… Y los sueños, sueños son

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Es llamativo que una iglesia, la nuestra, que define a Dios como amor haya sido siempre tan poco imprecisa, sentimental o vaga en todo el desarrollo de su doctrina durante dos milenios. Por el contrario, ha querido subrayar la idea de que todo lo que enseña es la verdad, lo real, poniendo para ello un exquisito cuidado en la precisión del lenguaje. Y es que, como se sabe, el diablo está en los detalles.

No importa qué periodo o país se elija, los pronunciamientos públicos de los príncipes de la Iglesia siempre se han caracterizado por la exactitud de los términos, de modo que no se pudiera inducir a un error fatal a partir del menor matiz, y de hecho muchas de las grandes herejías que han desgarrado al pueblo de Dios han surgido de un término mal definido, incluso de una sola letra, como fue el caso del arrianismo (una iota).

Pero eso fue antes. Ahora se lleva más el lenguaje Disney, y tenemos todo un señor cardenal y arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, hablando de “sueños”. Ha dicho en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, en el curso de un coloquio con motivo del Encuentro Europeo de Sant’Egidio en Madrid, que “necesitamos un sistema educativo que nos enseñe a soñar”.

Por supuesto, Su Eminencia es demasiado respetuoso con la jerarquía como para ponerse a hablar de sueños por su cuenta y riesgo; nunca, por ejemplo, se le había oído hablar así durante el pontificado de Benedicto XVI, claro que entonces tampoco parecía considerar la ‘conversión ecológica’ como uno de los pilares de nuestra fe ni le parecía que todos los bienaventurados de los que habla el Evangelio se encarnasen en el ‘migrante’, esa figura más bien mítica en el 8 de la calle Bailén. Pero ha sido empezar Su Santidad a hablar de “sueños” por aquí y “sueños” por allá para que don Carlos no haya querido quedarse atrás.

Eso sí, lo de menos es que la frase tenga sentido. De hecho, sería innecesariamente cruel y poco respetuoso poner a Su Eminencia en el brete de explicar qué significa “un sistema educativo que nos enseñe a soñar”.

A uno se le ocurre, en su limitación, que lo que se necesita es un sistema educativo que enseñe la verdad o, al menos, verdades. La más alta, la única esencial, es la verdad del Evangelio, la verdad de nuestra salvación; pero, aparte y además de esa, uno piensa en un sistema educativo que enseñe bien matemáticas, ciencia, filosofía, arte, historia: cualquier cosa, en fin, menos a “soñar”, que es una actividad para la que no es necesario aprendizaje alguno. En su sentido literal, basta con quedarse dormido; en su cada vez más extendido sentido figurado, soñar viene a significar complacerse en vagos deseos de futuro, no siempre ni habitualmente del tipo que aprobaría sin reservas un arzobispo. En ninguno de los dos casos es algo que ataña al sistema educativo.

¿Cómo se concretaría un “sistema que enseñe a soñar”, siendo el soñar como el andar, algo que ya hace el alumno sin necesidad de maestros? Se referirá, imagino, a soñar “bien”, o lo que el cardenal considera “bien”, o lo que la Comunidad de Sant’Egidio considera “bien” o, visto el pacto educativo global que pide el Papa, basado en un “humanismo integrador”, lo que la ONU considere “bien”.

Pero ese es el problema, Eminencia: que si se enseña, ya no es “sueño”, sino realidad, objetivo, meta; y si se quiere mantener como “sueño”, seguirá siendo estrictamente personal y, como tal, difícil de inspirar por un “sistema”.

Hay que elegir. Uno puede dar rienda a los sueños o puede crear un sistema para enseñar verdades. Pero sistema y sueño son incompatibles, salvo en el sentido indeseable de quedarse dormido sobre el pupitre. Un sistema que enseñe a soñar es como un código de la circulación que haga feliz.

Cuando el Papa advierte contra el riesgo de mundanización de la Iglesia, el aviso evoca imágenes de católicos entregados a los vicios de moda; pero esta es otra forma de mundanización en la que nadie se fija: en que los pastores hablen como políticos o celebrities recogiendo el Oscar, diciendo frases biensonantes que no significan nada.

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Comentarios
13 comentarios en “… Y los sueños, sueños son
  1. Esos «profetas» están ahí para comer y beber en buenos hoteles y contaminar los cielos con vuelos caros. Y, por supuesto, para intentar agraviar a Donald Trump, como desde la tribuna acaba de hacer el «visionario» Jeffrey Sachs, en lugar de aplicarse la doctrina recentisima de su ídolo Francisco, que pide rezar por todos los gobernantes y no insultarles.

