El golpe de mano de Paglia arrasa el Instituto para la Familia de san Juan Pablo II

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(NBQ)- Con un golpe de mano estival monseñor Vincenzo Paglia ha hecho aprobar los estatutos del Instituto teológico Juan Pablo II para las Ciencias del matrimonio y la familia, que le dan amplios poderes para decidir qué se enseña y quién lo enseña. Ahora tiene el poder de distorsionar definitivamente el objetivo del instituto deseado por san Juan Pablo II, de depurar a los docentes no deseados y de replantear la enseñanza según las directrices indicadas por Amoris Laetitia.

En nombre de Amoris Laetitia ha llegado al Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la familia la hora de las purgas. Este es el significado más obvio de la aprobación de los Estatutos y del Plan de Estudios del instituto deseado por san Juan Pablo II en 1982 y que el Motu Proprio Summa Familiae Cura (de septiembre de 2017) del papa Francisco ha revolucionado. Cuando el Motu proprio fue publicado, nosotros escribimos (hacer click aquí y aquí) que la línea oficial y los objetivos estaban claros, pero que el partido decisivo se jugaría sobre los estatutos, porque en estos se decidirían de manera concreta la estructura de los cursos, las materias de estudio y los docentes que las impartirían.

A pesar de que los estatutos, aprobados por la Congregación para la educación católica, aún no han sido hecho públicos, las declaraciones del decano Pierangelo Sequeri, lo que ha sucedido en estos dos años y las primeras indiscreciones permiten tener una visión clara de la situación. Lo que parece más evidente es una concentración de poder en las manos del Gran Canciller monseñor Vincenzo Paglia, el verdadero dominus de la operación, que ahora podrá elegir a voluntad a los docentes y al personal.

Para comprender bien lo que está sucediendo hay que recorrer el camino que ha llevado a estos estatutos. Como hemos explicado con anterioridad, el Motu proprio de 2017 marca una clara discontinuidad con lo que san Juan Pablo II quería para este instituto; esto queda claro también con las palabras que ha utilizado el actual decano monseñor Sequeri para presentar los nuevos estatutos en l’Osservatore Romano y Avvenire. San Juan Pablo II era muy consciente del ataque al que está sometida la familia, que ha descrito en numerosas ocasiones en términos de batalla apocalíptica. El Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre Matrimonio y Familia -tal como era llamado hasta el año 2017- era, por lo tanto, un centro de excelencia para el estudio científico de la verdad sobre el matrimonio y la familia, como parte del deber de la Iglesia «de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurando su plena vitalidad, así como su promoción humana y cristiana». De hecho, en estos 37 años el instituto ha respondido eficazmente a este objetivo formando a miles de sacerdotes, religiosos y laicos, llevando a cabo debates y discusiones de altísimo nivel teológico y filosófico, publicando cientos de volúmenes, accesibles no sólo a un público de expertos: la última publicación, de hace pocos días, es el Dizionario su sesso, amore e fecondità (Diccionario sobre sexo, amor y fecundidad, editorial Cantagalli) con la contribución de decenas de autores internacionales. Además, el instituto, en todos estos años, ha crecido a nivel internacional y ha establecido doce centros -entre secciones y centros asociados- en distintos países del mundo (en estos dos años de gestión Paglia-Sequeri tres centros asociados han cerrado: Australia, Corea del Sur y Colombia).

Pero nada de todo esto es importante para los heraldos del nuevo rumbo, convencidos de que ahora se necesita un enfoque diferente y más actual. Necesitamos «comprender a la familia», nos explica monsignor Sequeri; basta con las posiciones doctrinales, como si el designio de Dios para la familia fuera algo abstracto y poco realista. Demos mayor espacio a la sociología, a la psicología, a la historia de las culturas; multipliquemos y fragmentemos los estudios, como si esto ayudara a comprender la familia.

Pero, ¿cómo se consigue cambiar un instituto con un cuerpo docente muy motivado y compacto, formado bajo san Juan Pablo II? Primer paso: la sustitución. Lo que se vendió como una actualización o un avance, ha quedado claro que es una cortina de humo. En realidad, el Motu Proprio Summa familiae cura afirma claramente en el artículo 1 que el instituto querido por san Juan Pablo II «cesa», deja de existir, y es sustituido por el nuevo. Es decir, que en estos dos años el instituto ha continuado «en un limbo» mientras esperaba que se aprobaran los estatutos.

Y llegamos al segundo paso, el más delicado. Precisamente la aclaración anterior explica que la intención no era una reforma, sino una revolución: la intención de los nuevos estatutos no es actualizar los anteriores, sino ser como los primeros institutos de un nuevo instituto, que ha cortado todo vínculo con el pasado. Monseñor Paglia presentó en mayo de 2018, en el Consejo del Instituto romano, y en junio del mismo año, en el Consejo internacional, unos estatutos que concentran el poder en sus manos, que le dan carta blanca en lo que atañe a la elección de los docentes y las materias y que eliminan los viejos procedimientos según los cuales el cuerpo docente estaba implicado en las decisiones más importantes del instituto. Dichos estatutos presentan un verdadero cambio en lo que se refiere al plan de estudios. Además, y esto es un hecho sin precedentes, el poder académico se concentra en las manos de una figura, el Gran Canciller, que en cualquier institución académica tiene sólo una función de garantía, y no de intervención directa en las cuestiones didácticas.

La propuesta de monseñor Paglia provocó una verdadera revolución del cuerpo docente, que ve desaparecer casi cuarenta años de trabajo serio. Ante el riesgo de un escándalo público, monseñor Paglia retiró la propuesta y aceptó la creación de una comisión interna -presidida por el decano monseñor Sequeri- con el fin de estudiar nuevos estatutos con la contribución de distintas secciones internacionales. Al cabo de pocos meses el trabajo ya estaba terminado. El mes de marzo pasado se presentó la contrapropuesta a monseñor Paglia para su aprobación. Obviamente se esperaba la respuesta del Gran Canciller, que además había garantizado que sometería a los Consejos de los Institutos la nueva versión de los estatutos antes de pedir su aprobación a la Congregación para la Educación católica. La espera fue en vano. En el último Consejo del Instituto, hace un  mes, no hubo ninguna noticia sobre los institutos. Y hace dos días, la sorpresa: los estatutos habían sido aprobados. Y aunque aún no son públicos, las palabras de monseñor Sequeri y las primeras indiscreciones indican claramente que en la sustancia los estatutos calcan la propuesta original de monseñor Paglia, que concentra en sus manos una cantidad anormal de poder. Un verdadero golpe de mano en pleno verano, la receta imprenscindibile para hacer avanzar la revolución.

A estas alturas es fácil imaginar lo que sucederá a continuación: como se trata de un nuevo instituto, todo el personal, docente y no docente, tendrá que considerar que ha sido cesado de su puesto de trabajo. Todos recibirán una carta en la que se les indicará su nuevo destino: habría quién será empleado por el nuevo instituto, mientras los miembros «impopulares» serán despedidos o se les encontrará un lugar de trabajo alternativo. Se dará empleo a nuevos docentes, que seguirán las directrices del nuevo rumbo y que poco a poco tomarán el control del instituto. Probablemente al principio sólo unos pocos serán despedidos, o serán reubicados, para no atraer demasiado la atención. Pero en cualquier caso, el futuro está claro: monseñor Paglia está ahí para hacer limpieza y tiene todo el poder que necesita para hacerlo.

Publicado por Riccardo Cascioli en la Nuova Bussola Quotidiana.

Traducción para InfoVaticana de Verbum Caro.