La lucha de las dominicas de Marradi contra su disolución por Roma

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En sus más de cuatro siglos de vida, el Monasterio de la Santísima Anunciación de Marradi ha sobrevivido al furor anticlerical napoleónico y al laicismo militantes y masónico de los primeros gobiernos italianos tras la Unificación Italiana, por no hablar de guerras mundiales y terremotos. Por eso resulta un tanto irónico que lo que ahora amenaza la supervivencia de las dominicas contemplativas de este pueblecito toscano sea, precisamente, el Vaticano.

El proceso es deprimentemente corriente, facilitado por dos documentos pontificios a través de la Congregación para los Religiosos, Vultus dei quaerere, en julio de 2016, y su desarrollo normativo, en abril de 2018, sobre la vida contemplativa. Hasta la aparición de esta nueva reglamentación, los conventos eran relativamente autónomos y libres en cuanto a sus disposiciones internas, pero a partir de ahora Roma se ha dotado de instrumentos para intervenir en su gobierno. El proceso de visitación, comisariamiento y desaparición es ya suficientemente conocido para quienes sigan estas páginas.

En el caso de Marradi, Cor Orans prevé que cualquier convento que no tenga más de cinco miembros pueda disolverse, reagrupando a los religiosos o religiosas en otros establecimientos. Es el caso de Marradi, donde las monjas perdieron recientemente, por defunción, a una de las suyas, quedando solo cinco. Las hermanas aseguran haber recibido dos solicitudes de postulantado de Australia, pero la maquinaria a cargo del cardenal Braz de Aviz ya ha empezado a moverse.

Y es que las monjas, a más de dedicarse a una forma de vida cristiana no excesivamente relevante para los nuevos vientos eclesiales, agravan el caso con cierta inclinación por las formas tradicionales, algo que no se puede tolerar. Cor Orans es terminante en este sentido, exigiendo a los religiosos de órdenes contemplativas seguir el intenso y fecundo camino que la Iglesia misma ha recorrido en las últimas décadas, a la luz de las enseñanzas del Concilio y considerando las cambiantes condiciones socio-culturales.

Antes, entrar en clausura o ingresar en un convento de contemplativos se presentaba como renunciar al siglo y, precisamente, a sus cambiantes condiciones socio-culturales para centrarse en lo eterno y perenne. Pero ese tiempo, al parecer, ha pasado.

No es un misterio que las órdenes tradicionales languidecen desde el terremoto eclesial posterior al Concilio Vaticano II, y hay indicios sobrados de que el presente pontificado no tiene empacho en liquidar lo que queda de esta vocación que tan mal se compadece con la religiosidad de moda. Marradi sería solo un caso más, triste pero no demasiado excepcional.

Solo que las hermanas no parecen dispuestas a acabar en un asilo ni el propio pueblo a perder un ‘pulmón’ espiritual que les acompaña desde hace medio milenio. Y han recordado que, a efectos prácticos, la ley civil está de su parte.

Para empezar, el convento no le cuesta un euro a la Iglesia, a la Orden de Predicadores (dominicos) ni al ayuntamiento de Marradi: es autónomo, habiendo sido fundado y sobreviviendo de donaciones finalistas de los fieles, entre ellas algunas tierras que, al decir de los malintencionados, son codiciadas por Roma. Y la Curia no puede, legalmente, obligarlas a abandonar su propiedad.

Un acuerdo legal del siglo XIX concertado con el municipio especifica que no se puede dar otro uso al monasterio y sus propiedades mientras quede en él una sola monja. Así que, para disponer de ellos, Roma necesita desalojar a las religiosas. Por santa obediencia.

El pasado julio, apareció una nueva posibilidad de rescate. Un grupo italiano por ahora anónimo de practicantes de la liturgia tradicional ha ofrecido a las monjas su protección. Las monjas, que han expresado su voluntad de aceptar el rito tradicional latino, cuentan, además, con el apoyo práctico de los habitantes de Marradi, decididos a que el monasterio siga en activo.

El caso de Marradi salió a la luz gracias a la carta, publicada primero en un diario local, por la erudita Barbara Betti, y el caso es ya lo bastante conocido como para preocupar a los prelados italianos.

Como explica el portal católico OnePeterFive, el representante del ‘grupo de rescate’ asegura estar ultimando una solución que vendrían de una orden contemplativa con liturgia preconciliar que se ha instalado en un país vecino y que quiere tener sede en Italia.

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