  2. Al paso que vamos, según está editorial, más valdría cortarse la lengua o no volverla a usar. No escribir, no pensar, no participar, no opinar, no sugerir, no reflexionar, no orar de miedo que al orar se rece y al rezar se medite y entre rezo y rezo el diablo también se meta. Ya quisiera saber uno la coherencia entre lo que se habla, se piensa y se describe que tan seria es; ya que todo se juzga. Silencio no vaya y entre el diablo y escoja. Por el purismo se piensa más en el maligno que en el benigno. En la maleza que en la pureza. Bendito el Señor con tanta asepsia. Huele como a hospital. Puro alcohol y por debajo tanto microbio hablando de pureza…. Bendito el Señor.

    1. Guillermo Olarte:
      Está intersante lo que dice, y es verdad, aunque creo que no está el problema en la página, si no, en nosotros mismos, en éste enredo de madeja que se ha hecho con los versiculos de la Santa Biblia. Para muestra, un botón : No se puede comprobar que lo dicho por Jesucristo sea verdad, no había grabadoras.!!?? Y lo dijo una eminencia. Y lo más ingenuo, ¿Acaso una grabadora no se puede manipular?
      Entonces , Si hay diablo, que hace daño, pero también hay ángeles que lo frenan.
      Y no han de ser tan puristas aquí, ni tan cerrados de mente, pues aunque les agrede con su opinión, permiten que pase su comentario.
      En lo que sí estoy muy de acuerdo es en alabar a Dios Nuestro Señor , bendito sea Él.

  3. El Cardenal está triste. ¿Qué tendrá el Cardenal?
    Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
    Se siente frustrado, se siente muy mal.
    Ha perdido el color, se marchó la sonrisa,
    Queda un rictus de pena.
    No está en la mesa.
    No está en la misa.
    Su musa Carmena.

  4. DICEN QUE SOÑAR NO CUESTA NADA. EN EL SUEÑO SE DESCANSA CUANDO EL CUERPO Y LA MENTE CONCUERDAN EN EL DESCANSO. HAY SUEÑOS BUENOS Y OTROS QUE NO SON. SOÑAR EN SENTIDO BUENO, NO ES MALO. MALO ES CUANDO SE HACE DAÑO A OTRO U OTROS.
    SE DEBE SOÑAR CON LO BUENO. HAY SUEÑOS QUE GENERAN PAZ. ENSEÑAR A SOÑAR PARECE DIFÍCIL PORQUE EL SUEÑO NO SE PUEDE ENSEÑAR. LLEGA SOLO Y SE VA SOLO. DESAPARECE. SI ES BUENO PUEDE ÉL SOLO ENSEÑAR ALGO. PUEDE ENTUSIASMAR.
    TAMBIÉN EL SUEÑO COMO IDEA DE BUSCAR LO BUENO, ES BUENO.
    ALGUIEN PUEDE DECIR: «MI SUEÑO ES LLEGAR A SER …». EN ESTE CASO ES UNA ASPIRACIÓN HACIA UNA REALIDAD CONCRETA.
    SOÑAR CON DIOS ES BUENO. SOÑAR CON UNA IGLESIA Y SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA, ES BUENO. SOÑAR CON LA UNIÓN FRATERNA ES BUENO… Y SEGUIR SOÑANDO CON LO BUENO, CON LO QUE AGRADA A ÚNICO DIOS Y TRINO, ES MUY BUENO Y SALUDABLE…

    1. Soñar no es bueno ni malo, es inevitable. Todo el mundo sueña, en los dos sentidos del término. Es bueno, si se sueña con cosas buenas, y malo, si son cosas malas. Nuestra época es demasiado de dar importancia a los ‘sueños’, lo que a menudo crea un montón de frustrados, porque los sueños con frecuencia superan nuestras capacidad. Pero, sobre todo, que el SISTEMA educativo «nos enseñe a soñar» es una frase vacía, hueca, absurda.

  5. Estas criaturas se han pasado con la ginebra…
    ¿ Buena, mala,Reformada, local?.
    Los catalanes ( de cualquier matrícula ) tienen una expresión para esto: » Fa bonic »
    ¡ Parad ya de cursilerías !.

  6. Yo, que he sido profesora, nunca he intentado enseñar a mis alumnos a soñar. Me he confirmado con que no se durmieran.
    Pero tampoco he puesto el objetivo fundamental de mis enseñanzas en que aprendieran verdades. He procurado, eso sí, decirles siempre la verdad.
    Pero enseñar verdades es algo que nunca termina, por eso lo que he pretendido siempre es enseñarles a pensar. O, como se dice en el lenguaje pedagógico, aprender a aprender, que es algo muy útil para la vida. O, si lo prefieren, aprender a distinguir entre la verdad y la mentira.

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