El Purgatorio, una reflexión de Roberto de Mattei

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(CR)- A medida que avanzamos a lo largo de los años, aumenta el número de personas a las que conocíamos y que terminan antes que nosotros su vida terrenal. ¿Cuál será su destino eterno? Sólo Dios conoce el destino definitivo de las almas, pero es cierto que una buena cantidad de quienes mueren en estado de gracia sufren las penas del Purgatorio mientras esperan su entrada en la gloria definitiva  del Paraíso. Esas almas integran la Iglesia purgante, que, junto a la militante y la triunfante, forman la única Iglesia de Cristo. De hecho, San Agustín afirma: «Tota enim in Christo Ecclesia unum corpus est» (Enarr. In Ps, 148, PL, 51, 423): «Toda la Iglesia constituye un solo cuerpo en Cristo». El Cuerpo Místico de Cristo es el fundamento de la comunión de los santos, que abarca las tres iglesias: la militante, la purgante y la triunfante, formadas respectivamente por los que combaten en la Tierra, los que se purifican en el Purgatorio y los que han triunfando y están en el Cielo. Esta Ciudad de Dios se opone a la del Diablo, que carece de purgatorio y está integrada exclusivamente por los condenados y por quienes en la Tierra militan en las filas de Satanás enfrentados a las de Cristo. Así pues, la Iglesia alinea en el campo de batalla, junto a los ángeles y los santos del Cielo, a una legión de armas purgantes que pueden ejercer un papel decisivo en el combate mencionado. No pueden hacer nada por ellas mismas, pero pueden hacer mucho por nosotros intercediendo en oración.

San Agustín explica que los difuntos no conocen las cosas humanas en el instante en que éstas tienen lugar, pero sí pueden conocer los actos pasados, presentes y futuros, bien por revelación divina, bien por medio de los ángeles o de almas que llegan al Purgatorio cuando salen de este mundo. Así, los difuntos toman parte en asuntos terrenales, no por su naturaleza, sino en virtud del poder de Dios. Dios es el medio a través del cual podemos comunicarnos con los difuntos y ellos con nosotros (Mons. Antonio Piolanti, Il mistero della comunione dei santi, Desclée, Roma 1957, pp. 317-318). San Gregorio Magno, a quien debemos la providencial costumbre de las misas gregorianas, cuenta en sus Diálogos visiones y episodios en que almas de difuntos piden sufragio y hacen comprender que gracias a ellos se liberan de sus penas. Santo Tomás, en los 14 artículos de la cuestión 71ª del Suplemento a la Suma Teológica, examina a fondo la cuestión de los sufragios. Tras haber demostrado su realidad mediante las Sagradas Escrituras, los Padres, la costumbre de la Iglesia y los argumentos de la razón, explica que de quienes han pasado a la eternidad, sólo las almas que purgan pueden ser socorridas por nuestros sufragios. En realidad, como esas almas no han llegado todavía a su destino definitivo, siguen en cierto modo en estado de viadoras y no han llegado a su término. Los vivos podemos ayudarles a purgar sus penas y pagar de ese modo sus deudas para con la justicia divina. La Santa Misa, las limosnas, las oraciones y las indulgencias son medios prácticos de sufragar las deudas de esas almas sufrientes. Las almas del Purgatorio están confirmadas en la gracia, seguras de su eterna salvación. Padecen, pero aceptan sus padecimientos con alegría. «El alma sufre como sufren los santos en la Tierra, plenamente unidas a la voluntad divina y, se podría decir, llenas de alegría por toda culpa que es purgada por el doloroso fuego, y acrecienta su amor y sus suspiros a Dios, que es amor infinito» (Don Dolindo Ruotolo, Chi morrà vedrà…Il Purgatorio e il Paradiso, Casa Mariana, Frigento 2006, p. 42).

El Purgatorio no es sólo un estado, sino que al igual que el Infierno es un lugar, y el fuego que atormenta a las almas no es un fuego alegórico sino real. Quien niega la existencia del Purgatorio, afirmaba ya Santo Tomás contra los herejes de su tiempo, «va contra la autoridad de la Iglesia e incurre en herejía» (IV Sent., d. 21, q. 1, a. 1, sol. 1).

Desde los tiempos más remotos los fieles siempre estuvieron vivamente convencidos de la intercesión de las ánimas purgantes. En 1891 se encontró en Santa Sabina, en Roma, un epígrafe que rezaba: «Ático, descansa en paz, seguro de tu salvación. Ruega encarecidamente por nuestros pecados». Otra inscripción, esta vez en las catacumbas de San Calixto, dice: «Januaria, goza del refrigerio y ruega por nosotros».

