al pacto educativo que tanto le ocupa.
El editor americano Bill Buckley pergeñó un curioso lema a partir de una idea de Eric Voegelin: “¡No inmanenticéis el esjatón!”, que para muchos suena a chino pero que es políticamente muy sabio. Lo que quiere decir es que las peores desgracias políticas se han producido como consecuencia de intentar traer a la tierra (inmanentizar) lo que corresponde al otro mundo (esjatón o escatón). Bien está mejorarlo, sobre todo en lo que tenemos más cerca, en nuestra propia vida. Pero no olvidemos que nuestro hogar definitivo, el verdadero, no es esta supuesta ‘casa común’.
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Perfectamente dicho. Es justo lo que pensé, cuando oí las absurdas palabras de López, pero no hubiera sabido cómo explicarlo. Carlos Esteban lo expresa perfectamente
Utopía, pero sólo para esa camarilla eclesiástica de compadres, que ansían compensar el boquete interior de su repudio de la fe con una vida interesante de mando, vuelos en business y permanente exhibicionismo.
Pues si la misión del cristiano no es establecer el Cielo en la tierra en el sentido de que los Estados no se pueden regir por principios católicos, entonces no os quejeis de que pongan aborto y eutanasia. Hemos quedado en que la verdad es lo q vote el pueblo en democracia, principio liberal principal, principio por el que la mayoría elijió a Barrabás, pues supuestamente no hay ninguna obligación moral de elegir a Dios y su religion verdadera. Pues entonces os aguantais.
Querido Uno:
Nos aguantamos, por supuesto. Pero como ciudadanos que somos tenemos el mismo derecho que los demás a intentar establecer leyes que creamos justas y acordes con nuestra visión del mundo, por los medios legales: votar, manifestarnos y, por supuesto, lamentarnos ante lo que nos parezca injusto.
Así que aunque nos exhortes a no hacerlo, creo que seguiremos intentándolo. Y más en nombre de los que no tienen voz.. Exactamente igual que tú intentas por los medios legales – lo doy por hecho – crear un mundo que se parezca a lo que consideras bueno, justo o ventajoso para ti.
De eso se trata, ¿no?
PD: una reflexión un poco infantil, al margen de esto: cuando viajas en avión ¿propones una votación para elegir democráticamente al piloto? Ahí lo dejo.
Esta vez has dado en el clavo Uno.
Ya lo creo que si,Uno,estoy totalmente de acuerdo!.
Poe, no me digas que te has hecho carlista, ja ja ja ja ja, querido correligionario en Cristo Rey, muy bien.
Pero yo entiendo que este artículo no niega la voluntad de construir el reinado social de Cristo, sino que recuerda que la principal misión de la Iglesia es transcendente. Y desde luego Francisco y el obispo de Rabat se equivocan en su método. Por eso yo sí comparto el artículo de D. Carlos Esteban.
Con usted, sacerdote.
Vaya cacao de comentario. 1) Por mucho que te empeñes, el cielo no está en la tierra. 2) Oponerse al aborto y la eutanasia no se funda solo en razones religiosas. 3) Ser demócrata no significa necesariamente admitir que lo que vote el pueblo es la verdad. 4) Que haya obligación moral de elegir a Dios y su religión verdadera no tiene por qué implicar que haya que obligar legalmente a que así sea. 5) Esa obligación moral, lo es de cara a Dios, no de cara al estado. Una ley no puede obligar a alguien a que crea en Dios (tampoco a que no crea) o a que siga los dictámenes del cristianismo, por verdadera que sea nuestra religión. 6) Si las cosas no son como nos gustarían, no tenemos por qué aguantarnos: podemos luchar, con la palabra y el ejemplo, para que la sociedad sea de otra manera.
Estoy con usted, Juan. Además, creo que D. Carlos Esteban y Uno están más cerca de lo que creen. Carlos se opone claramente al NOM y su falsario «mundo feliz». Estaría encantado de una recristianización de Europa. Pero seguiríamos lejos del cielo. Cuando las leyes eran favorables a la vida, sin aborto y eutanasia, seguía sin estar el paraíso en la tierra. Se daban otras injusticias, otras maldades. Eso por poner un ejemplo. Se podrían poner miles. Ahora bien, como cristiana siento el deber moral de aportar mi granito de arena para que ese cielo esté lo más próximo posible a la tierra que piso, sabiendo que aquí nunca alcanzaremos el paraíso prometido.
Disculpen si no me he expresado tan bien como ustedes.
Bendiciones.
