Los jesuitas y el ‘Orgullo Gay»

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El jesuita José María Rodríguez Olaizola, conocido escritor y sacerdote, ha escrito un artículo con motivo del día del ‘Orgullo gay’ que ha sido publicado en la página web de la Compañía que fundó san Ignacio de Loyola.

Este año no habrá carrozas, desfiles, multitudes… Hay quien lo echará de menos, y quien, en cambio, respirará aliviado, dice en relación a la ausencia de desfiles debido al coronavirus.

Un día no será necesario el Orgullo Gay ni ningún otro orgullo, señala el jesuita, el día que todo el mundo reconozca la dignidad de las personas, de cada persona, sin que la orientación sexual sea algo que la menoscabe o la ponga en cuestión para algunas mentalidades. El día en que salir del armario no sea noticia, por ser pura normalidad, día en que los desprecios, rechazos, o persecución (…) ya sean historia.

Día en el que también como Iglesia, hayamos avanzado hacia una mayor y mejor integración, acogida y aceptación de la realidad de las personas homosexuales, de su necesidad y su derecho de amar, y superemos las dosis de incomprensión que aún hay en algunas personas de Iglesia hacia la realidad de las personas LGTBQ, señala el religioso. Pero ese día aún no ha llegado, se lamenta el religioso.

¿Derecho de amar? ¿Se está refiriendo el religioso jesuita a las relaciones homosexuales? ¿Está sugiriendo que la Iglesia debería aceptarlo como algo bueno? ¿Sabe este sacerdote que el Catecismo de la Iglesia a la que pertenece pide -por supuesto- respeto y acogida a la persona pero condena ese derecho de amar calificándolo de intrínsecamente desordenado? Seguro que lo sabe, así que prefiero suponer que con ‘derecho de amar’ se refiere al amor al prójimo de toda la vida.

Todavía hay muchas mentalidades para las que «tener un hijo gay» es una tragedia, una vergüenza, algo que ocultar, y por eso al hijo, a la hija, no le queda más camino que encontrar su orgullo sin dejarse anular, asegura Olaizola.

Según el sacerdote jesuita todavía en la Iglesia hay demasiado silencio ante algunas declaraciones y formulaciones que no responden a la realidad pastoral de nuestras comunidades, parroquias, grupos y espacios de acompañamiento.

Cada persona tiene que estar orgullosa de ser como Dios la creó. Porque al final, la homosexualidad o la heterosexualidad, no es una decisión caprichosa de las personas. Es parte (y tan solo una parte) de lo que la persona es, concluye el sacerdote.

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