La Iglesia ha rogado desde sus orígenes para que los difuntos se libren de las penas del Purgatorio. Por eso, el catecismo de San Pío X afirma que los santos reciben nuestras oraciones, los difuntos nuestros sufragios, y todos nos beneficiamos con su intercesión ante Dios. Cada vez que nos encomendamos a las oraciones de alguien o le garantizamos las nuestras, afirmamos una gran verdad de fe: la de la comunión de los santos. Nuestros bienes sobrenaturales pueden compartirse con los demás, del mismo modo que Dios nos comunica los suyos. Por esta razón, es importante recabar también la ayuda y protección de las almas del Purgatorio. Nos guardan gratitud, y sus incesantes oraciones nos procuran beneficios inmensos, tanto para la vida espiritual como para la corporal. No sólo debemos rogar por nuestros seres queridos y por los más allegados, sino también por aquellos de los que hemos sido víctimas de incomprensión o calumnias o que nos han combatido, ya que, si murieron en gracia de Dios, viven actualmente en la caridad divina. Si ayer fueron nuestros adversarios, hoy nos aman, y debemos amarles, porque la ley del Cuerpo Místico es la caridad. En la encíclica Mirae caritatis del 28 de mayo de 1902, León XIII escribió: «La Comunión de los santos no es otra cosa sino una recíproca participación de auxilio, de expiación, de oraciones, de beneficios entre los fieles que están, o gozando las alegrías del  triunfo en la patria celestial, o sufriendo las penas del purgatorio, o peregrinando todavía en la Tierra; de todos los cuales resulta una sola ciudad, cuya cabeza es Jesucristo y cuya forma es la caridad». La Iglesia es la unión de   muchos   hombres ligados entre sí por una misma caridad. Y la caridad, el amor cristiano, es lo que genera una relación de solidaridad e interdependencia entre nosotros y nuestros hermanos para formar un mismo Cuerpo Místico sometido a un mismo Jefe: Jesucristo. El vínculo de la caridad no se quiebra con la muerte, y une actualmente a los defensores de la buena causa, que se enfrentan al ejército del mal, el cual ha llegado a introducirse hasta en el Lugar Santo. Unidos a los coros angélicos, invocamos la ayuda de las almas que no han llegado inmediatamente al Paraíso pero poseen no obstante el don de la perseverancia final y, en medio de sus padecimientos, tienen la certeza de su eterna salvación. Imploramos su intercesión para que el Señor nos conceda igualmente a nosotros el don de perseverar en la lucha, y sobre todo en el último momento de nuestra vida.

San Agustín ni siquiera excluye la posibilidad de que algunos difuntos sean enviados a los vivos (De cura pro mortuis gerenda, 15, 18; PL 40, 605-606). La reina Claudia de Francia, esposa de Francisco I, después de morir con apenas veinticuatro años el 20 de julio de 1524, se apareció más de una vez a la beata Catalina de Racconigi para anunciarle la invasión de Italia por los franceses, la derrota y captura del marido y finalmente su liberación gracias a las plegarias de la santa (Pier Giacinto Gallizia, Vita della ven. suor Caterina de’Mattei, chiamata la B. Catterina da Racconigi, Mairese,

Torino 1717, p. 101). No se trata de un caso aislado. Dios puede permitir que un alma que ha triunfado y está en el Cielo o que sufra en el Purgatorio se haga visible en la Tierra para animar a los hijos de la Iglesia militante. Y es posible que vuelva a suceder en el curso de las pruebas que tenemos por delante.

Las almas aún no purificadas de muchos que defendieron a la Iglesia en disputas teológicas o en los campos de batalla de las Cruzadas respaldan hoy con sus padecimientos y oraciones a quienes las han relevado en la batalla contra el antiguo enemigo. Acies ordinata es una formación de almas militantes, purgantes y triunfantes unidas para   hacer valer  el honor de la Iglesia, la gloria de Dios y el bien de las ánimas. El banderín de enganche está abierto para quien desee alistarse.

Publicado en Correspondencia Romana.

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Comentarios
18 comentarios en “El Purgatorio, una reflexión de Roberto de Mattei
  1. Francisco niega el infier no con su silencio elocuente y su confesión escalfariana y el purgatorio o purificatorio creo que tampoco lo ha nombrado nunca, nunca. ¿ Porqué será ?

  2. Belzunegui: ¿No sería más positivo que por una vez te olvidaras del Papa Francisco e hicieras un comentario a propósito de un artículo tan enriquecedor? Que el Espiritu Santo te ilumine. Bendiciones.