Totalmente de acuerdo con Uno: Un católico, tantos los laicos como la jerarquía, tiene el deber de ordenar los asuntos temporales según el plan de Amor querido por Dios, plan en el que no caben ni la anticoncepción, ni el divorcio, ni el aborto, ni el gaymonio, ni la eutanasia, ni la economía del afán de lucro, etc.
En el Padrenuestro una de las cosas que pedimos a Dios es que «se haga su Voluntad asi en la Tierra como en el cielo» y ésto es utópico, lo más utópico. Lo que ocurre es que los católicos nos hemos vuelto tibios y flojos y no nos dedicamos con el suficiente fervor a la construcción de la Ciudad de Dios sino mas bien a la construcción de la ma sónica y liberal po cilga de Sa tanás.
Opino igual que D. Carlos Esteban.
Al lado de Omella y el otro obispo del Perú, López parecía incluso una lumbrera y todo. Pero es verdad, y me chirría su discurso desde que comentó lo de la utopía. Y, aunque pueda ser una forma de hablar…. el cristianismo no es utópico sino real, como realidad es Cristo y realidad es su reinado en nuestra alma y en nuestra sociedad (lo fué y lo volverá a ser). Real como los leones del circo, los monasterios, la cruzadas, las universidades y los santos atendiendo a los enfermos en las epidemias.
La alegría del cristiano no es una ideología sino la intimidad real con Dios que se hace carne y camina con nosotros.
La utopía es el sueño de la soberbia…Y empezó en el Paraíso…
» La intención de López es, no lo dudamos, excelente «. No comparto. Yo soy de los que creen que quien hace daño habitualmente, como es el caso, es porque su intención es hacer daño. ¿ Consta algún arrepentimiento en todos estos obispos misericordíticos, incluido el de Roma ? A mí no me consta ninguno, absolutamente ninguno. Son persistentes en el error, pero lo más cómodo es decir que Viganó está al borde del cisma, con lo que salvamos a los insalvables y condenamos lo poco católico que nos queda. Infovaticana debe hacer un esfuerzo por aclararse. Creo que padece una cierta esquizofrenia, que no se la deseo a nadie, y menos a Infovaticana. Muchas gracias.
Elles tienen una buena vida burguesa a expensas de los católicos tienen tiempo para crear utopías, si falta dinero el discurso cambia.
MONSIGNOR VIGANÒ / “COMPITO DEL PROSSIMO PAPA: RICONOSCERE L’INFILTRAZIONE DEL NEMICO NELLA CHIESA”.
Saved in: Blog by Aldo Maria Valli
Cari amici di Duc in altum, l’intervento di monsignor Carlo Maria Viganò dedicato al Concilio Vaticano II e alle sue conseguenze ha suscitato un ampio dibattito in tutto il mondo. Tra coloro che hanno sentito il bisogno di sollecitare ulteriori riflessioni c’è stato Philip F. Lawler, direttore di Catholic World News, analista e commentatore di questioni riguardanti la Chiesa cattolica. Phil ha così fatto pervenire a monsignor Viganò alcune domande, alle quali l’arcivescovo ha prontamente risposto.
Imagino que el Arzobispo Cristóbal López,no tendrá mucho trabajo en Rabat,solo puede confirmar a los católicos que vivan allí y a los pocos turistas que vayan,eso deja mucho tiempo para la imaginación,
No tanto como un obispo auxiliar de Astana que se la pasa paseando por el mundo, dando conferencias, mientras su diócesis no aumenta en fieles, digo son poquitos, para que necesitaban un obispo auxiliar, que además se la pasa paseando por el mundo ?
jajajajajajajajaja
En realidad la Biblia habla de un Reino del Cielo y un Reino de Dios indistintamente, que son basicamente lo mismo pero no iguales del todo, y se puede confundir con el paraiso marxista natural en la tierra. El Reino del Cielo es el cielo, y el Reino de Dios es lo mismo pero en la tierra, y equivale a la Iglesia extendiendo el Reinado Social de Cristo, por el cual las sociedades y las naciones se rigen por los principios cristianos católicos, lo cual en sí no es malo, son los principios de Dios, y no es como la teocracia islamica. Esto significa que la sociedad liberal aconfesional laicista que se plantea desde la propia Iglesia ahora, no es la doctrina católica.
