¿Recuerdan la megainvestigación emprendida en septiembre de 2018 por la Iglesia alemana sobre abusos sexuales de clérigos desde 1946? 3.677 víctimas de 1.670 clérigos, ni más ni menos. Bien, pues ya se ha cerrado. Sin una sola denuncia. Nada.
En unos casos, claro, la causa fue que los delitos, reales o no, habían prescrito. Pero en los demás, sencillamente, no había pruebas. Y estamos hablando de 3.677 víctimas de abusos a manos de sacerdotes, de 1.670 clérigos que supuestamente cometieron abusos sexuales sobre menores. Y nada, ni uno solo ha sido llevado ante la justicia, civil o eclesiástica. Solo quedan, de todos esos, cuatro casos que aún se siguen investigando, en Baviera.
Ya cuando surgió la noticia de la megainvestigación de la Conferencia Episcopal Alemana que preside el cardenal Reinhard Marx, filtrada a la revista Der Spiegel y al diario Die Zeit, muchos criticaron el estudio, aunque sus voces fueron acalladas por unos medios ávidos de carnaza y un episcopado deseoso de ‘demostrar’ que convenía abolir el celibato sacerdotal y abrir la puerta a diaconisas.
Los críticos señalaban que un tercio de los cargos detallados ni siquiera correspondían a abusos sexuales, otro tercio remitía a la palabra de una persona contra otra, el 6% de los casos enumerados fueron acusaciones ya rechazadas por la Fiscalía. Incluso se incluían declaraciones anónimas.
El criminólogo alemán Christian Pfeiffer es uno de los que no se han visto sorprendidos por este grotesco resultado: “Estaba claro desde el comienzo que las investigaciones no llevarían a ninguna parte”, y añadió que “todo ha sido un espectáculo, nada más”.
En su día, Der Spiegel, haciendo referencia a la documentación, elaborada por expertos de las Universidades de Mannheim, Heidelberg y Giessen tras revisar cerca de 38.000 actas y documentos procedentes de las 27 diócesis alemanas, aseguraba que estamos antes un “problema masivo” en el seno de la Iglesia católica y se mantienen hoy en día. Casi la mitad de las víctimas tenían menos de 13 años y en uno de cada seis casos se trató de “alguna forma de violación”, según la publicación. Para dos tercios de las víctimas, los ejecutores de los abusos eran sus confesores o curas con los que mantenían algún tipo de vínculo religioso.