    1. Lo entiendo a Belzunegui, es la primera vez en la historia de la Iglesia que un impos.tor funge tanto tiempo como Papa. Su acción destructora tendrá consecuencias por décadas en la Iglesia, excepto milagro de Dios que lo impida.

    2. Siento Beatriz no poder complacerte. Ni puedo ni quiero. Hay que seguir desenmascarando al que nos quiere engañar un día sí y otro también. Yo no pienso, al menos por ahora, cesar en el empeño. El contraste entre el magnífico artículo y quien debería ser su autor es colosal. El artículo me confirma en la Fe, lo que no hace quien debería hacero, pues para eso lo estableció N S Jesucristo y le pagamos un sueldo que no se gana.

    3. El Papa medita sobre la muerte en la homilía en Santa Marta nos informa Infovaticana. Otra ocasión perdida para hablar de lo que debería hablar.

      Ya se ve que no cree en el infi erno. No lo cita nunca, nunca. Nos jugamos el destino eterno y no nos confirma en la Fe, sino en banalidades.

    1. Isaías 13:11 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

      11 Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes.

  3. «La vida se nos ha dado para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo». P.Novet
    Y leí, que la creación del purgatorio, era a causa de la gran misericordia de Dios.
    Serán pocos los que entren de la muerte al cielo, muchos harán una temporadita en ése lugar de purificación. Nos quiere demasiado , y por El no queda. Ahí nos lavarãn muy bien, nos pondrán guapos, claro, no será grato, pero para que sea menos doloroso, estarán las oraciones, las peticiones, las lágrimas que piden que pronto vean por fin al Amor , y con ellos, nosotros .

  4. El Purgatorio no es sólo un estado, sino que, al igual que el Infierno, es un lugar, y el fuego que atormenta a las almas no es un fuego alegórico sino real. Quien niega la existencia del Purgatorio, afirmaba ya Santo Tomás contra los here jes de su tiempo, «va contra la autoridad de la Iglesia e incurre en here jía» (IV Sent., d. 21, q. 1, a. 1, sol. 1).

  5. El Purgatorio no es sólo un estado, sino que, al igual que el Infi erno, es un lugar, y el fuego que ator menta a las almas no es un fuego alegórico sino real. Quien niega la existencia del Purgatorio, afirmaba ya Santo Tomás contra los here jes de su tiempo, «va contra la autoridad de la Iglesia e incurre en here jía» (IV Sent., d. 21, q. 1, a. 1, sol. 1).

  6. Gracias por este artículo.

    Parte de los inicios de mi Fe –además de otras manifestaciones– fue con la presencia de un Alma del Santo Purgatorio, que ha Dios Gracia habíase confesado y comulgado antes de fallecer; NUNCA la ví sonriendo.
    Comprendo, por el artículo, que la ‘Alegría’ (amén de los sufrimientos) de las Almas del Purgatorio es espiritual, por la esperanza del seguro encuentro con Dios; tienen una difusa Visión Beatífica.
    SIEMPRE ofrezco la Sta Misa y rezo por todo el Purgatorio con Amor y Sacrificios.

    Distinta fue la manifestación de un Alma Santa difunta, en una persona viva aquí en la tierra, donde su felicidad ‘desbordaba’ al punto de ‘estallar’ de Alegría; Dios, utilizó la manifestación para indicarme algo particular, El sabe porque lo hace…(así también, son las manifestaciones angélicas).

    1. Nuevamente con respecto al Purgatorio; la historia de los Dialogos de San Gregorio Magno, muchos Sacerdotes ó religiosos lo consideran una leyenda, como un cuento de ñomos para asustar…Como así consideran también, las demás situaciones espirituales ‘Buenas ó de pecado’, pasándolas por el «carnaval de la ironía», perdiendo así la Sacralidad y la seriedad de las realidades espirituales de ‘Salvación ó Condenación’.

  7. Los vivos hablan demasiado de lo que no conocen, y las pocas intuiciones y sueños acerca de la muerte y fallecidos, dependen muchísimo de la creencia del soñante. Astuto, más que astuto, fue el sabio escriba que optó por no poner en boca de su Jesús una descripción detallada de los eventos en el más allá. ASí cada uno los rellenaría después con sus creencias.

  8. Soy catolica, gracias a Dios y a mis benditos padres, que me bautizaron y prepararon para recibir la Primera Comunion. Pero a veces temo no estar con ellos en el Cielo. Me gustaria que algun alma caritativa de las que hay por aqui, me ayude a superar este miedo. Muchas gracias y feliz año nuevo para todos.

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