Totalmente de acuerdo con Uno. El Reino de Dios abarca tanto el cielo como la tierra. En la tierra el Reino de Dios consiste en hacer la voluntad de Dios no sólo en los asuntos privados o personales sino también en los sociales y públicos, extender el Reinado social de Cristo Rey y Maria Reina y Corredentora. Para las solas fuerzas humanas es cosa imposible extender tal Reinado Social, pero con el auxilio de la gracia es posible.
La expresión Reino de los Cielos es propio del Evangelio de Mateo, elaborado por la Iglesia de Antioquia, tradicionalmente ligada a San Pedro y destinada fundamentalmente a cristianos-judíos; se explica el uso de dicha expresión, en vez de Reino de Dios, en que el judío tenia por tradición un monoteismo más acentuado que el que pudiera tener un gentil-cristiano, y por ello se evitaba la referencia explicita a Dios pero el empleo de Reino de los Cielos es similar a Reino de Dios.
Uno, es que les cuesta mucho a los que han sido liberales toda su vida, desprenderse de ese vestido mundano, que debe imprimir carácter. Llevamos tanto tiempo en liberalismo, que cualquiera que ose poner sus principios en duda, lo tildan de inmediato de reaccionario, cavernario, o fascista y demás lindezas. Los liberales, han interiorizado tanto esos principios ideológicos que en su defensa, son más fanáticos que muchos católicos en defensa del cristianismo. Es el famoso trágala que sufrieron los carlistas en el siglo XIX. La diosa razón ante todo, Cristo en todo caso en segundo lugar, y eso lo firmarían la mayoría de los prelados libertinos de la CEE como algunos papas del pasado y presente.
La civitas Dei de San Agustín, la Jerusalem celeste de la comunión de los santos, ese es el reino de Dios tanto en la tierra como en el cielo, frente a la civitas diaboli. el mundo como enemigo del hombre. No es ser orgullosos buscar la perfección, ya lo dijo Cristo, sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto. Claro que solo los santos han alcanzado esa perfección, que en todo caso no está vedada a ningún cristiano. La tierra y el mundo pasarán, pero sus palabras no pasarán. Por lo que solo sus palabras son fuente de camino, verdad y vida.
Los que se agarran a un planeta condenado a la extinción para salvarlo, como un nuevo mandamiento, son paganos que quieren engañar al mundo.
¡Bravo! El reino de Dios como el reino del cielo son los mismos, no es de este mundo.
Totalmente de acuerdo con el artículo. Contrariamente a lo que ha propuesto este obispo, los cristianos no debemos participar de utopías intrahistóricas en la tierra. Nosotros no creemos en utopías intrahistóricas (ni siquiera en utopías intrahistóricas cristianas) sino en la ESPERANZA DEL REINO DE DIOS, que aún cuando está presente ya en la tierra, no se realizará por completo sino en el cielo. Por eso advierte el Catecismo de la Iglesia Católica que la esperanza mesiánica en la historia no puede realizarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatologico (num. 676).
El descenso de la Jerusalén Celeste,para gobernar a los pueblos e instaurará e Reinado de Cristo.
Lo dicho antes no nos quita de que, como cristianos, trabajemos todo lo
que podamos para que el Reino que le pedimos a Dios en el Padrenuestro «venga a nosotros». Pero es obra de Dios. Por eso, nosotros lo podemos recibir, pero no imponer a nadie, y menos socialmente.
Con usted, Perplejo. Además, parece mentira que no conozcan a D. Carlos. Estaría encantado de una recristianización de Europa y de occidente en general. Una cosa no quita a la otra.
«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» nos dijo Cristo. La mayoría de los hombres buscan primero la añadidura y luego, si acaso, el Reino de Dios. y así no hay manera de construir el Reino divino sino más bien la democrática y atea po cilga del Dia blo
La Utopía es platónica, abstracta e hipócrita:
Ama la humanidad pero odia al vecino.
No hay que pedir peras al olmo sino peras al peral.
Otro mundo es posible y real que se sea empeorable como en Cuba y en Venezuela.
Bueno, y cómo casan todas estas ideas con la frase de Cristo: «Mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros» ?………….falta introspección correcta y sobra intelectualismo…….
El descenso de la Jerusalén Celeste,para gobernar a los pueblos e instaurará e Reinado de Cristo.
Sí, más allá de estos tiempos. Fuera ya de la historia
Con usted, Perplejo.
«El propio Cristo parece dejar claro que establecer el cielo en la tierra no es exactamente la misión de sus discípulos», después de esto, alguien me puede decir, qué es lo que Jesús afirmaba al decir: «Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo».
Sr Esteban, no confunda su ideología con la Palabra de Dios.