El tiempo de la siega

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Por Pedro Abelló

La cizaña es una planta de tallo ramoso, hojas estrechas y espigas anchas y planas, cuyos granos contienen un principio tóxico; crece espontáneamente en los sembrados y es muy difícil de extirpar. Se trata, pues, de una planta venenosa que crece junto con otras plantas saludables, de modo que, si sus semillas no fuesen eliminadas, convertirían en tóxica la cosecha entera.

A ello hace referencia la parábola del trigo y la cizaña en Mateo 13:24-30. Un agricultor había saneado su campo y sembrado buena semilla, pero su enemigo sembró cizaña entre ella. Al crecer las plantas, los trabajadores se dieron cuenta y propusieron al dueño arrancar la cizaña, pero éste no les dejó hacerlo, por miedo a arrancar también el trigo, pues ambas plantas son difíciles de distinguir cuando son jóvenes. En vez de ello, dejó crecer las plantas y, en el momento de la siega, con las plantas adultas ya fácilmente distinguibles, ordenó recoger primero la cizaña y quemarla.

El tiempo de la siega es, pues, el tiempo adecuado para la separación, cuando los frutos han madurado y no es fácil confundirlos. Desde la siembra hasta la siega, las plantas saludables y las venenosas crecen y se desarrollan juntas, compartiendo el agua, el sol y los nutrientes del suelo. El alimento y el veneno comparten el campo, y cualquiera que observase el sembrado a lo largo del proceso de crecimiento, podría pensar alarmado que la cosecha resultante no será aprovechable, dada la abundancia en ella del elemento nocivo.

Todos nosotros vivimos entre la siembra y la siega. El bien y el mal conviven entre nosotros, también en cada uno de nosotros, e incluso pareciera que la semilla venenosa sea más fuerte que la saludable y tienda a dominar. No ha llegado todavía el momento de la siega, y a veces ni siquiera somos conscientes de que tal momento ha de llegar. Pero siempre hay un momento de la siega, y con la siega llega la separación. El mal, que hasta ese momento ha gozado de total libertad y ha llegado a pensar en adueñarse de todo el sembrado, va a caer, junto con el bien, bajo la hoz implacable del segador, y hasta ese momento van a compartir destino. Sin embargo, una vez en el suelo, el mal será amontonado para la hoguera y el bien juntado en gavillas para dar buena harina.

Una de las reflexiones más interesantes que he escuchado acerca del dramático momento de confusión que vive la Iglesia, cuando la doctrina auténtica es atacada incluso por aquellos que deberían defenderla y se pretende por muchos imponer una falsa enseñanza, consiste en considerar que estamos ya muy cerca del momento de la siega, que los frutos están ya maduros y son perfectamente distinguibles, y que esta confusión aparente es, sin embargo, clarificadora, porque permite discernir sin lugar a dudas el buen fruto del malo. Hasta ahora, el trigo y la cizaña han crecido juntos, y distinguirlos resultaba difícil, especialmente para quien contemplaba la escena desde cierta distancia. Pero ahora la cizaña ha alcanzado la plena madurez y se muestra clara e inconfundible a la vista de todos.

Es, pues, el momento propicio para la siega. ¿Es que no veis los signos de los tiempos?, nos pregunta la Reina de la Paz desde Medjugorje. ¿Qué mejor signo de los tiempos que esta maduración que hace perfectamente discernible el trigo de la cizaña y permite al segador no errar en su elección a la hora de separarlos?

El tiempo está maduro para la siega, y la siega no tardará. Todos los signos la anticipan, y ante tal perspectiva, es de hombres prudentes prepararse concienzudamente para ese examen final que no va a tardar mucho y que va a ser muy exigente. Oración y penitencia, nos pedía el ángel de Fátima y nos recordaba hace muy poco el ángel de Akita. Oración y penitencia, para hacer llegar nuestro trigo a la plena maduración y expulsar de nosotros lo que pueda quedar de cizaña, porque en la planta humana, al contrario que en las vegetales, el trigo y la cizaña conviven en el mismo tallo.

Que María sea nuestra abogada.

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Comentarios
7 comentarios en “El tiempo de la siega
  1. 《Recordad aquellos días primeros, cuando recién iluminados soportasteis múltiples combates y sufrimientos… No renunciéis a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta constancia para cumplir la Voluntad de Dios y alcanzar la promesa 》
    (Heb 10,32.35-36).

    《Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.
    Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.》
    (Sal 126, 5-6)

  2. Está muy bien vivir con la conciencia de que la siega puede llegar en cualquier momento. Pero de ahí a interpretar «cosas» (vaya usted a saber qué) como supuestos «signos» de que está cerca… Roza la iluminación propia del trastorno mental. Lo cual, por otra parte, se estila mucho en este foro.

  3. Tiempo de siega ciertamente que sí. Solo que para unos de esto y sobre esto, es solo un qué decir sin
    comprometerse. Mientras que para otros a pesar de, el compromiso sigue.

    Al tiempo de la siega le corresponde un profeta; o dos por aquello de:- Id de dos en dos-.
    Mas si yo digo que soy el profeta Elías y que he venido a preparar la segunda venida de Jesús
    a este planeta Tierra, nadie me dirá:
    -¡Oye explícate porque esto puede ser interesante!;
    Si no que, experiencia constatada, me dirán:
    ¡Vaya otro loco que no se ha tomado la pastilla!

    Esto no quita que para cuando al día llegado los cielos hablen por mi, no deje de haber
    quien me reclame su derecho de saber de lo que nunca quiso oír.

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